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Inmigración, el ejemplo español

Cuando hablo de "emigración", Sarkozy entiende "inmigración". Ahí reside la primera fuente de confusión. Cuando mi país invierte el 40% de su presupuesto (el único del mundo que lo hace, si no me equivoco, cuando el objetivo para África es del 20%) en formar a profesionales que tengan la capacidad y el talento necesarios para garantizar nuestro desarrollo a largo plazo, la inmigración elegida por Sarkozy tiene como objetivo seleccionar a los inmigrantes (en Francia) y elegir únicamente a aquellos que tienen capacidad o talento. Dos lógicas paralelas pero contradictorias.

Más allá de estas divergencias, todo el mundo sabe que estoy en contra de la emigración de los desesperados, que a falta de empleos y de trabajo remunerado se ven atraídos por el espejismo del Eldorado del Norte. Esto debería acercarnos a Sarkozy y a mí. Pero está el tema de las formas.

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España acaba de sufrir una conmoción de magnitud considerable y con una rapidez que nunca ha conocido Francia. De repente, cientos y cientos de jóvenes africanos desembarcan en sus costas, llegando en piraguas de pesca o en grandes barcas fabricadas ex profeso por los negreros de los tiempos modernos, para transportar a los candidatos a la inmigración que, dicho sea de paso, proceden de numerosos países de África, y pagan cada uno 1.000 euros por una travesía que a menudo acaba en el fondo del océano. Pero España no ha aprobado primero una ley para después venir a explicárnosla y pedirnos que la aprobemos. Evidentemente, cada país es libre de proceder como le plazca, y asumir el riesgo de fracasar cuando intenta imponerse a los demás, cuando todo nos incita a comprendernos. Es cierto que la consulta previa no es precisamente una virtud francesa en nuestras relaciones. La indemnización por retorno concebida unilateralmente por París ha quedado olvidada. El codesarrollo, el último hallazgo, ha sido diseñado y redactado en París. Resultado: fracaso y olvido.

El Gobierno español, por su parte, nos envió a un ministro que en una semana hizo tres veces el trayecto Madrid-Dakar. No para imponernos una ley ya votada (soberanamente), sino para pedirnos que analicemos juntos el fenómeno de la inmigración y la emigración clandestinas, perjudicial para ambos países, con el objetivo de encontrar, mediante la concertación, soluciones comunes. Así se hizo, y firmamos un acuerdo.

No pretendo dictar a Sarkozy lo que debe decidir, al ser Francia un país soberano e independiente. Pero lo mismo es válido para nosotros. Comprendo que Nicolas Sarkozy se vea presionado por las expectativas electorales de 2007. Pero debería saber que yo me encuentro en la misma situación.

Me limitaré aquí a indicar una vía concertada cuyo objetivo es la inmigración cero, siendo el problema de la inmigración ante todo un problema francés. Precisemos el significado de las palabras. Éstos serían los ejes principales:

1. Los sin papeles son extranjeros que, tras llevar en territorio francés un periodo más o menos largo de tiempo, pretenden hacer uso de las posibilidades que ofrecen la ley francesa y las normas para obtener un permiso de residencia. Entre estas vías se pueden mencionar la estancia ininterrumpida durante diez años, la unión con una francesa, etc. Con lo cual, en mi opinión, el problema de los sin papeles es un problema francés. A Senegal sólo le concerniría en caso de malos tratos a sus ciudadanos.

2. En cuanto a los irregulares en situación clandestina que están a punto de ser expulsados de Francia o que están siendo llevados a la frontera, los senegaleses que pertenecen a esta categoría son un problema senegalés. Le he dicho al ministro lo que he repetido invariablemente a todos los ministros que han pasado por la Place Beauvau: que Senegal está dispuesto a ir a buscarlos con escolta senegalesa policial o civil, o a recibirlos. Con dos exigencias por nuestra parte: una concertación previa y el respeto a la dignidad de nuestros ciudadanos, que no son bandidos, sino personas desesperadas que buscan un empleo.

3. Respecto a los senegaleses que pretenden emigrar en piraguas u otras embarcaciones, ayudarnos a vigilar nuestras costas con aviones, helicópteros y lanchas motoras. Es la vía de la disuasión.

4. Enseñar a los jóvenes que pueden ganarse la vida en Senegal mejor que en Europa, y que se respetará su dignidad. Se trata del programa Retorno a la Agricultura (REVA, siglas en francés) que hemos puesto en marcha. Se han identificado cientos de recintos en nuestro territorio que podrán ser explotados para obtener principalmente productos de huerta, que están muy solicitados en Europa y Estados Unidos, donde podemos beneficiarnos de la Ley para la Oportunidad de Crecimiento de África (AGOA, siglas en inglés), que nos permite exportar sin aranceles aduaneros y en cantidades ilimitadas. Lo que nos falta: perforaciones y organización.

5. Se firmará entonces un contrato para la inmigración normal, que impedirá al mismo tiempo que los profesionales que hemos formado sean captados por la economía europea, o se les exigirá que devuelvan el gasto en estudios que hemos adelantado para su formación. Las relaciones entre nuestros países no podrán sino mejorar. Y la emigración (para Nicolas Sarkozy) no será más que un mal recuerdo.

Abdulaye Wade es presidente de Senegal. Traducción de News Clips. © Le Monde, 2006

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