Siguen los aleteos de mariposa
José Cereijo es poeta (Redondela, Pontevedra, 1957), al que le gustan, además de la brevedad, los gatos, las mariposas y, sobre todo, los sueños, su fugacidad (la de los sueños recordados). De Cereijo, antes de leer este breve y acabado libro de relatos, el primero que publica, conocía uno anterior, de poemas muy breves, tres versos por página, tendidos como ropa puesta a secar en una azotea; el resto, espacio en blanco, donde sestean los gatos o aletean las mariposas o aguardan el momento de eclosionar los sueños. De Cereijo, digo, había leído La amistad silenciosa de la luna (Pre-Textos), que, releído ahora, tiene mucho que ver con los relatos, algunos muy breves, una página, poco más, otros más extensos, más completos con la salpimentación del espacio, del tiempo narrativo, de Apariencias. Allá había un poemilla -en la parte superior de la página-: "La mariposa / ha dejado la tarde / íntima y frágil", y también: "Que no me quieres, / dicen (nunca te han visto / cuando te sueño)". Y así nos ponemos ya en los poemas en prosa, o en los relatos, tanto da, de Apariencias.
APARIENCIAS
José Cereijo
Renacimiento. Sevilla, 2006
154 páginas. 10 euros
Se me ocurre, leyéndolos,
que acaso aquellos poemas breves sean cometas con colores de alas de mariposas y de los hilos que no las sueltan cuelgan como papelillos también coloreados estas historias del Cereijo poeta-narrador, que tratan de la sustancia de los sueños; de la obediencia de los autómatas en el falso paraíso de la infancia; de la ambigüedad de las relaciones humanas; de la perplejidad de los fantasmas; la debilitada fe en los dragones de un caballero condenado a envejecer; de la necesidad de registrar los sueños, que suelen ser fugaces y tristes; de la dificultad de revivir una función de circo apresada en la memoria; o qué decir de los inconvenientes -ese homenaje carrolliano- de amar a las niñas, esas frágiles mariposas; o de las complicaciones del amor, sea soñada la mujer o esté cerca e imposible de tocar: los sueños siempre, esas apariencias, que pueden llevar al suicidio o a enamorarse. Y uno puede suicidarse -es un buen relato corto, algo previsible-, preparándose a conciencia, o sea vistiéndose para la ocasión, o abandonándose al desaliño: total para qué. Hay, en fin, en este atado de globos de colores, de farolillos chinos de Cereijo dos buenos relatos de pianistas y una historia, acaso la más humorística, algo menos poéticamente contenida, en la que se juega con la expresión "cuatro gatos" y que tal vez tenga que ver, a lo último, con una mala tarde literaria, ocurrida o atribuida a otro.
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