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Reportaje:

La solidaridad llega al desierto

Una escuela infantil de El Puerto de Santa María lleva sus enseñanzas hasta un centro de El Sáhara

A los alumnos de la escuela infantil El Vaporcito, en El Puerto de Santa María (Cádiz) y a los de la guardería de La Güera, en el Sáhara, les separa un océano, cientos de kilómetros y un universo cultural. Y sin embargo, unos y otros podrán jugar los mismos juegos, aprender las mismas canciones y fabricar las mismas manualidades. Ambos centros se han hermanado gracias a un proyecto impulsado por la asociación portuense Amal Esperanza de solidaridad con el pueblo saharaui que pretende aportar formación pedagógica y material de trabajo a las profesoras de esta guardería africana.

Un proyecto que ha llevado ya a una profesora de El Vaporcito, Remedios Arenas, a desplazarse hasta La Güera para conocer cómo trabajan sus compañeras, 23 mujeres voluntarias que atienden en su centro a 300 niños. No todos acuden diariamente a la guardería. De hecho, las profesoras tratan de fomentar la asistencia ofreciendo a los alumnos algo de comer antes de marcharse a casa -un bocadillo, unos dátiles-. Aún así, el centro recibe como mucho 100 niños cada día, porque la educación infantil en estos campamentos no tiene carácter obligatorio.

"Cuando vas una vez, te pica algo. Asombra ver gente que trabaja sin recibir nada a cambio"

Tampoco las profesoras reciben una formación reglada. Son mujeres que asisten durante unos meses a clases de puericultura, pero que se muestran ávidas de aprender técnicas para trabajar con sus alumnos. "Intenté hablarles de cómo funciona la educación infantil en España, de sus contenidos. Pero no es eso lo que querían, sino recursos prácticos: que les enseñara juegos, fichas, manualidades. Algo que puedan aplicar directamente en sus clases", explica Remedios Arenas tras su visita de una semana al campamento.

A pesar de la precariedad de sus medios -hasta hace poco no han conseguido la instalación de dos letrinas, lo que obligaba a los niños a salir de la guardería y andar hasta su casa cada vez que necesitaban ir al baño-, Arenas cuenta que el centro está perfectamente organizado y que las profesoras se empeñan en mantener un ambiente agradable para sus alumnos. Ellas mismas limpian las aulas y adornan las clases con dibujos y fotos de revistas. Pero no están satisfechas. Quieren aprender recursos para ocupar las tres horas que los niños pasan en la guardería y que, a excepción de los más mayores (de cinco a seis años), que aprenden los números o los colores, pasan jugando.

La semilla del proyecto surgió en el último viaje de Amal Esperanza a los campamentos saharauis. Entre la ayuda humanitaria que la asociación llevaba, además de la ropa o la comida, incluyeron en esta ocasión material escolar para la guardería de La Güera. Fichas de actividades y juegos que las profesoras recibieron con entusiasmo pero que no resolvían sus carencias. Fueron las propias mujeres quienes propusieron contactar con algún centro español de su mismo nivel educativo que pudiera orientarlas. Amal Esperanza se dirigió entonces a El Vaporcito, que decidió participar en el hermanamiento. El proyecto ha creado un vínculo entre ambas escuelas que no se limita a la visita de Remedios, sino que compromete al centro portuense a restar asesoramiento siempre que las profesoras se lo soliciten y a un intercambio directo y continuado de experiencias y recursos. Con todo, el programa no está cerrado y deberá adaptarse a las peticiones de las mujeres de La Güera.

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Este primer encuentro ha servido para conocer las necesidades e intereses reales de las voluntarias. Ahora la plantilla de El Vaporcito deberá replantearse cómo continuar con el proyecto, porque la relación entre ambos centros no acaba aquí. "Sería interesante que alguna de ellas pudiera venir a El Puerto y quedarse en nuestra escuela uno o dos meses, así aprendería mucho más y podría trasmitírselo a sus compañeras", propone Remedios. Sin embargo, para estas mujeres abandonar sus campamentos no es fácil porque la administración argelina pone muchas trabas para concederles un visado.

Por eso, y hasta que esta visita sea posible, El Vaporcito enviará regularmente a personal de su plantilla para continuar con la labor formativa. Plantean ya talleres de música y de plástica para los primeros contactos, y más adelante, y si las profesoras de La Güera lo solicitan, formación académica.

El proyecto recoge que los docentes de El Vaporcito se rotarán para viajar al Sáhara. Con todo, Arenas está dispuesta a repetir. "Cuando vas una vez, te pica algo. Asombra ver la capacidad de una gente que trabaja sin recibir nada a cambio, que lucha por mantener unas estructuras en su pueblo a pesar de saber que están de paso, que no pierden la dignidad ni el entusiasmo, que tienen claro a lo que aspiran. No tienen recursos materiales, pero es lo único que les falta".

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