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Reportaje:

Para llegar a Henry James

Roderick Hudson es el primer intento consciente por parte de Henry James de afrontar una novela de envergadura. 1875 es el año en que aparece esta novela en The Atlantic Monthly y también el año en que aparece su primer libro de cuentos recogido como tal (El peregrino apasionado). Las esperanzas de James de hacer lo que él denominaba para sí "la gran novela americana" no acaban de cuajar en este libro, quizá por su desarrollo mayormente europeo, aunque los inicios del personaje en su ciudad natal, muy bien contados, sí responden a un ambiente americano; él reconocerá que se queda corto, pero es que la cumbre a la que aspiraba estaba tan lejos que quizá ni él mismo era capaz de calibrarla en esos momentos. Con todo, Roderick Hudson es una excelente novela que contiene temas sustanciales de su obra; principalmente dos: el tema del artista y el de la confrontación entre corrupción e inocencia. Roderick Hudson es un escultor apresado en una pequeña ciudad americana por su estrecho horizonte. La afortunada aparición de Rowland Mallet, que lo apadrina y se lo lleva a Italia, le abre un futuro de realización personal y artística. ¿Vivir o entregarse al arte? Esa conciliación que parece imposible es la que atormenta el espíritu del joven creador. Mallet opera en la obra como su complementario y a través de él recibimos el relato de los acontecimientos.

Las dos mujeres que inter

vienen en la historia son Christina Light y Mary Garland, prima de Roderick. Mary, una muchacha carente de glamour representa a la joven ingenua norteamericana, encarna la parte de la inocencia. Christina, que es el gran personaje de la obra, es hija de una norteamericana de vida airada y una especie de noble italiano. Es una mujer ambigua en cuanto a su moralidad; y audaz. Es fuerte y no carece de conciencia, pero no consigue desligarse de la influencia de su madre. Al final de la novela se casa bajo presión con el príncipe Cassamassima y así la conoceremos como princesa Cassamassima en la novela del mismo título, que es la que sigue cronológicamente a Las bostonianas. Pero el principal valor de Roderick Hudson hoy es encontrar a un primer James que aún no se ha adentrado en la extraordinaria complejidad de su prosa final y que tiene, sin embargo, todas sus características en una lectura mucho más asequible. Es decir. Es un perfecto texto de iniciación a James.

Las bostonianas presenta un efecto contrario. Aquí no es que no llegue sino que se pasa. Probablemente, siempre en busca de esa representación de lo norteamericano, de la "gran novela norteamericana", la que debía fijar de modo indeleble su visión de la sociedad estadounidense, James hace un verdadero esfuerzo, ahora (1885) en posesión de mayores recursos, y sin embargo se encuentra con que el asunto no le da de sí como para cubrir ese empeño. Asombrosamente, el detallismo, tan caro a James y del que es capaz de sacar un partido infinito pesa en la novela, la abruma. ¿Por qué? Él mismo llega a afirmar que el tema resultó ser, a medida que lo escribía, menos potente de lo que él había creído cuando se lanzó a ello. La lectura actual tiene un sorprendente apoyo en la vigencia de la lucha por la emancipación de la mujer y así es como la ven muchos lectores y como perdura, pero el verdadero asunto -o el verdaderamente apasionante- en el que se vuelca James es, en realidad, el que parte de su intención inicial (el retrato social norteamericano) para dirigirse a otro: la lucha de Olive Chancellor por la posesión de Verena Terrant. No se trata de una relación de corte erótico entre mujeres, como también se ha pretendido ver, sino de una relación de amistad. El intento de Olive por impedir la boda de su pupila con Basil Ransom se resuelve en un enfrentamiento entre ambos por el poder, cuya prenda simbólica es Verena y por ahí es por donde se desarrolla lo mejor de la novela.

Se trata, pues, de dos nove

las singulares en la extensa producción de su autor. Roderick Hudson se traduce por primera vez al español, lo que es un acontecimiento en sí mismo. Para la segunda, Mondadori recupera acertadamente la traducción de Sergio Pitol que publicara hace ya muchos años Carlos Barral. Son dos caminos de entrada a Henry James excelentes y no deja de asombrar la comprobación de que, aun con sus insuficiencias respecto a lo que son sus obras maestras, valen más que la mayor parte de lo que se escribe y publica en estos tiempos.

Henry James. Roderick Hudson. Traducción de Pedro Calayatud. Funambulista. Madrid, 2006. 528 páginas. 16 euros. Las Bostonianas. Traducción de Sergio Pitol. Mondadori. Barcelona, 2006. 528 páginas. 20 euros.

Henry James (1843-1916) visto por Loredano.
Henry James (1843-1916) visto por Loredano.

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