El día en que Federer no puede perder
El suizo quiere proclamar ante quien le ha ganado cinco veces seguidas que aún es el 'número uno'
En la pista 8 del All England Club, un Roger Federer aparentemente tranquilo estuvo realizando su penúltimo entrenamiento antes de la final que hoy disputará contra su peor rival, Rafael Nadal. Su entrenador, el legendario australiano Tony Roche, subcampeón de Wimbledon en 1968, le sacaba desde la línea de servicio con potencia a ambos lados de la pista. Zurdo como Nadal, Roche buscaba los mejores restos del suizo pensando en lo fundamental que va a ser este golpe. "La presión la tiene toda él", había dicho Nadal; "si yo pierdo, pensaré que he hecho un gran torneo y he llegado a la final. Pero, si pierde, para él será más doloroso porque habrá perdido en su torneo predilecto".
Esperando a Federer en la salida de la pista, Roche parecía tenso. "Más que una final, será una cumbre, un gran acontecimiento", explicó, sabiendo que una derrota de su pupilo podría hundirle moralmente y dejarle en una posición muy débil con vistas a próximos enfrentamientos con Nadal.
Por primera vez desde 1952, los mismos finalistas de Roland Garros disputarán el título de Wimbledon. Entonces lo hicieron Jaroslav Drobny, campeón en París, y Frank Sedgman, que ganó en Londres. Ahora lo repiten dos jugadores que han convertido el tenis masculino en cosa de dos: Federer y Nadal. Su duelo ha dejado un peldaño por atrás a los demás jugadores. Nadie parece poder igualarles. Pero en sus enfrentamientos personales Nadal vence por 6-1 tras superarle las últimas cinco veces de forma consecutiva.
La final de Wimbledon se presenta para Federer más como una reivindicación de su calidad frente al número dos que como la posibilidad de alcanzar su cuarto título consecutivo en la catedral. Desde que perdió frente a Mario Ancic en la primera ronda de 2002, Federer ha ganado 47 partidos consecutivos en hierba y tres títulos en Wimbledon. La hierba es su superficie, donde mejor se desenvuelve. "Le dije que ante Ancic había visto los tres mejores primeros juegos de mi vida", confesó Nadal que le comentó en el vestuario a Federer. Tal vez por todo esto esta final tiene unas connotaciones muy especiales para el suizo. Ha perdido contra Nadal en todas las superficies: tierra batida y pistas rápidas. La única vez que le ganó, en Miami, estuvo a dos puntos de la derrota. Le queda la hierba para ganarle y poder proclamar que sigue siendo el número uno.
"Nunca llegué a una final del Grand Slam tan fácilmente como esta vez en Wimbledon", afirma Federer. Pero ahora está en ella tras haber perdido el título en Roland Garros y ante un rival al que le cuesta ganar. "Todo es muy distinto entre París y Londres. Obviamente, ésta es mi superficie favorita y la tierra es la de Nadal. Pero es cierto que guardo malos recuerdos de muy pocos jugadores y Rafa es uno de ellos. Puede que entre en el partido de forma algo distinta. Pero no pienso que me afecte el hecho de que me haya ganado tantas veces seguidas porque todos los partidos fueron siempre muy cerrados". En la final de Roma dispuso incluso de dos bolas de partido, pero perdió.
Otro aspecto que no pasa inadvertido es el hecho de que Nadal es zurdo. Eso obliga a Federer a modificar algo sus esquemas de juego porque habitualmente lanza su golpe cruzado defensivo de revés a la mejor zona para el drive de Nadal. "Eso no debe de ser un problema", comenta Federer, "y tampoco el saque, porque debía haberlo perdido muchas más veces
[Nadal y él lo han perdido sólo en dos ocasiones]". "El saque le funciona a Nadal, aunque no es el mejor. Pero donde más creo que ha mejorado es en el resto. Los manda muy ajustados a las líneas y consigue dominar el punto", agrega su entrenador, Roche. "¿La mentalidad? En cualquier partido hay que tener una mentaliad positiva. Ese aspecto no nos asusta", concluye.
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