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Reportaje:FUERA DE RUTA

Río de Janeiro de las mil sambas

Ciudad bendecida por la naturaleza a la que cantó Antonio Carlos Jobim

El aeropuerto se llama Antonio Carlos Jobim. En la terminal 2, una placa lo recuerda: "Homenaje de la nación brasileña al hombre que supo cantar la belleza de Río". Antiguamente, los aviones se posaban en el Santos Dumont, en pleno centro, en una pista a escasos metros del mar. Un privilegio que hoy sólo tienen los pasajeros del puente aéreo Río-São Paulo. El avión prácticamente acaricia la mole rocosa del Pan de Azúcar mientras se contemplan los 710 metros del Corcovado y la gigantesca estatua del Cristo Redentor que, de noche, fosforescente, parece surgido de la nada, con sus brazos abiertos sobre la bahía de Guanabara. Fred Astaire y Ginger Rogers veían ese espectáculo deslumbrante por la ventanilla. La película era Flying down to Rio (Volando hacia Río de Janeiro). En aquel musical, la famosa pareja bailaba The Carioca, la canción con la que Caetano Veloso abre su disco en inglés A Foreign Sound.

Con los años sesenta llegó la hora de Ipanema: un Saint-Germain-des- Prés o un Greenwich Village con playa al lado. En una mesa del bar Veloso -desde 1966, Garota de Ipanema- se escribió supuestamente la canción ("Chica de cuerpo dorado, / su bamboleo es más que un poema, / es la cosa más linda que ya vi pasar")
Caserones restaurados, como el Río Scenarium, de día tienda de antigüedades y de noche local con música en directo, y lugares como la Fundição Progresso o el Circo Voador congregan a la juventud más inquieta. Y en 'gafieiras' como Estudantina o Elite se puede bailar samba a la antigua usanza con una orquesta

El nombre de la ciudad nace de un equívoco: la escuadra de Gonçalo Coelho, guiada por el florentino Américo Vespucio, habría confundido la bahía con la desembocadura de un río. Era el 1 de enero de 1502 y bautizaron el lugar como Río de Janeiro (enero, en portugués). La ciudad -entonces una aldea- no se fundó hasta el 1 de marzo de 1565. El hidalgo Estácio de Sa le puso São Sebastião -homenaje al rey de Portugal y al santo asaeteado- do Río de Janeiro.

La bahía de Guanabara revelaba sus playas, montañas, ensenadas, islas, lagos y bosques. El edén. Un viajero definió Río como un paisaje con casas; un embajador dijo que es la única ciudad que no ha logrado expulsar de ella a la naturaleza, y Le Corbusier, que parece dispensar cualquier colaboración humana.

Río de Janeiro, en mil canciones

En 1934, la eufórica Cidade maravilhosa se convirtió en su himno. Noel Rosa, un Cole Porter carioca, escribió en Cidade Mulher: "Ciudad más bella que la sonrisa (...) Ciudad patrón de belleza. / Fue la naturaleza la que te protegió. / Ciudad de amores sin pecado".

En Flying down to Rio aparecía -simulado en estudio- el Copacabana Palace, inspirado en los lujosos hoteles de la Riviera francesa. Al inaugurarse en el año 1923 -aún no se había construido la ancha avenida con aceras de mosaicos diseñadas por Burle Marx-, daba directamente a la playa. Su Golden Room acogió a artistas como Marlene Dietrich o Edith Piaf. Hoy, sin embargo, sólo se usa para bodas y banquetes.

"Copacabana, princesita del mar", dice una canción de 1945. Entonces actuaban en sus casinos -y en el de Urca- Bing Crosby, Yves Montand o Maurice Chevalier. En verano, la kilométrica playa en forma de curva -una de las postales de Río- sirve de grandioso escenario para conciertos de figuras brasileñas. Cabe la posibilidad de oírle cantar Pais tropical y Mas que nada a Jorge Benjor, gratis, entre decenas de miles de personas.

El barrio cosmopolita se masificó -en 1920 había 17.000 habitantes, y ahora más de 150.000- y su población ha envejecido. A dos manzanas del hotel, en la calle de Duvivier, está el Beco das Garrafas -así llamado, callejón de las Botellas, porque éstas servían de arma arrojadiza a los vecinos hartos del barullo-. Ya no es más que un vago recuerdo de los días gloriosos de los clubes. Cuando las boates -Vogue, Plaza, Arpège...- permanecían abiertas hasta las seis de la mañana. Todas con música a cargo de conjuntos, tríos o pianistas, que tocaban boleros, mambos, tangos, foxes y jazz samba. Humo y mujeres fatales. "Santa promiscuidad", decía Vinicius de Moraes.

Con los años sesenta llegó la hora de Ipanema: un Saint-Germain-des-Prés o un Greenwich Village con playa al lado. En una mesa del bar Veloso -desde 1966, Garota de Ipanema- se escribió supuestamente la canción ("Chica de cuerpo dorado / su bamboleo es más que un poema / es la cosa más linda que ya vi pasar"). Pero como indica el periodista Ruy Castro, Jobim y Vinicius de Moraes eran hombres serios que iban allí a beber, no a trabajar.

Más ternura que pasión

Nacía la bossa nova, música intimista y urbana. "Más una mirada que un beso, más ternura que pasión, más un recado que un mensaje", escribió Vinicius en la contraportada de un disco. La música refinada de Jobim, creador de Wave o Desafinado, traducía el alma carioca. El Maestro Soberano -como le llamó Chico Buarque- dio a conocer el nombre de Ipanema con aquella muchacha de suave balanceo que cruzó los mares y conmocionó a medio mundo. Pocas huellas quedan en la urbanizada Ipanema actual. Aunque haya clubes como el Mistura Fina, con buena programación.

El Río de principios del siglo pasado ha renacido en el céntrico barrio de Lapa, que ya no es el reducto de locales de dudosa reputación en que se había convertido. La vida nocturna, a partir de la recuperación de cientos de edificios, iluminó de nuevo el que fuera antaño corazón de la bohemia con sus cabarés, restaurantes y burdeles. Jóvenes instrumentistas extraordinarios revitalizan el choro. Sus cavaquinhos, bandolins, clarinetes, guitarras y panderos traducen a un lenguaje moderno ese endiablado ritmo de 2/4 con aire melancólico.

En la Travessa do Ouvidor, donde se establecieron modistas franceses, y centro de la vida mundana por donde caminaba Pixinguinha, una estatua recuerda al genial autor de Carinhoso. Caserones restaurados como el Río Scenarium, de día tienda de antigüedades y de noche local con música en directo, y lugares como la Fundição Progresso o el Circo Voador, bajo los arcos por los que circula el último tranvía de la ciudad, congregan a la juventud más inquieta. Y en gafieiras como Estudantina o Elite se puede bailar samba a la antigua usanza con una orquesta. En otros establecimientos se cuela el forró de los inmigrantes del noreste llegados a las ciudades del sur huyendo de la miseria. Acordeón, triángulo y bombo se bastan para contagiar alegría.

Para los artistas con mayor capacidad de convocatoria están teatros como el Rival o el João Caetano; los más multitudinarios convocan en el Canecão o en un gigantesco recinto de nombre cambiante en un centro comercial de Barra da Tijuca.

Carnaval de samba

La samba de raíz se mantiene viva en las reuniones de fin de semana de los suburbios de la zona norte. La primera samba de éxito irrumpió en la calle durante el carnaval de 1917. Para poder caminar, el primitivo "tan tantan tan tantan" acabó cediendo el paso al "bum bum paticumbum prugurundum". Aunque eran las alegres marchinhas, irreverentes y mordaces, las que triunfaban en carnaval. Canciones de melodía fácil y ritmo saltarín como Mamãe eu quero. La samba también se fue ralentizando y se nutría del talento de Ary Barroso, Lamartine Babo, Ataulfo Alves, João de Barro... Muchos frecuentaban el café Nice, en la avenida de Río Branco. Al barón de Río Branco se atribuye precisamente la frase de que en Brasil sólo había dos cosas organizadas: el desorden y el carnaval.

El carnaval de Río probablemente sea la mayor fiesta popular del planeta. Desde el Miércoles de Ceniza se empieza a pensar en el del año siguiente. Las escuelas -hay 14 en el Grupo Especial, que es la primera división, cada una con sus colores característicos- desfilan con una precisión y eficacia que dejan boquiabiertos a los foráneos. Enormes carros alegóricos, la potencia atronadora de la batería -más de 200 tambores-, unos 4.000 figurantes por escuela con plumas, lentejuelas... Una ópera descomunal en el asfalto, dijo alguien; una coreografía multitudinaria que hubiera firmado el mismísimo Busby Berkeley. Cada escuela (la primera se remonta a 1928) dispone de 80 minutos -ni uno más- para recorrer los 700 metros de pista del Sambódromo proyectado por Oscar Niemeyer. Las noches de domingo y lunes de carnaval, más de cien millones de brasileños siguen la competición por televisión. Y apoyan a su favorita como a un equipo de fútbol.

Conviene pasarse por las sedes de las escuelas históricas -Mangueira, Portela, Salgueiro...- los viernes o sábados noche durante las semanas que preceden al carnaval. Situadas en barriadas pobres y suburbios alejados, toda la comunidad participa en esa especie de club social. Al polideportivo de Mangueira, cerca del estadio de Maracaná, han acudido tres mil personas. Se repite una y otra vez la samba-enredo, que se cantará durante el desfile, y cuya calidad musical dista mucho de la de otras épocas. Las escuelas de samba son grandes empresas: la verde y rosa mantiene guarderías, escuelas y un centro de formación deportiva. Nadie podía imaginar las dimensiones que iban a adquirir cuando surgió la primera en 1928: unos negros del Estácio que salían a divertirse. Escuela porque la habían fundado junto a una escuela pública. Con ese nombre intentaban conseguir algo de respetabilidad porque samba y sambistas eran duramente reprimidos por la policía.

El carnaval más genuino, informal y participativo irrumpe en cualquier esquina con blocos como el Cacique de Ramos y bandas como la de Ipanema que arrancan como reuniones de amigos y arrastran espontáneamente a miles de personas.

Unas décadas atrás, Río de Janeiro exportó, vía Broadway y Hollywood, un mito universal: Carmen Miranda. Paradójicamente, nacida en Portugal. El 5 de agosto pasado se cumplió el 50º aniversario de su muerte en su mansión de Beverly Hills. La imagen de un trópico exuberante y alegre, cantando Tico-tico no fubá y, en 1946, la artista mejor pagada de Estados Unidos. El Museo Carmen Miranda, que ocupa un modesto espacio de hormigón en el pequeño parque frente al 560 de la avenida de Rui Barbosa, exhibe turbantes y sombreros, trajes, zapatos de plataforma, pulseras... y proyecta los números musicales de sus películas.

En las favelas, que la inmensa mayoría de los cariocas jamás pisarán, ha crecido la música funk. Antropólogos como Hermano Vianna lo consideran el mayor movimiento cultural de los últimos años. Anatemizado por los medios. Y perseguido, como lo fue la samba en sus inicios. Una mezcla metálica y electrónica de rap y ritmos brasileños que suena en la película Ciudad de Dios.

'Raperos' o rimadores

El Complexo do Alemão -dominado por el temible Comando Vermelho- es territorio comanche. Los narcos dictan las reglas. El fin de semana, muros de altavoces escupen un sonido ensordecedor. Los MC -también llamados raperos o rimadores- son los amos de los bailes. Las coreografías de las adolescentes, pantalones ajustados y ombligos con piercings al aire, dejan poco a la imaginación. Las letras son explícitamente sexuales o violentas: la realidad del gueto. Pasa una motocicleta con dos jóvenes: el que va de paquete empuña un fusil AK-47. Nadie parece inmutarse. Las convocatorias de los bailes funk no figuran en las guías de los periódicos. Se anuncian en cada barrio por medio de pintadas.

En el aeropuerto de Antonio Carlos Jobim, un panel reproduce su Samba do avião: "Mi alma canta. / Veo Río de Janeiro. / Estoy muriendo de saudade. / Río, tu mar, playas sin fin. / Río, estás hecho para mí".

VINICIUS DE MORAES

La reciente película Vinicius, del director Miguel Faria, hijo, evoca la vida y obra del poeta carioca. El 9 de julio de 1980, en su domicilio de una bucólica calle del barrio de Gávea, fallecía el autor de Poema dos olhos da amada o Soneto de separação. El hombre que se autodefinió como "el blanco más negro de Brasil", y que quiso vivir cada segundo como nunca más.Una calle de Ipanema, por la que hoy pasan muchachas como aquélla a la que él cantó, lleva su nombre. En el número 129 se halla Toca do Vinicius, una tienda de discos y libros de música.Su dueño ha convertido el primer piso en un pequeño museo en el que enseña fotografías del poeta con el chileno Pablo Neruda o la cantante Maria Bethânia.De vez en cuando saca algunas sillas a la acera y organiza un recital.- www.tocadovinicius.com.br

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar- Tap vuela de Madrid a Río, con una escala, a partir de 795,03 euros; desde Barcelona, a partir de 838,03 euros.- Lufthansa vuela, con una escala, desde Madrid, a partir de 949,30 euros; desde Barcelona, a partirde 971,94 euros.Tiendas de discos- Saraiva Megastore. Ouvidor, 98 (Centro).- Arlequim. Plaza XV de Novembro, 48 (Centro).- Modern Sound. Barata Ribeiro, 502 (Copacabana). Dispone de una gran variedad de discos compactos.- Tracks. Plaza Santos Dumont, 140 (Gávea).- Librería Argumento. Dias Ferreira, 417 (Leblon).- Librería Da Travessa. Travessa do Ouvidor, 11A (Centro).Visitas- Museo de Imagen y Sonido.Plaza Rui Barbosa (Centro).- Instituto Moreira Salles. Marquês de São Vicente, 476 (Gávea).

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