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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Salvad el desierto

Una cosa es luchar contra la desertización y otra muy distinta olvidarse de los desiertos, que ocupan la cuarta parte de la superficie terrestre y son la única patria de 500 millones de personas -más de 10 Españas-, o del cuádruple de esa cifra si además consideramos las tierras áridas que todavía no merecen llamarse desérticas pero están haciendo grandes méritos. Según el informe de Naciones Unidas presentado esta pasada semana con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, los expertos medioambientales ven los desiertos como las centrales eléctricas del siglo XXI, pues calculan que una décima parte del desierto del Sáhara, donde nada estorba al sol ni al viento, bastaría para abastecer de energía eléctrica limpia a toda la población mundial. Y en los países ricos, hasta se están convirtiendo en una zona residencial muy demandada. Los jubilados de los Emiratos Árabes Unidos se van a vivir allí, y el desierto de Arizona tiene ahora un millón y medio de habitantes más que hace medio siglo. Los desiertos no son el enemigo a bati

r, sino otra más de las especies amenazadas por la actividad humana. Hay que detenerlos, pero también salvarlos.

La desertificación de otras áreas sigue siendo un problema de extraordinaria gravedad. Cerca de 20 millones de hectáreas de tierra fértil sufren cada año tal degradación que resultan inutilizadas para el cultivo, muchas veces de modo irreversible, y precisamente en las zonas asiáticas y africanas que menos se pueden permitir ese dispendio suicida. Aunque no sólo allí: casi un tercio del territorio español está en riesgo "alto o muy alto" de desertificación, incluida la mayor parte de la superficie de Canarias, Murcia y la Comunidad Valenciana. Si el riesgo se materializa, habrá que hacer nuevas campañas para salvar a esas tres comunidades: no ya de la desertificación de sus tierras áridas, sino de la degradación de sus desiertos.

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¿Cómo se puede salvar un desierto y a la vez evitar la desertificación de otras áreas? De modo muy fácil, puesto que las causas de ambos procesos son las mismas: el cambio climático, la contaminación y las variantes descontroladas del turismo y la caza. Y no todo es cuestión de civilizar al sector industrial: el 16% de las emisiones contaminantes de la UE proviene de los hogares, no de las industrias. El Ministerio de Medio Ambiente ha dado con una fórmula fácil de recordar, y que debería convertirse en un catecismo para el ciudadano: baja, apaga, recicla y camina.

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