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Columna
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Camps, ese hombre

Hace una semana, Mariano Rajoy sentenció, en Valencia, que el PP "necesita a Francisco Camps", pero el problema es si Mariano Rajoy necesita al PP. Después de su intervención en el Congreso, con motivo del debate del Estado de la Nación, se despliega, al respecto, una razonable batería de dudas: particularmente, cuando en su réplica a Zapatero se percibió cómo se le iba todo el ímpetu dialéctico a los zancajos. Superó, sin embargo, un fugaz vértigo, y aunque titubeó y balbució no se sabe bien qué, perdió a los puntos. A Mariano Rajoy le están imponiendo, desde la FAES, una oratoria correosa y catastrofista, cuando lo suyo más parece el parlamentarismo ingenioso o el apacible y almidonado discurso del mantenedor de unos juegos florales. Así se explica que en la convención de los populares valencianos, Mariano Rajoy le otorgara la flor natural a Francisco Camps y lo proclamara candidato a la Generalitat. Desde entonces, todo la semana se han escuchado trajines, intercambios de carteras en algunas consejerías, interpretaciones de las mudanzas en el Ejecutivo autonómico, por remodelación, ajuste o desalojo de ciertas prácticas urbanísticas, y críticas al racismo y a la xenofobia de Alfonso Rus, presidente del PP en la provincia de Valencia, quien, como diría Picasso, ustedes tranquilos, que con el tiempo será clavado a su modelo Le Pen. La derecha nativa, después de lavarse la cara, ya ha tomado la senda electoral. Lo dijo el candidato Francisco Camps: "Gobernar y estar en campaña es lo que hace un Gobierno comprometido con los ciudadanos" , y aunque Josep Torrent, en estas mismas páginas, comentó atinadamente el desafortunado contenido de la frase, el cronista tampoco se extraña, a la altura en que estamos, de que Camps confunda su partido político con las instituciones de todos los valencianos: se extremaron, perdieron el socorrido centro y ahora ignoran por dónde cae el norte. Seguramente lo más gratificante para Francisco Camps fue la ausencia del portavoz -o portaeco- Eduardo Zaplana. Y hasta José Joaquín Ripoll, presidente del PP en la provincia de Alicante y uno de los paladines del zaplanismo menguante, observa un cauteloso acercamiento a Camps, pretextando que "nos vamos a dejar la piel", aunque previamente se la hayan sacado a tiras. Pero esas maniobras no significan más que, unos y otros, están a la que cae, y la credibilidad del anterior presidente autonómico hace aguas por todas partes. De modo que el PPCV continúa quebrado, por más que Rajoy pretendiera disimularlo, en los actos del domingo último. Francisco Camps trata ahora de revalidar la presidencia. Y aunque la demoscopia se le muestra propicia, ya no lo hace con demasiado entusiasmo. Para la oposición, en general, Camps se desfonda. Para Glòria Marcos, coordinadora de EU, es un hecho la debilidad del presidente, y tras los cambios efectuados en el Consell, solo podrá gestionar el camino hacia la derrota electoral. En fin, pronósticos, auspicios, análisis, probabilidades y hasta un quizá Camps, aquel hombre. ¿Qué, le va?

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