Euskadi habla de la paz
Los vascos intentan conciliar el sueño del fin del terrorismo con años de heridas abiertas
Anaut Patterson Mendiola llegó al pueblo guipuzcoano de Oiartzun con seis años. Enseguida se dio cuenta de que el euskera heredado de su madre funcionaba como una llave muy eficaz. Gracias a ella conseguía entrar en las habitaciones que se le cerraban por su apariencia de extranjero. Ahora tiene 21 años, estudia biología en la Universidad del País Vasco y espera convertirse pronto en investigador. "De unos meses para acá", explica, "ese grupo de estudiantes que rompía y ensuciaba la universidad se dedica a repartir panfletos y a organizar conferencias. Hasta hace poco querían cambiar la realidad con el hacha en la mano, ahora parece que prefieren dialogar".
-Sí -subraya-, ahora se respira mejor.
No son pocos los que, como Begoña Mendia, están más preocupados por la actitud de los ciudadanos que por la labor de los negociadores
"Yo tengo clientes que me dicen: 'No me des una bolsa de las tuyas, que me da miedo ir por el pueblo con el nombre de tu tienda", cuenta Abascal
No son pocos los vascos que coinciden con Anaut. Desde la acera de su calle, y no sin sobresaltos, van constatando esa nueva realidad. El aire está más limpio. Se respira mejor. La violencia callejera ha desaparecido prácticamente y el alto el fuego de ETA, aun sin ser definitivo, alimenta los sueños de un futuro por fin en paz. Sin embargo, las frustraciones pasadas -tres décadas de asesinatos, treguas que hacían albergar la ilusión para luego romperse de forma sangrienta- atenúan cualquier demostración de optimismo. Casi todos coinciden en que la labor que tiene por delante el presidente del Gobierno es muy difícil y ponen de ejemplo gráfico esta semana.
El lunes, los rumores apuntaban a que José Luis Rodríguez Zapatero anunciaría el inicio de los contactos con ETA. Pero la actitud del etarra Txapote y de su novia en la Audiencia Nacional ensombrecieron de nuevo el horizonte. No son pocos los que, como Begoña Mendia, profesora de administración pública en un instituto de formación profesional de Bilbao, están más preocupados por la actitud de los ciudadanos que por la labor de los negociadores. "Se le está dando demasiada importancia", dice Begoña, sentada en una cafetería de la Gran Vía de Bilbao, "a la negociación del Gobierno con ETA frente a lo que yo creo que es una labor más importante: la regeneración moral del país. Los terroristas tienen que reconocer el daño causado. Creo que si las personas que han estado en ese ambiente reconocen su derrota, no una derrota militar, sino una derrota moral o ética, ello indicaría que algo en su interior se está moviendo y les sería más fácil dar el siguiente paso: pedir disculpas, pedir perdón".
Jarro de agua fría
De ahí que la actitud de Txapote haya supuesto un jarro de agua fría para los optimistas y un espaldarazo para los que no confían en el proceso. Entre estos últimos se encuentra, y de forma muy destacada, Santiago Abascal, dueño de dos tiendas de moda en Amurrio (Álava) y significado militante del PP. Si las conversaciones entre el Gobierno y ETA dieran resultado y el alto el fuego se convirtiera en definitivo, él sería -al menos sobre el papel- uno de los principales beneficiados. "A mí", detalla desde el interior de su tienda de moda para caballeros, "me han quemado el comercio, me han pintado los tres caballos que tengo, me han intentado matar en tres ocasiones... Yo montaba a caballo con el que luego fue jefe del comando Barcelona de ETA. Él fue quien dio el chivatazo para que me mataran...". Sin embargo, y pese a que ETA ya lleva tres años sin matar, Santiago Abascal dice que se siente fatal y que su preocupación "es más grande que nunca".
"Del mal llamado proceso de paz", dice, "no sabemos nada. Oímos que el presidente va a hablar con los terroristas. ¿Pero esto es un proceso de paz o un proceso de rendición? Lo único que hay que hablar con ellos es de cuándo y dónde van a dejar las armas. Me da la impresión de que Zapatero nos quiere engañar".
Antes de despedirse, Santiago Abascal entrega al periodista ocho folios grapados donde ha ido recogiendo los "actos terroristas, agresiones y amenazas" que tanto él como su familia han venido sufriendo desde 1981. "No creo que vivir así me haya radicalizado", asegura, "pero es muy duro tener que convivir con el miedo de la gente. Yo tengo clientes que, después de comprarme una camisa o unos pantalones, me dicen: 'No me des una bolsa de las tuyas, que me da miedo ir por el pueblo con el nombre de tu tienda".
Julia Liberal y Ruth Azofra están sentadas en un hotel de Vitoria. Las dos son empresarias. Julia tiene un negocio de carpintería metálica y otro de conciliación familiar. Ruth se dedica a la rotulación en braille. Las dos dicen entender el temor de Santiago Abascal y de todos los que han visto tan de frente, tan cerca, el terror de ETA. "Yo entiendo", dice Ruth, "que las familias de las víctimas de ETA no quieran que el Gobierno acerque a los presos al País Vasco, pero yo, entendiéndolas, quiero que la paz llegue y que para ello se haga todo lo razonablemente necesario". Julia va más allá: "Yo no quiero que los presos salgan a la calle, pero entiendo que la ley hay que aplicarla. Y si ETA deja de matar y la ley dice que los presos tienen que estar cerca de sus casas, ¿por qué no los van a acercar? A ningún detenido por violencia doméstica, que también es una forma de terrorismo, se lo llevan a la prisión de El Puerto. Todos se quedan aquí, bien cerca de la mujer a la que han querido matar".
Resulta curioso, pero Julia y Ruth ya hablan del terrorismo y sus consecuencias en pasado. Dicen que "antes" se veía el País Vasco como un lugar peligroso donde apenas ningún empresario se "atrevía" a invertir y que, cuando fueron nombradas representantes de las empresarias de Álava, sus respectivas familias se preocuparon ante la posibilidad de que sus fotografías salieran en los periódicos. "Ahora todos estamos más tranquilos", añaden; "hay compañeros nuestros que ya están pensando en prescindir de los guardaespaldas".
La conversación con Julia y Ruth discurre por los terrenos de lo práctico. Hablan incluso de encontrar soluciones para "los 500 o 600 que no están en la cárcel pero que han estado alimentándose del terrorismo y ahora se quedarán en paro". Sólo en posiciones intermedias se da por hecho -se confía casi ciegamente- que Zapatero tendrá éxito en su difícil empresa. El escepticismo de Abascal sólo es comparable al que reina en la otra orilla.
Galder González tiene 23 años y ya ha estado preso. Pasó cuatro meses en la cárcel de Alcalá Meco acusado de un presunto delito de colaboración con banda armada. Fue juzgado y absuelto. Ahora es el presidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad del País Vasco. Se presentó por Ikasle Abertzaleak (estudiantes nacionalistas). Vive en Alsasua, una zona de Navarra donde HB es predominante. "Sí", dice, "yo creo que es bueno que el Gobierno hable con ETA, pero creer que por ahí va a venir la solución del conflicto es pecar de ingenuidad o no ser realista. El conflicto político nace antes de ETA y la solución no es paz por presos o paz por legalización. Lo que se tiene que discutir son los nudos gordianos del conflicto: la territorialidad y el derecho a decidir".
Dice Galder que la izquierda abertzale siempre ha reconocido que ha causado sufrimiento. "Siempre que ha habido un atentado", añade, "hemos dicho que es lamentable que se den estas situaciones. Pero para mí es jugar sucio exigir a la izquierda abertzale que diga eso y que luego nadie diga que nosotros también hemos sufrido. Yo he sufrido la violencia tanto como alguien que está amenazado. Yo he sido detenido y encarcelado. Yo conozco a uno que le han quemado el coche, pero no reconozco que haya sufrido más que un familiar de un preso. ¿Quién ha sufrido más que otro? Tiene que llegar un momento en que la sociedad diga: aquí ha pasado esto, ha habido este sufrimiento, un sufrimiento grande, pero no con ánimo de meter el dedo en el ojo y de decir has sido tú, has sido tú. Reconocer lo que ha pasado y buscar una reconciliación. Pero eso será algo a largo plazo...".
Lectura muy particular
Tan a largo plazo que Galder, viendo el otro día por televisión el incidente entre Txapote y la familia de Miguel Ángel Blanco, hizo una lectura muy particular: "Yo he visto más impresentable -si se puede decir que es impresentable lo de Txapote- lo de la familia de Blanco, bastante más. Llamarle hijo de puta a un familiar de un preso, llamarle hijo de puta... Esa persona tiene una ideología, él dice que es de ETA y es de ETA, no lo tiene por qué negar, y si considera que tiene que mantener esa postura, él lo habrá meditado. Yo no me voy a meter con él. Pero las posturas que ha habido en el juicio y antes, con insultos a los acusados y a los periodistas, me hacen dudar de que esa gente sea capaz de llegar a una reconciliación...".
Dice Galder que, no obstante, a él no le gustaría que ETA volviera a coger las armas. "Espero que no pase y creo que no va a llegar esa situación, pero también hubo una tregua en el 98 y luego volvieron los atentados... Hay que tener en cuenta que el tema de la violencia no está superado. Sigue habiendo controles de carretera, sigue habiendo 700 presos, se siguen produciendo detenciones...".
Jesús Ramos se queda pensativo. Él conoce a mucha gente que piensa como Galder. Son sus vecinos en Portugalete (Vizcaya). Trabajaron con él en la Margen Izquierda. En Altos Hornos, en La Naval... Ahora, muchas de aquellas empresas están cerradas, y ellos, jubilados antes de tiempo. A Jesús Ramos le mataron a su mujer. Maite Torrano recibió el impacto de una botella incendiaria el 25 de abril de 1987. "La víspera del aniversario del bombardeo de Gernika, no se me olvidará nunca". Jesús se quedó solo con una hija de 11 años y un hijo de 13. "Yo te puedo decir que a mi mujer la veo todos los días y a todas horas. Es como una antorcha encendida que va conmigo para un lado y para otro". También, aunque afortunadamente no tanto, ha visto a sus asesinos. "Y a sus padres. Aquí nos conocemos todos. Al padre del que mató al concejal socialista de Orio me lo encontré en la charcutería comprando que si una paletilla, que si salchichón, que si un chorizo, y me dice: 'Es para mandarle un paquete a mi hijo, que está en México', y tú dices: 'Sí, en México...'. Y le dices: 'Me cago en Dios, Joseba, no me vengas con historias. Tu hijo es un asesino, ¿tiene que estar en la calle? Y mi mujer, ¿dónde está? Y a mi mujer, ¿quién la trae? ¿Y quién le devuelve a esa hija el padre? Y a los nietos del de Orio, ¿quién les devuelve a ese abuelo que tu hijo le ha dado dos tiros en la cabeza? ¿De qué vais? Es que encima sois los mártires. Pues no, macho, lo siento mucho'. Así lo hemos hablado, vis a vis, en la charcutería, y nos seguimos saludando, hola y hola, sin más...".
Es la mejor manera que tiene Jesús de contar que sí, que bienvenida sea la paz, que no espera que le pidan perdón -"nunca lo han hecho"-, pero que ojalá Zapatero tenga suerte y acabe con tanto sufrimiento. Jesús se despide con un apretón de manos que es un abrazo, en la puerta del bar de la Casa del Pueblo de Portugalete, junto a la ventana por donde entró el fuego que mató a su mujer. Un lugar que jamás cerró pese a las muchas veces que fue atacado e incendiado, y que ahora espera la paz con alegría y cautela.
Juan Zubillaga acaba de volver de Nicaragua. Profesor jubilado de física, se fue de "cooperante consorte" a una comunidad indígena del norte del país. "Allí había sandinistas, de la contra, liberales... Hasta no hacía mucho se habían estado matando entre ellos. Se conocían de haber estado frente a frente. Y en la junta de comunidades estaban todos. Trabajaban, tenían un interés común. Así que si ellos lo hacían, se puede hacer. Pero hace falta un gran esfuerzo. Y hay un orden. Lo primero es que ETA tiene que dejar claro que ha dejado el asunto. Y con el tiempo, también el Estado tendrá que reconocer que hay algunas cosas que hizo mal. Una comisión de la verdad ayudaría, porque no puede haber nadie que se escape sin explicar lo que hizo. Que Txapote explique cómo lo hizo, y que se arrepienta, y que diga que estuvo muy mal, aunque esto sea una cosa de la que ahora se está bastante lejos por lo que hemos podido ver en la televisión...".
Que se avergüencen
Juan Zubillaga dice tener muy claro que la política tiene que estar fuera de lo que el Gobierno hable con ETA, pero que, a partir de ahí, entiende y desea que la negociación no sea retransmitida en directo. "Me gustaría que los asesinos se avergüencen de lo que han hecho, pero también que las víctimas sean capaces de ver que si todo esto se arregla, no deben estropear las cosas. Ya sé que es muy difícil. Hará falta tiempo, pero soy optimista. Me puede el deseo. Lo cierto es que yo tengo amigos que tienen escolta y del alto el fuego para acá los veo más alegres, más relajados".
Sin conocerse, Begoña Mendía, la profesora de formación profesional, y Juan Zubillaga coinciden en varios aspectos. "Es muy importante", dicen al unísono, "que de las conversaciones con el Gobierno, ETA no salga legitimada". Y hay otra cuestión, añade Zubillaga: "No podemos echar la culpa en exclusiva a los que están en la cárcel. Hay mucha gente, y entre ellos a lo mejor yo, que en un momento no nos parecieron del todo mal las acciones de ETA. Hay que tener en cuenta que esos que están en la cárcel lo pudieron hacer porque encontraron una cierta complicidad fuera. Luego, los demás fuimos despertando, siempre mal y tarde. Lo que yo deseo es que Txapote, aunque va muy tarde, también llegue a despertar algún día. Y si no, que al menos aprenda a callarse y que otros presos vayan dando ese paso...".
Dice Anaut Patterson que en Oiartzun, un pueblo dominado por lo más radical de los radicales, también se va notando cierto cambio. Aún hay demasiadas habitaciones cerradas, las fotografías de los presos siguen colgadas del Ayuntamiento y la disidencia es casi un acto de heroicidad, pero al menos las conversaciones se van abriendo. Y todos dicen desear, cada uno a su manera, que ETA no vuelva a coger las pistolas.
Repulsa ante la arrogancia de Txapote
NO HAY UN ENTREVISTADO que no se refiera a la actitud chulesca de Javier García Gaztelu, Txapote, y de su novia, Irantzu Gallastegi, ante el tribunal de la Audiencia Nacional y de la familia de Miguel Ángel Blanco. "El respeto a las víctimas es fundamental", dice Juan Zubillaga. "De política habrá que hablar, pero antes habrá que dejar eso zanjado". El malestar incluye a parte del entorno de Batasuna. Un miembro de la formación ilegalizada aseguró a este periódico que la actitud de Txapote ha hecho un flaco favor a sus objetivos y de muchos de los presos de ETA, que están siguiendo el proceso en silencio y con gran expectación. "Nuestro mensaje de los últimos meses", explicó la citada fuente, "ha sido muy claro en ese sentido: nunca nos hemos alegrado con el sufrimiento causado". Sin embargo, la imagen de Txapote parecía sugerir lo contrario. Begoña Mendia, la profesora de Formación Profesional, considera, pese a todo, que entre los presos también "habrá muchos que estén reflexionando". "Yo entiendo", explica, "que es muy duro porque a fin de cuentas es cuestionar tu propia vida; pero habrá muchos que estarán en una onda nueva, aunque no de arrepentidos, con ese mal cartel que tiene la palabra en su entorno, sino de gente que ha madurado, que ha crecido personalmente, y habrá otros recalcitrantes, como Txapote, que siguen
teniendo un comportamiento inadmisible". Ese comportamiento fue precisamente el que le hizo temible durante sus años como jefe de ETA. Dicen los policías que le detuvieron que esa arrogancia, basada en el odio, fue la que indujo a muchos jóvenes a seguir sus pasos.
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