Consultas con mi almohada
Lo consulté con la almohada y la almohada me dijo que no dijera nada. Necesité resuello y recurrí al café con croissant. Ingerí un trago amargo y mordí un cuerno crujiente. También me mordí la lengua. Dolió. Recobré valor y perdí autoestima. La selección española había ganado a Ucrania. Pero, al parecer, sin mí. La utilización partidista que se pretende hacer del primer triunfo de España en este Mundial me repatea. Desde un punto de vista periodístico es inicuo apresurarse a capitalizar políticamente la victoria deportiva de todos para exacerbar, aún más, los ánimos de algunos. De hecho, mi almohada ya me había prevenido, noches antes, de lo zafio e insidioso que resultaba ese ¡A por ellos!, más propio de una pelea de gañanes a garrotazos que de un evento deportivo internacional.
PATADAS A LA LUNA
A pesar de todo, en ocasiones, el fútbol tiene belleza. Aunque no siempre. Propicia, a veces, buenos encuentros personales y pacífica convivencia. Y también, a menudo, todo lo contrario. Antes del partido, el rectángulo verde y vacío emana engañosa serenidad. Pronto se convertirá en campo de batalla. Pero en ningún momento debemos olvidar que sólo se dirime un juego y que ahí radica precisamente la presunta belleza. Perder o ganar no es tan importante. Pero el estilo, sí. Recuerdo a Kocsis, de mirada aquilina y recio cuello, alzándose en el aire para cabecear de arriba abajo el balón y, despeinando la hierba, alojarlo en el fondo de la red con la precisión y fuerza de un imparable disparo raso. También recuerdo haber visto levitar sobre el césped a Santillana. Ascendía impulsado por tobillos como muelles y planeaba, manteniendo la horizontalidad a dos metros del suelo, en suspenso y sin alas, dilatando el instante, hasta asestar un certero testarazo a la pelota y batir al portero. Ya no he vuelto a ver rematadores así. Uno era húngaro y el otro español. Los dos sabían volar.
Valga el aserto para recordarnos que, en la memoria, la belleza del momento predomina, de vez en cuando, incluso sobre los resultados y que, en el deporte y sus alrededores, la ética debiera confluir siempre con la estética. Y el estilo ser el cauce donde todos tengamos cabida a la hora de compartir cualquier juego. Pero anoche, mi almohada me dijo algo más...
Si Italia no se cruza en nuestro camino y Brasil no se olvida de su ombligo, podría ser factible ganar, a cara o cruz, a Inglaterra o, a cara de perro, a Alemania. Pero no me gustaría volver a ver a ningún político, cualquiera que sea, exhibiendo una camiseta que no ha sudado.
Gonzalo Suárez, escritor y cineasta, recupera el seudónimo de Martín Girard con el que firmó como periodista deportivo en los años sesenta.
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