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Reportaje:Benedicto XVI visita España

Dos audiencias distendidas

El Pontífice se entrevista con la familia real y Zapatero en un ambiente de cordialidad

Fotos con la Familia Real y fotos con el presidente del Gobierno. Sonrisas, intercambio de regalos y una breve conversación distendida, sobre Europa, la paz, la familia, los problemas de la inmigración africana. Así fueron las dos audiencias mantenidas ayer por el Papa en Valencia con los altos representantes del Estado y del Ejecutivo español. Los Reyes, acompañados por las infantas con sus respectivos maridos e hijos y el príncipe de Asturias con su esposa y la infanta Leonor, recibieron la visita del Pontífice en el Palau de la Generalitat, a las 17,45 de la tarde.

Fue un encuentro breve, poco más que una fotografía de recuerdo, con la Reina -con un atuendo menos burbujeante que el de la mañana-, el Rey y el resto de la Familia Real, flanqueando a su fatigado huésped, Benedicto XVI. El Papa les entregó a todos rosarios de perlas blancas y medallas conmemorativas del Pontificado, los reyes le entregaron un cuadro del pintor canario Cristino Vera. Acto seguido, el Pontífice recorrió a pie los escasos metros que separan la sede del Gobierno autónomo valenciano con el palacio arzobispal, donde esperó la visita del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y de su esposa, Sonsoles Espinosa.

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Pitada de 80 personas

También les esperaban un grupo de unas 80 personas que, provistas de pitos, abuchearon y silbaron a Zapatero con gritos de "Zapatero traidor", "fuera, fuera" y "vete con la ETA que son tus amigos", sobre un fondo de silbidos. Pese a que se había especulado con la posibilidad de que el presidente y su mujer se presentaran en la audiencia con sus dos hijas, despojando al encuentro de cualquier valor político, Zapatero y Sonsoles Espinosa, que vestía un traje negro, franquearon las puertas de la sede arzobispal acompañados exclusivamente por miembros de la delegación española.

La entrevista entre el presidente y el Papa duró algo menos de 40 minutos, incluido el protocolario intercambio de regalos. Rodríguez Zapatero, coincidió con la Zarzuela en la elección de una pintura, en concreto, un cuadro del artista Manolo Valdés, -que perteneció un tiempo al Equipo Crónica y reside ahora en Estados Unidos y cuya cotización se ha disparado en todo el mundo- y recibió del Pontífice una solemne encíclica el Codex Vaticanus, de 1209. Casi una metáfora de la distancia que les separa.

Mediada la entrevista, se incorporó a ella la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que vestía un traje de falda y chaqueta negra, invitada a la audiencia expresamente por el Papa. La presencia del número uno y el número dos del Gobierno refleja también el interés del Ejecutivo por subrayar que el espinoso asunto de las relaciones Iglesia-Estado está en manos de Fernández de la Vega quien, por cierto, recibió también un rosario de manos de Benedicto XVI.

María Teresa Fernández de la Vega y Benedicto XVI se saludan ante José Luis Rodríguez Zapatero.
María Teresa Fernández de la Vega y Benedicto XVI se saludan ante José Luis Rodríguez Zapatero.EFE

Los cambios de atuendo de Ratzinger

El Papa se presentó ayer en la estación del metro de Jesús, lugar de la tragedía en la que perdieron la vida 42 personas el pasado lunes, revestido con todos los atributos de su misión pastoral. Vestía la muceta, una esclavina de raso de seda carmesí sobre una sobrepelliz de encaje y en torno al cuello, lucía la estola de pastor de la grey católica, ricamente bordada. Media hora antes, Benedicto XVI se había presentado ante las autoridades españolas y ante unos dos mil peregrinos que le esperaban en el aeropuerto de Manises con la sotana blanca del obispo de Roma. Una clara distinción entre su condición de jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano y de líder de la Iglesia católica. El papa alemán cuida extraordinariamente la vestimenta, al igual que los rituales y la música litúrgica, consciente de que la imagen es una parte sustancial del mensaje. Su antecesor era menos puntilloso con estos detalles y rara vez se presentaba en las audiencias oficiales con atuendos tan espectaculares que retrotraen casi a la Iglesia fastuosa del Renacimiento. Juan Pablo II era más sencillo, al menos en la última etapa de su pontificado, marcada por un declive físico tan pronunciado que cualquier prenda litúrgica podía resultar un agobio. Ratzinger, en cambio, que en su autobiografía "Mi vida" reconoce el papel que jugó en su vocación religiosa, la visión del cardenal Michael Faulhaber con sus deslumbrantes ropas de color rojo, es cuidadoso en la vestimenta. Sólo el calor evitó seguramente que ayer se colocara la esclavina de terciopelo forrada de marta cibelina, que se puso en Polonia. Pero no renunció a lucir una cruz clásica muy diferente a las que cuelgan del cuello de obispos y monseñores, de corte ultramoderno. De hecho, Benedicto XVI, que ayer recibió como regalo dos cuadros de pintores modernos españoles, quedó encantado con una pintura del siglo XVI que colgaba de uno de los muros del salón Dorado de la Generalitat valenciana. Un óleo sobre tabla atribuido al artista español Fernando Llanos, que se formó en Italia con Leonardo Da Vinci, y que representa a San Miguel. En el palacio arzobispal no resistió la tentación de dar un paseo por la azotea, quizás para ver el panorama o para tomar un poco de aire fresco.

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