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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

México es cosa de dos

El debate televisado entre los aspirantes a la presidencia mexicana no ha servido para destacar claramente a un favorito. El encuentro ante las cámaras de los dos candidatos aventajados, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón -primero desde el comienzo de la campaña, ya que Obrador no compareció en abril, y último antes de las elecciones-, había suscitado una desusada expectación. Pero, aparte de dejar una mejor imagen del conservador Calderón y confirmar que la carrera tiene ahora sólo dos protagonistas, ha servido para poco más que la exposición de los habituales lugares comunes y el anuncio de promesas imposibles.

México afronta el 2 de julio unas presidenciales insólitas. Lo son porque por primera vez en muchos años se ignora quién las ganará. Los sondeos, que durante meses daban una ventaja inequívoca al centroizquierdista Obrador, arrojan ahora prácticamente un empate técnico, en torno al 35%, entre el líder del Partido de la Revolución Democrática y ex alcalde de la capital y el derechista Felipe Calderón, del gobernante Partido de Acción Nacional. Los comicios que decidirán el sustituto de Vicente Fox durante los próximos seis años son también los primeros en los que el PRI, dueño absoluto de los destinos del país norteamericano durante más de 70 años, participa desde la oposición.

Probablemente, a López Obrador -cuyo eventual triunfo llevaría a la izquierda al poder por primera vez- le sobre arrogancia y retórica populista. Su argumento básico, que el sistema mexicano necesita un cambio profundo para acabar con la corrupción y los privilegios instalados, no difiere mucho del que utilizó el saliente Fox en 2000, sólo para quedar pronto empolvado. A Calderón le falta por el momento carisma como para enganchar a una mayoría de los mexicanos, que por su generalizada pobreza no sintonizan demasiado con el discurso de un aspirante que ha pasado por Harvard y estudiado en las mejores universidades privadas. Pero el ex ministro de Energía cuenta en esta recta final con el apoyo indirecto de Fox y con un repunte de la economía mexicana, sin duda el tema central de los comicios. Todo sugiere que serán los millones de indecisos quienes decidirán.

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Éstos son tiempos de agitación en Iberoamérica. Numerosos presidentes elegidos no han podido acabar su mandato en los últimos años y el populismo vestido de formas diferentes encuentra de nuevo terreno abonado. Quien gane en México, junto con Brasil el único gigante regional, tendrá que lidiar con una economía estrangulada por los monopolios y una desigualdad social tan alarmante como la corrupción política o la violencia estructural; y administrar con cautela las relaciones con la superpotencia del norte, marcadas por el contencioso inmigratorio y de cuya solución al otro lado de la frontera depende en buena medida la agenda mexicana.

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