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Burdeos exhibe el trabajo arquitectónico del estudio de Tagliabue

La exposición reúne fotografías, maquetas y planos de proyectos firmados por el despacho

Benedetta Tagliabue (Milán, 1963) es hoy la cabeza pensante del estudio barcelonés de arquitectura EMTB que en 1993 cofundó con el que fue su esposo, Enric Miralles (Barcelona, 1955-2000). Actualmente, el trabajo de EMTB se expone en Nueva York, formando parte de una retrospectiva dedicada a la arquitectura española contemporánea; en Bruselas, y en Burdeos (Francia), donde acaba de abrirse en los locales del Entrepôt la exposición J'aime beaucoup d'autres choses (Me gustan otras muchas cosas).

La exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo 24 de septiembre, reúne fotografías, maquetas y planos de obras firmadas por el despacho en los últimos ocho años. Se trata de material sobre el mercado de Santa Caterina, el parque Diagonal Mar y la torre Gas Natural, los tres proyectos en Barcelona; del Parlamento de Escocia, en Edimburgo; la biblioteca municipal de Palafolls (Maresme); el campus universitario de Vigo; el barrio portuario de la ciudad alemana de Hamburgo; unas viviendas en Figueres (Alt Empordà), y el pabellón en acero de Arcelor, en Luxemburgo.

"La variedad de proyectos, institucionales y privados, de gran presupuesto y muy modestos, prueban que EMTB no elige, sino que es elegido. Intentamos proponer la mejor solución en cada caso y partimos siempre de un estudio detallado del plano de situación, pues no hay que olvidar que el primer objetivo de un arquitecto es no estropear aún más la realidad existente", explica Benedetta Tagliabue.

Para la arquitecta, tan importante como haber levantado buenos edificios para estudiantes y profesores gallegos es "que el cliente asumiera que hacía falta invertir de igual modo en el paisaje" para dar sentido a lo que hubiera podido ser una mera aglomeración de edificios. En Edimburgo, prosigue Tagliabue, "la topografía también ha determinado el proyecto. Eso y la tradición de armadores de barcos. Queríamos evitar los símbolos clásicos del poder, como la cúpula. Optamos por las estructuras de madera de los cascos de los navíos".

Obviamente el tejado del mercado barcelonés de Santa Caterina es objeto de todas las curiosidades. La analogía con una alfombra voladora no es la preferida por Tagliabue, que habla de "hacer evidente la gama de colores del interior, lograr que desde fuera se viera el mosaico de frutas, verduras, carnes y pescados que los comerciantes exponen dentro, bajo el techo".

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