Tabasco, con el corazón partido
El rico Estado petrolero es cuna de los candidatos Roberto Madrazo (PRI) y Andrés Manuel López Obrador (PRD)
Tabasco tiene el corazón partido en dos mitades. Este Estado petrolero del sureste, encajado entre el golfo de México y Guatemala, es cuna de dos de los candidatos en liza: Roberto Madrazo, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Durante años, ambos compartieron militancia en el priismo, hasta que en 1988 López Obrador se pasó a la oposición. "Fue porque el gobernador no le quiso dar la alcaldía de la ciudad de Macuspana", dicen los priistas. "Fue porque no compartía el rumbo tecnócrata que estaba tomando el PRI", dicen los perredistas. Desde entonces, los dos antiguos correligionarios mantienen una guerra que han ido dirimiendo en sucesivos duelos electorales, hasta llegar a la batalla decisiva: las presidenciales.
Durante años los dos fueron priístas hasta que en 1988 López Obrador se pasó a la oposición
"Son gusanos de la misma guayaba", dice Alberto, mientras espera su turno en el colegio Maestro Tabasqueño, de Villahermosa, la capital del Estado. Una leve brisa tempranera alivia el calor húmedo del trópico. A sus 52 años, Alberto vota por primera vez: "López Obrador es el único que puede cambiar las cosas, para que haya más empleo. El salario mínimo en México está en 46 pesos al día (algo más de tres euros) y un kilo de carne te cuesta 70 pesos. No alcanza".
López Obrador, hijo de comerciantes, ejerce de tabasqueño. Se solaza con el acento local, que aspira las eses y las convierte en jotas (nojotros, dicen), disfruta con su sobrenombre, El Pejelagarto, un pez escurridizo que puebla las abundantes lagunas del Estado, y hace alarde de "la sangre caliente" de sus paisanos. El habla de Madrazo, hijo de un respetado político local, es pulida, y su aspecto es muy formal y contenido.
"¡Ay, mi padre del alma!", clama doña Lucía, madre de familia, cuando los ritmos de los tamborileros anuncian la llegada del candidato del PRI al colegio electoral. "¡Nos vamos a comer al Pejelagarto en empanadas!".
La pugna entre el partido que gobernó México durante 70 años y el partido que se desgajó de la casa madre adquiere en Tabasco tintes personales. "Madrazo le ha ganado al Peje seis veces, entre elecciones estatales y legislativas", dice Citlallin de Dios, dirigente del PRI local. "Y eso no se lo puede perdonar".
Todas esas victorias priistas estuvieron seguidas de denuncias de fraude, protestas y ocupación de los pozos petrolíferos. El momento más crítico se produjo en 1994, cuando López Obrador y Madrazo compitieron por el cargo de gobernador de Tabasco. Tras su derrota, el candidato perredista llevó las movilizaciones hasta la Ciudad de México y acusó a su rival de haber gastado el equivalente a 50 millones de euros en su campaña. "Fue un montaje, nunca se probó nada", protesta Citlallin. En 2000, el PRD impugnó de nuevo los comicios estatales y el Tribunal Electoral obligó a repetir la votación. Manuel Andrade, el candidato de PRI y actual gobernador, no sólo confirmó su victoria, sino que obtuvo 30.000 votos más. Pero las cosas cambiaron en 2003. "En los comicios locales ganamos 11 de las 17 alcaldías del Estado y la mayoría en el Congreso local", dice Juan Manuel Focil, presidente del PRD de Tabasco.
La animadversión es tal, que representantes de ambas formaciones dejaban entrever que preferían el triunfo del tercero en discordia, el conservador Felipe Calderón, cuyo Partido de Acción Nacional es casi inexistente en esta parte del país, antes que ver al contrincante tabasqueño en la presidencia. Y eso que México nunca ha tenido un presidente originario de Tabasco.
"Ya hemos visto cómo gobierna Andrés Manuel: en el Distrito Federal consintió la corrupción, no licitó la obra pública, no resolvió ningún problema grave y se gastó millones en campañas mediáticas", señala el cuadro priista Carlos Pulido. "¿Madrazo? Cuando fue gobernador de Tabasco no atendió las necesidades de la gente", replica Juan Manuel Focil.
"Somos el Estado con mayor presupuesto per cápita, por el petróleo, y eso no se ve: el campo es improductivo, no hay industria y tenemos un Gobierno estatal con 40.000 funcionarios, una burocracia gigantesca". El "menos malo", susurran unos y otros, sería Felipe Calderón, que continuaría la gestión mediocre de su correligionario Vicente Fox. Claro que nadie en Tabasco imaginaba ni por un segundo este escenario.
Los demonios del pasado
En vísperas electorales, las huestes priístas y perredistas del Estado de Tabasco velaban armas y entrecruzaban acusaciones. La sede del PRI en Villahermosa estaba a oscuras. "Es porque estamos instalando una planta eléctrica de emergencia", explicaba Fredy Chablé, secretario del consejo político.
"Nos ha llegado que el PRD va a cortar el fluido eléctrico la noche electoral". "El PRI ha comprado votos y credenciales de elector en colonias populares y zonas indígenas, más proclives a nosotros", contraataca Juan Manuel Focil, un atípico empresario educado en el elitista Instituto Tecnológico de Monterrey, que preside el PRD tabasqueño.
"Ellos sí que compran votos", tercia Domingo Chew, secretario de elecciones del PRI. "Hemos detectado a gente de López Obrador repartiendo lana [dinero]
en Nacajuca. Y han puesto retenes ilegales, dicen que para evitar el reparto de despensas. Pero en realidad pretenden impedir el libre tránsito de nuestros electores en los municipios que ellos controlan".
"Lo que impedimos", se defiende Focil, "es el paso de camiones con comida o con materiales de construcción, que puede usarse para condicionar el voto". Por si acaso, el diario Tabasco Hoy advertía ayer en primera página: "Tabasqueño: vender tu voto es vender tu futuro y el de tus hijos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.