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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aniversario de bodas

El Día del Orgullo Gay, que se celebra hoy en Madrid, coincide en España con el primer año de vigencia legal del matrimonio homosexual. Es lógico, pues, que las manifestaciones previstas se orienten desde el tradicional tono reivindicativo a otro de legítima satisfacción por lo conseguido, gracias sobre todo al esfuerzo y combatividad de quienes durante años han estado legal y socialmente marginados por su orientación sexual, sin olvidar la dura represión y la criminalización padecidas bajo el franquismo.

La reforma del Código Civil que ha abierto la institución matrimonial a las parejas homosexuales ha sido considerada el broche del proceso hacia la plena equiparación legal con las heterosexuales. Y aunque esta equiparación no signifique todavía la plena normalización social, sí abre el camino para que ésta se produzca con naturalidad. La celebración de unas 4.500 bodas gays, con la parafernalia festiva y familiar propia de las bodas tradicionales, muestra que esta normalización se ha iniciado con buen pie. El matrimonio homosexual no ha supuesto ningún riesgo para el matrimonio heterosexual ni para la familia tradicional. Incluso ha revelado de inmediato los mismos problemas, de los que son muestra las dos o tres demandas de divorcio planteadas. Se suma, en todo caso, a los diversos modelos de convivencia personal y familiar existentes y que un Estado que no interfiera en la esfera de las relaciones personales de sus ciudadanos debe respetar por igual.

Quienes siguen oponiéndose al matrimonio homosexual alegan que la cifra de bodas prueba que no había demanda social. Pero, al margen de que 4.500 bodas no son precisamente pocas, de lo que había una demanda social clamorosa era del derecho a convivir en el mismo marco legal, en igualdad de derechos y deberes, que las parejas heterosexuales. Y esta demanda ha aflorado en todos los estratos sociales y fuerzas políticas sin distinción y en instituciones tan conspicuas como la judicatura o tradicionalmente machistas como el Ejército. ¿De qué habría de extrañarse? Sólo lo hacen quienes desde determinadas instancias políticas y religiosas se niegan a ver la realidad, lo cual es un problema particular -su problema- que no pueden pretender resolver haciendo la pascua a los ciudadanos e interponiéndose en el camino de su felicidad personal.

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