'El peloto'
Johan Cruyff lo dejó bien claro: "El fútbol no tiene misterios: para ganar, en fútbol, hay que marcar gol. Si el peloto entra hay gol; si el peloto no entra, no hay gol". El holandés pronunció esta frase, tan digna de él, refiriéndose al Barça, en una de sus épocas negras, cuando el peloto, por mucho que los jugadores se empeñaran en meter gol, se negaba a entrar en portería contraria y los aficionados acudían al Camp Nou con un franquisto de agua bendita para rociar las gradas antes del partido y alejar los malos espíritus que se habían posesionado del equipo. El peloto no entraba y, por tanto, no había gol. Eso le pasó el viernes a la selección nacional argentina: el peloto no quiso entrar en la portería alemana, y los albicelestes quedaron eliminados del Mundial. Argentina, el viernes, recordó, en varios aspectos, al Barça maníacodepresivo de otras épocas no muy lejanas: llegaba al Camp Nou, al cabo de siete días de haber jugado un gran partido fuera de casa, y el peloto no entraba en la portería del equipo contrario, deficiencia que el público tenía la esperanza de ver superada en cuanto el entrenador tuviera a bien hacer un cambio en el equipo para dar entrada al delantero a quien todos querían ver en el campo, con la seguridad de que iba a marcar. Pero el cambio no se producía. En esta ocasión, Pékerman, el seleccionador argentino, no quiso dar entrada a Leo Messi ni a Saviola, y el peloto se vengó. Curioso que Pékerman renunciara a estos jugadores: uno, Saviola, cumplió sobradamente en los anteriores encuentros jugados por Argentina, y el otro, Messi, no ha podido demostrar su valía a lo largo del Mundial: sólo ha podido jugar unos veinte minutos en los partidos en los que se le ha permitido salir al campo.
Si uno de los temores de entrenadores, directivos y comentaristas deportivos es que a Leo Messi no se le suban los humos a la cabeza, pueden ya descansar tranquilos. El final de la Liga española, la Champions y el Mundial de Alemania han constituido una auténtica cura de humildad para el joven talento del Barça. No pudo jugar los partidos finales de la Liga ni los partidos cruciales de la Champions debido a la larga lesión que sufrió; ahora, no ha podido jugar el partido, tan decisivo, de Argentina contra Alemania por decisión de Pékerman. El mundo del fútbol estaba pendiente de ver el triunfo de Messi en esta competición. Existía una expectación extraordinaria, como hace años, muchos años, no se desataba en un Mundial de fútbol. Pékerman, tras el gol de Ayala y quizá llevado por un conservadurismo indigno del fútbol latino (salvo el italiano), seguramente se dio ya por ganador y creyó innecesarios el espectáculo y el riesgo de recurrir a la genialidad del joven Messi. Así, fastidió a su equipo, fastidió a Messi y fastidió a los millones de espectadores que seguían el partido. Pékerman apostó por la mediocridad. Cuando se dio cuenta, ya era tarde. Y el peloto le castigó.
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