La visita papal

Ya está todo preparado en Valencia para recibir este próximo 8 y 9 de julio al Papa, quien gracias a toda la millonaria parafernalia montada por la Generalitat, la Diputación, el Ayuntamiento de Valencia y el arzobispado de hecho podrá sentirse como si estuviera en el mismo cielo. Sólo algunas cifras son: 5.000 policías, 3.000 cocelebrantes de los actos, 2.500 metros de altar, una cruz luminosa de 35 metros de altura, 18 grados de temperatura controlada, en total más de 30 millones de euros en gastos.

La iglesia católica como buen negocio que es (lo prueba sus más de 2.000 años de existencia) llega hasta a sugerir además que cada peregrino adulto done 35 euros y cada joven 15. ¿A cambio de qué? Pues de una mochila con información de los actos, una camiseta, un gorro y un abanico, vamos que ríase usted del merchandising de cualquier concierto de música de primer orden. Todo sea por un buen fin: convertir a Ratzinger en un Papa mediático como su antecesor.

Menos mal que aún hay católicos con sentido común que no están de acuerdo y que les escandaliza semejante despilfarro, y hasta sacerdotes valientes que se atreven a denunciar la opulencia, la ostentación y la manipulación política de la visita papal. ¿Acaso la curia vaticana no encuentra mejores proyectos en el mundo para destinar todo ese dinero? ¿O simplemente prefieren seguir mirándose el ombligo mientras continúan alejándose cada vez más de la sociedad? Quizá no recuerdan ya la furia y la rabia con que Jesucristo echó a los comerciantes de las puertas del templo por mancillar con sus negocios y su avaricia un lugar de oración y de respeto a Dios.