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Reportaje:

Palabras y 'efectos especiales' en Basilea

Clausurada el domingo pasado con grandes manifestaciones de entusiasmo ante un mercado del arte nuevamente en alza, Art Basel ha confirmado su hegemonía en el sector. Galeristas satisfechos, compradores contentos, artistas henchidos. Unos 56.000 visitantes que se pusieron al día con lo más granado de la creación plástica internacional, si fueron capaces de digerir semejante banquete visual. La feria de arte de Basilea es, al fin y al cabo, el gran directorio del arte del momento, el Quién es quién de la escena mundial. Con todo ese barullo resulta difícil, o demasiado aleatorio, subrayar lo más relevante entre lo expuesto por las galerías y tal vez resulte más ilustrativo un recorrido lento por la selección presentada en la sección Art Unlimited, con 74 piezas elegidas por el comisario suizo Simon Lamunière.

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Uno de los criterios iniciales fue el de presentar piezas que tendrían difícil cabida en las galerías. La escala, por tanto, salía favorecida. Y así saltaba a la vista en un primer recorrido donde el móvil de Xavier Veilhan desplazaba sobre las cabezas unas enormes esferas negras, proporcionales sólo a las chinchetas de Perejaume, los taladros de Infinities en la habitación de espejos de Kader Attia, o el mural de James Rosenquist, en conmemoración de la firma de la Declaración de Derechos Humanos. Pero más allá de extravagancias y proyectos ambiciosos, se multiplicaba la sensación de cierto afán de espectacularidad, la condescendencia con los "efectos especiales". Como es arte, no eran gratuitos, pero el conjunto de las grandes piezas -incluido el carrusel de espejos de Carsten Höller, las palabras formadas con caídas de agua de Julius Popp, la larga mesa antigravitatoria de Junya Ishigami, la furgoneta curvada por telequinesis de Erwin Wurm o la habitación giratoria de Martin Kersels- parecía el contenido de una exquisita feria de atracciones.

Eso, a primera vista. En el fondo había otras piezas mucho más sutiles que daban la réplica. Dentro del reino de la palabra cabría destacar el extremo miniaturista de la propuesta de la noruega Vibeke Tandberg, que presentó una serie de collages titulada IHT sept. 29, 2004, que despoja de palabras el contenido de un periódico, para formar con ellas listas de nombres de pila, países, abreviaturas, palabras sin sentido, partes del cuerpo o webs. Las palabras son también lo que queda de la acción del suizo Hamish Fulton, que deja testimonio de su paseo entre Basilea y Engadin (2005) a través de su diario magnificado. La Ribot llenó su espacio de carteles de cartón con palabras sobre la guerra, el terror, la ayuda y la muerte en su Agujero de risa, donde la madrileña hizo una performance.

Pero si de palabras se trata, el peso recae en instalaciones como la del ruso Ilya Kabakov, que delimitó una cancha de tenis con pizarras en las que se desarrollaba un intrincado diálogo sobre la bestia humana, el instinto y la inteligencia. El partido de tenis (19962001) es, más bien, una esgrima verbal entre el artista y el filósofo alemán Boris Groys.

La norteamericana Barbara Kruger, que desde hace más de dos décadas ha trabajado en composiciones de fotografía y frases, presentó una inquietante videoinstalación en las cuatro paredes de su espacio, que consistía en la conversación entrecruzada de 12 personajes. Twelve (2004). Es un trabajo sobre la imposibilidad de la comunicación. Otros vídeos destacables fueron los de David Claerbout (Whitehouse, 2006) aparentemente una historia violenta que es en realidad un estudio sobre la luz sobre el paisaje; el de Alicia Framis (Secret strike Tate Modern, 2006), la huelga íntima de los empleados del museo, y otros que parecían reclamar su prehistoria con el uso evocador de proyectores de cine.

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'Information room (special investigation)' (1970), de Jospeh Kosuth en Art Basel.R. C. C.

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