El poder de un dedo
Procesos similares al de José Carlos Carballo no han tenido el mismo final. El Tribunal Supremo, en julio de 2004, rechazó devolver la capacidad a un tetrapléjico con síndrome de cautiverio por sus dificultades para expresarse por sí mismo. La diferencia fundamental con José Carlos radica en una pequeña extremidad: un dedo índice. José Carlos puede escribir directamente con su dedo y expresar su voluntad. El otro enfermo no podía hacerlo.
Se comunicaba a través de los párpados y ligeros movimientos de cabeza. Con una pizarra y un abecedario, de forma muy parecida a como lo hacen José Carlos y su mujer, Puri. El Supremo entendió en ese caso que, a pesar de que conservaba intactas sus facultades intelectuales, "tanto cognitivas como volitivas", el enfermo no podía recobrar su capacidad. Denegaba la petición explicando que "el precario medio de comunicación que utiliza puede resultar suficiente para su relación con las personas de su entorno encargadas de su cuidado, pero no es bastante para una comunicación normal con el medio exterior que le habilite para regir su persona y bienes".
"Esa forma de comunicación", concluía la sentencia, "no es espontánea, no se produce a su instancia sino de terceras personas, por lo que carece el recurrente de libertad para llevar a la práctica las decisiones que haya tomado anteriormente, tanto respecto de su persona como respecto de la administración de sus bienes".
Vida en la inmovilidad
En el caso de José Carlos Carballo, el dedo índice y un programa de ordenador, el predwin, que facilita el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales a las personas discapacitadas, han logrado que, partir de ahora, pueda gestionar su propia vida. Así lo ha decidido un juzgado de primera instancia de Valladolid. El Ministerio Fiscal no recurrió la sentencia, que, desde hace escasamente un mes, es firme. La abogada de José Carlos, María Antonia Santiago, cree que también ha sido importante que la juez viera a José Carlos. "Cuando estás con él te das cuenta de que no es un cuerpo inerte" explica. "Es muy impactante ver la vida que tiene detrás de la inmovilidad".
En España se registran unas 113.000 afecciones cerebrovasculares al año, la mayoría de las cuales son ictus. Se calcula que puede haber unas 900.000 personas que los han sufrido y siguen con vida. Unos 300.000 tienen secuelas, como dificultad para hablar o moverse, pero los casos que desembocan en síndrome de cautiverio no llegan a 20. Y, dentro de estos, no todos tienen la misma gravedad. Algunos enfermos recuperan algo de movilidad con una buena rehabilitación. Otros, no consiguen volver a moverse.
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