"El canje es nuestra única esperanza"
Familiares de los prisioneros palestinos sólo confían en la captura de soldados israelíes para liberar a sus hijos
Es harto improbable que en cualquier tertulia palestina no haya un ex prisionero. Y los que no han padecido reclusión, o la han sufrido apenas un mes, se ríen de ello. En los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza viven hoy 3,7 millones de personas. En las tres últimas décadas, 650.000 palestinos han pisado cárceles israelíes, 5.000 de ellos, menores de edad. Hoy son 9.500, 450 de ellos, mujeres o menores. Tras la captura el 25 de junio del soldado israelí Gilad Shalit han recobrado protagonismo. Los palestinos, en bloque, respaldan la negociación para canjear al cautivo por sus reos. "Esta operación nos ha dado nuestra única esperanza porque el asunto de los prisioneros ha sido olvidado desde los Acuerdos de Oslo en 1994", afirma Nasir Badaui.
Nasir, de 63 años y nacido en Jaffa, junto a Tel Aviv, de donde fue expulsado cuando contaba cinco años, nunca ha estado entre rejas. Pero su hijo Musa, de 27 años, purga desde hace cuatro años en la prisión israelí de Nafja, en el desierto del Negev, una condena de 26 años. El primogénito de Nasir está en la tumba. "Murió el 31 de diciembre de 2001 en un ataque contra la colonia de Ganei Tal", un asentamiento de Gaza hoy derruido. Las paredes de su modestísima casa están empapeladas con fotografías de milicianos fallecidos. Presiden las de sus hijos. Es un albañil que conoce de memoria muchos artículos de las convenciones de Ginebra.
"No he podido visitar a Musa en los cuatro años. No me lo permiten pese a que es totalmente contrario a la legislación internacional. Pero ¿por qué todos vienen a preguntarnos ahora por nuestros prisioneros, después de la captura del militar?", comenta Nasir sin ocultar indignación. "¿Por qué se moviliza todo el mundo por el soldado israelí y nadie dice nada sobre lo que sucede en las prisiones israelíes? ¿Es que sólo tiene madre el soldado? Los que han hecho lo de Abu Ghraib y Guantánamo son aprendices de los israelíes".
Antes de continuar, apostilla: "Primero quiero decir que el soldado judío es un prisionero, que se le debe tratar bien, y que los milicianos palestinos se enfrentaron a soldados israelíes. No fue un secuestro. Secuestro es lo que se hizo en marzo con el líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Ahmed Saadat, en la prisión de Jericó", cuando el Ejército israelí destruyó la cárcel a cañonazos y los reclusos, custodiados por británicos y estadounidenses que abandonaron sus puestos, fueron apresados en calzoncillos.
Saadat lleva un lustro en prisión. No es demasiado tiempo. "Tenemos varios récords Guinness. Éste", dice Nasir señalando a un cartel con fotografías de reclusos, "es Faied al Ataba. Lleva 29 años en la cárcel; éste es Fajri Barguti. Entró en 1978. Su esposa estaba embarazada. Conoció a su hijo cuando ingresó en prisión 18 años después. Llevan más años que Mandela". Veinticinco palestinos superan ya los 20 años de reclusión, y 450, los 15 años. La lista es abultada. Y no hace más que crecer.
Yamal Faruan es el director de la Organización de Apoyo a los Prisioneros Políticos. De sus 36 años, siete transcurrieron entre barrotes. Su padre cumplió una sentencia de 15 y su hermano de seis. "Nos acusaron de tirar cócteles molotov", dice. Cuenta Faruan cómo las autoridades israelíes pisotean sistemáticamente las convenciones de Ginebra. "Primero", asegura, "la tortura es legal; los castigos por infringir el régimen disciplinario son severísimos; llevan a cabo registros a horas intempestivas; aunque se deben permitir dos visitas al mes de los familiares directos, de las que se excluye a los hermanos, en muchas ocasiones se suspenden por razones de seguridad; esas visitas no permiten el contacto directo, se habla por teléfono a través de cristales; cientos de reos pasan meses o años a la espera de juicio; alguna mujer ha dado a luz esposada...".
No hay salida para muchos de los prisioneros. "En la negociación de los Acuerdos de Oslo, Israel se negó a la liberación de todo implicado en delitos de sangre. Hasta hace seis años eran 369. Pero hoy no lo sabemos. El hecho de que se sepa que morirán en la cárcel y que no haya posibilidad de reducir condenas alienta a las milicias a capturar más soldados", admite Faruan.
Los prisioneros son un símbolo que nadie entre los palestinos se atreve a ofender sin importar su afiliación. "Para mí son los mejores", apunta Badaui, que no tiene duda de que su sufrimiento vale la pena: "Palestina tiene un precio muy alto. Estamos dispuestos a pagar lo que sea. Mis otros tres hijos siguen el mismo camino que sus hermanos. Los derechos se conquistan, nadie los va a regalar".
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