Un honesto drama

En la lógica contemporánea, resulta cada vez más difícil hablar de melodrama para referirse a determinados productos, toda vez que quienes lo hacen (aquí, el conocido actor David Duchovny, que debuta en el largometraje comercial) se comportan con ejemplar pudibundez frente a ciertos tratamientos: es como si nadie se creyera ya que lo que está hecho para conmover, para liberar las lágrimas pueda tener un abordaje sin coartadas.

Es lo que ocurre aquí, porque si alguien recuerda que estamos ante la historia de un huérfano de padre, cuya madre vive en la desesperación de la pérdida (que él agravará considerablemente, dicho sea de paso), y que el tal huérfano, con sólo 13 años, vivirá un auténtico calvario personal, se convendrá en que estamos ante un melodramón de tomo y lomo. Sin embargo, Duchovny, que también escribe la historia, toma distancia con respecto a sus personajes, sobre todo de la pareja que forman Tommy (Yelchin) y su amigo Pappas (Robin Williams), que es, además, discapacitado psíquico. Su cámara jamás busca la lágrima fácil, no disimula en ningún momento que quiere y entiende a sus criaturas, pero nos ahorra sufrimientos añadidos. Para un amante del cine clásico, el filme adolecerá seguramente de mordiente, pero para quien aprecie la delicadeza frente a ciertas situaciones límite, ésta será seguramente su película.