Por el puerto de Trabakua, en 'seiscientos'
A pesar de su apariencia frágil, no es difícil imaginar a Karmele Rotaeche al volante de su Seat 600, con una grabadora en el asiento de atrás, en dirección a Ondarroa, trazando las interminables curvas del puerto de Trabakua. "Los vecinos pensaban que quería era aprender euskera. Traté de explicar mis intenciones, pero, como todos los hablantes de cualquier lengua, no comprendían por qué tenía tanto interés en su forma de hablar, cómo alguien podía coger el coche desde Bilbao una vez por semana para ir a Ondarroa sólo con la intención de describir su lengua".
Llevaba un magnetófono de los de entonces, una gran caja negra y aparatosa, que parecía cualquier cosa menos una herramienta de trabajo universitario. Rotaeche recuerda cómo entonces
[finales de los sesenta y principios de los setenta] hubo numerosos estados de excepción. "Y yo, pasando por delante del cuartel de la Guardia Civil con mi caja negra. Ahora puede parecer ridículo, pero pasé miedo y tuve que pedir un certificado oficial de que estaba realizando aquel estudio", dice.
La autora de Estudio sobre el euskera en Ondarroa abrió el camino para posteriores investigaciones sobre las variantes de la lengua vasca. Como lo hizo cuando empezó a dar clases de euskera en la Universidad de Deusto y en la pública; o al estrenar en 1978 la Facultad de Ciencias de la Información; participar en 1979 en la creación de la Facultad de Letras o, también, de la cátedra de Lingüística General. "Tareas agotadoras, pero muy ilusionantes".
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