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PASAJES DE PARÍS / 4
Columna
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Sus usos culturales

Los pasajes de París son un producto urbano, al mismo tiempo instrumento y resultado de la transformación de la ciudad, que han sido protagonistas de muy diversos usos culturales: arquitectónicos, literarios, teatrales, de ocio etcétera. Usos que responden a la voluntad de cubrir con el velo de la cultura los desafueros especulativos de la especulación inmobiliaria; a la par que a la irrepresible ostentación suntuaria en que se complace la burguesía emergente; y, por qué no, al disfrute auténtico de la creación y la belleza que los burgueses acaban de descubrir.

La arquitectura, arte mayor en el mundo de la cultura, encuentra en el estilo su primera expresión creativa que se refleja tanto en los elementos estructurales como en los decorativos. Partiendo del modelo original, representado desde 1800 por el pasaje de los Panoramas, los pasajes se inscriben en dos grandes épocas estilísticas: el neoclasicismo que llega hasta 1830 y cubre el Primer Imperio, la Restauración y el reinado de Carlos X, y lo que se ha designado como eclecticismo, que abarca esencialmente el reinado de Luis Felipe y se agota con la II República.

A la primera pertenecen el pasaje Montesquieu, el de la Opera, la galería Vivienne, el pasaje Choiseul, el del Grand-Cerf, el del Ponceau, las galerías Vero-Dodat y Colbert, y los pasajes de Vendôme, Bourg-l'Abbé y Brady. A la segunda, los pasajes del Prado, Puteaux, Richer, el Havre, Jouffroy y Verdeau con las galerías Bergère, Cherbourg y del Comercio y la Industria.

Esos años, 1800-1848, representan la edad de oro de los pasajes. Su rasgo más característico son los espaciamientos o tramos de la misma dimensión repetidos de forma regular y que nos vienen de las iglesias románicas, de las catedrales góticas y muy abundantemente de los palacios renacentistas. La especificidad de los tramos de los pasajes deriva de su función comercial, ya que separan unas tiendas de otras, así como del diverso tratamiento de que son objeto, aunque todas tengan unos mismos elementos básicos: un zócalo y un pilar recto, un capitel con molduras que enlaza con la primera cornisa y sostiene los arcos en su parte cimbrada adornada con una ménsula y con ojos de buey en las mochetas.

La distribución de las casas en los pasajes es sustancialmente la misma: la tienda ocupa la planta baja y su fachada consta de un escaparate, una puerta de entrada en la posición central y unas columnas que la enmarcan. Encima está el entresuelo, espacio que sirve para el almacenamiento y al que se agregan dos niveles que funcionan como vivienda, unida a la tienda por una escalera de caracol que lleva también al sótano.

Las puertas y los suelos son componentes importantes en la arquitectura de los pasajes. Las primeras son como porches, cuyo prototipo es el arco de triunfo con una apertura incurvada y encuadrada por pilastras, profusamente decoradas con estatuas y cariátides, situadas encima de la cornisa, y con el nombre del pasaje grabado en el dintel superior del vano. En el pasaje Choiseul se superponen el vano cimbrado y el frontón triangular a la altura de la primera planta, mientras que en el Colbert, el dintel recto aparece coronado por una ventana en forma de frontón. Las puertas permiten cerrar los pasajes, lo que los dota de un estatuto mixto: público durante el día y privado por la noche.

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Los suelos pertenecen a los elementos estructurales, pero desempeñan un papel importante en la decoración, gracias al revestimiento con mosaicos, como los del ceramista italiano Faccina, que en la galería Vivienne dibujó una espléndida alfombra de arabescos, o como sucede con los mármoles polícromos subrayando la implantación de las columnas en la galería Colbert y con el resplandeciente pavimento marmóreo de la galería Vero-Dodat.

Los pasajes responden al proceso de democratización del arte propio del siglo XIX, y la decoración tiene un papel decisivo en ese proceso. Decoración inspirada en los valores artísticos dominantes en esa época, como puede verse en la impronta del estilo pompeyano en diversas galerías, en especial Colbert y Vivienne y en los motivos egipcios, consecuencia de la campaña de Napoleón en Egipto, cuya manifestación más patente es el pasaje del Cairo con las tres grandes caretas de la diosa Hathor en la planta primera.

Arte e Historia, actividad comercial y creación cultural, especulación financiera y compromiso artístico forman en los pasajes un entramado, en el que como Benjamin vio con tanta pertinencia, el dentro y el fuera, lo público y lo privado, lo opaco y lo transparente confieren a la materialidad de lo construido un cierto más allá inmaterial. Que los usos literarios y de ocio urbano nos permitirán el sábado próximo confirmar.

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