Historias de selectividad
Tres alumnos de Huelva cuentan cómo fue el examen que les dará acceso a una carrera universitaria
Rocío Salazar, de 20 años y natural de Gibraleón, salía de la sala siete de la sede dos con un rictus peculiar en el rostro, a medio camino entre la preocupación, el cansancio y la satisfacción de haber terminado el examen. El gesto típico de quien acaba de superar la primera prueba de selectividad. Era martes y Rocío se examinaba en la Universidad de Huelva de la prueba que todo estudiante de bachillerato aguarda con respeto. Como ella, 27.347 estudiantes estaban citados en toda Andalucía para examinarse. Hoy termina esa aventura que comenzó hace dos días.
Rocío salía preocupada con el resultado del examen de Análisis de Textos de Lengua Castellana. "Creía que iba a entrar algo de Juan Ramón Jiménez y me han puesto La Familia de Pascual Duarte, así que he escogido el texto periodístico", dijo. Y suspiró: "selectividad es una espina clavada". Una espina que le clavó un fatal cúmulo de casualidades el pasado septiembre. "No hice selectividad porque no pude coger un avión", explica. Había viajado a Florencia para cursar una beca Leonardo da Vinci de prácticas en empresas. Prácticas que coincidían en el tiempo con la prueba de selectividad. Pero era una oportunidad que no podía desaprovechar.
Rocío se ha independizado y trabaja para pagar sus gastos y el piso que comparte
La madre de María Ángeles destaca el carácter de luchadora y la tenacidad de la joven
"Los responsables de la beca me dijeron que no había problema, que podía volver los días necesarios para hacer selectividad. Compré el billete para el día 18 de septiembre
[el 19 tenía el primer examen]" Pero por culpa de un taxi que llegó con retraso, Rocío perdió el tren que debía llevarla al aeropuerto de Pisa. Finalmente llegó allí 25 minutos antes del despegue. "Y no me dejaron embarcar. Lloré y lloré, pero no sirvió para nada". Era una triste guinda para un año en el que había compaginado sucesivos trabajos temporales con sus estudios de Segundo de Bachillerato, había cursado un ciclo formativo de informática para optar a la beca, y había pasado todo el verano trabajando en un hostal como camarera, "de 8.00 a 20.00, los siete días de la semana".
Pero nueve meses después hablaba con serenidad. Ha estudiado cuando ha podido. Debido a problemas familiares se ha independizado de manera imprevista y trabaja para pagar sus gastos y el piso que comparte. "Y a partir de ahora tendré que pagar mis estudios también", recordaba. Rocío siempre quiso estudiar Psicología Clínica, "pero en las condiciones en las que estoy ahora, prefiero hacer un ciclo superior de Turismo y poder empezara a ganarme la vida pronto". Por eso ha decidido hacer el ciclo superior de Turismo, "así podré trabajar de cara al público, que es lo que realmente me interesa".
Mientras hablaba, Rocío buscaba con la mirada a otras compañeras, mientras comía un pastelito recién sacado de una máquina para retomar energías. Ya habían salido todos los estudiantes de las aulas. El edificio Pablo Freire de la Universidad de Huelva se llenaba de sus voces que se interrogaban unas a otras sobre el resultado de la prueba. Muchos reían. Otros miraban al infinito de la pared de enfrente, como idos. Y alguno se golpeaba en la frente y exclamaba "¡¿No me digas que era eso?".
Estaba siendo un día largo. Tras Lengua Castellana estaban a punto de almorzar otros 90 minutos de Análisis de Texto Histórico o Filosófico. Aunque, Alberto García, de 18 años, y estudiante en el IES San Sebastián de Huelva, sólo necesitó poco más de una hora para terminarlo. Fue de los primeros en salir y se sentó despatarrado en uno de los bancos del aulario a comentar el examen con un compañero, Antonio Romero. "Yo creo que no me ha ido mal. Estaba muy tranquilo, porque nunca me pongo nervioso antes de los exámenes", dijo Alberto, que quiere estudiar Informática. Su colega de banco y de instituto, resoplaba. El próximo examen era el de Análisis de Texto en Lengua Extranjera. El postre para terminar la jornada. "En ese saldremos en seguida, yo porque no tengo ni idea y Alberto porque sabe un montón", decía divertido Antonio. "Yo es que canto. Es lo que más me gusta. Y lo hago en inglés, por eso tengo buen oído y facilidad", explicaba Alberto En su cabeza hay una fecha clavada que nada tiene que ver con las asignaturas de selectividad. "El 17 de julio me voy a Sevilla. Es el casting de Operación Triunfo y voy a ver qué pasa", dice con total seriedad. ¿Y si lo eligen, qué escogería entre Informática y la Academia de OT? "Ni me lo planteo todavía. Primero tendría que pasar la primera prueba, luego ya veremos. Mientras tanto, canto para mis amigos y en alguna verbena".
Cuando los alumnos desaparecen, los pasillos los pueblas estudiantes universitarios que se asoman con curiosidad a las aulas donde se examinan futuros colegas como María Ángeles Aguilar, de 20 años.
María Ángeles se acerca mucho al examen de idiomas que se ha impreso con caracteres grandes para facilitar su lectura. Tiene una deficiencia visual importante, pero ésta no le impide haber estudiado. "Quiero hacer Derecho y poder trabajar en la ONCE", señala. No es tímida, pero sí de pocas palabras. "Ya no estoy nerviosa, pero sí cansada". "Las dos semanas de antes he estado estudiando mucho. Y ha sido duro, teniendo la fiesta del Rocío en medio". Ella lo sabe bien porque vive en Matalacañas, a dos pasos de El Rocío.
Para su madre, María Ángeles es un milagro, ya que nació a los cinco meses del embarazo. "Los médicos casi me dijeron que no contara con ella. Pero es muy luchadora y salió adelante. Y sigue", afirma con orgullo su madre.
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