El cigarrillo del conductor
Transportes de Barcelona lanza una campaña en la que regala helados de modo que "ahora la espera será más dulce"
Los conductores del metro no pueden fumar. Antes sí podían. En la cabina. Pero ahora está prohibido. Prohibidísimo y a ninguno se le ocurre tomarse unos minutillos, como pasa en otras empresas, para salir y hacer un cigarrito. Hay, sin embargo, quien está covencido de que la empresa (Transportes Metropolitanos de Barcelona, TMB) toleraría una caladita de vez en cuando. Así los retrasos y las paradas de los trenes los podría atribuir a alguien. Tanto esperan los usarios la llegada de los trenes, que la propia compañía se ha hecho a la idea y ha lanzado una campaña de verano con el lema Ahora la espera será más dulce. Al señor K, que no deja de ser un usuario la mar de común de metros y autobuses, la cosa le parece muy adecuada.
El asunto es que por la adquirir dos tarjetas T-10, comprándolas antes del 31 de julio y pagándolas con tarjeta de crédito, regalan un helado. La espera dulce. A lo que no se compromete la dirección es a reducir (mucho menos a eliminar) la espera de metro y autobús. Pero la endulza. ¡Qué bien!
Eso sí, conseguir el helado no es sencillo. Hay que ir a sitios tan céntricos y de paso como Diagonal Mar o Maremàgnum. No vaya a ser que algo resulte fácil para el usuario. Endulzarle la espera, cabe; facilitarle la vida, ni por pienso. Además, el usuario tiene que haber utilizado las dos tarjetas: 20 viajes. De modo que los helados los podrá consumir en agosto, cuando algunas líneas reducen ¡más! la frecuencia de paso. Las 2, 3 y 4 se quedan en el 85%; las 1 y 5, en el 75%. Un metro menos de cada cuatro.
Eso, en laborable y después de las 21.00 puede ser fantástico. Ahora, la espera ya supera, con mucha más facilidad de la que se logra el helado, los nueve minutos. De ahí que algunos crean que la cosa se debe a que el conductor ha salido a fumar, que no es el caso.
Además, el servicio es en estos momentos fantástico en algunas líneas. Por ejemplo, la 3. Ahí conciden tres factores que divierten al pasajero. Uno: que a veces cae a chorro agua del aire acondicionado. Una delicia cuando el sol exterior aprieta. Verdad que está un poco sucia, pero nunca tanto como los vagones y los andenes. El segundo elemento para distraer al personal es que hay conductores en prácticas. Y va el tren y se para, pero no acierta el sitio a la primera y tiene que volver a moverse sin abrir puertas y así ha llegado a ocurrir hasta cinco veces en una misma estación para regocijo de los que esperan (eso sí, con dulzura) en el andén y de los que están esperando dejar el vagón, con o sin ducha del agua del aire acondionado. Finalmente, ocurre también que está en fase pruebas el sistema de conducción automática. De modo que las paradas anteriores se multiplican porque, como dice el personal de TMB, "el sistema es muy sensible" y en cuanto que nota algo, el tren se para. Y el pasajero espera. Dulcemente.
Pero cuidado con huir del metro aprovechando que la tarjeta T-10 permite el uso del autobús. Ahí la espera puede ser igual de dulce, pero más larga. En agosto el servicio se reduce el 30%. El precio es el mismo, aunque haya que aguardar más tiempo. La empresa se defiende diciendo que antes era peor y que en verano hay menos demanda. Mantener el servicio al completo resultaría muy caro. Y seguramente no se podrían regalar helados.
Además, hay líneas que van a horario, lo que siempre ayuda a que la espera sea menor. El problema es que los horarios no siempre se cumplen con lo que las esperas (dulces o no) se alargan. Y mucho porque con frecuencia el autobús no llega más tarde, sino antes de la hora fijada con lo que perderlo es absolutamente inevitable. Salvo que se prescinda de la hora fijada y el usuario decida dejarse caer por la parada a ver si hay suerte y pasa. Como si no hubiera horario.
Los representantes de la empresa sostienen que dar el 70% de servicio en agosto y algo más en julio significa un gran esfuerzo, sin precisar en qué consiste. El señor K quiere creer que el consejo de administración y la dirección de la firma no comen postre una semana entera y con ese dinero se financian los servicios de más que respecto al siglo pasado se ofrecen en agosto. No quiere ni pensar que el sacrificio se haga con el dinero del propio señor K.
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