Sobre héroes y tumbas
La novela de Sábato me viene al pelo para introducir esta carta, aunque tal vez debería variar el título y llamarla "sobre jueces y tumbas". Los cementerios de los pueblos pequeños, como el mío, son peculiares precisamente porque son sencillos, sin ostentaciones. Las tumbas no se venden, a cada uno le entierran donde le toca, tal vez en un intento natural de hacernos comprender que no somos dueños de nada en este mundo, ni siquiera del hueco que la madre Tierra nos presta para acogernos. Ni el alma se queda. Tan solo los zapatos, grandes y negros, permanecen como señal inequívoca de nuestro paso por este valle de lágrimas. Unas sencillas cruces señalan, sin más. La gente del pueblo ha tenido siempre un respeto extremo hacia su cementerio y tal vez un exceso de confianza que ha hecho que éste permaneciera abierto muchos años sin temor a robos o profanaciones.
La Cofradía de la Vera Cruz, fundada de forma solidaria hace más de cien años, se encarga de hacer el "hoyo", como lo llaman aquí (¿captan la sencillez?), de acompañar al difunto y a sus familiares en esos momentos, tocar las campanas, etcétera. Es un excelente lugar para descansar, sin ruido de coches ni de sirenas, coronado por el cielo azulísimo de la provincia de Ávila y por la Serrota, y sobre todo, barato. Se integra perfectamente en el paisaje.
Y, claro, siempre hay gente que se aprovecha de estas situaciones, gente que un mal día aparece por el pueblo y burlándose de la buena fe de las gentes y del mismísimo Ayuntamiento (el cementerio es municipal) coloca un panteón en granito rosa. Con grúa, operarios y sin aviso ni permiso. La indignación y la inquietud de la gente no sirve de nada, pues, al parecer, la justicia obliga al Ayuntamiento a conceder la licencia de obra para que el individuo lleve a cabo semejante espanto.
Resulta, cuando menos, paradójico que en estos tiempos en los que se envía a la cárcel a constructores y ediles por conceder licencias ilegales a diestro y siniestro se obligue a un Ayuntamiento a dar una para "construir"algo que rompe con el paisaje y la tradición centenaria de un cementerio y de todo un pueblo. Opino que los jueces deberían conocer un poco más los pueblos pequeños en los que no se producen grandes casos de narcotráfico o terrorismo (afortunadamente) que podrían hacer de ellos "jueces estrella", pero en los que acontecimientos como este y otros que se toman a rechifla, soliviantan la convivencia. Y Sábato vuelve a venirme al pelo para terminar... "¡No, señor!, justicia y más justicia. A cada uno la mierda que le corresponda o nada. No cuenten conmigo, al menos para trapisondas de este género...".
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