La cara y la cruz
El Cid destacó con el torito noble y bonachón y decepcionó con el toro codicioso que salió en último lugar. La cara y la cruz. Su izquierda sigue siendo prodigiosa, casi tanto como el cariño que esta afición le demuestra. Era el tercero un novillete impropio de Madrid, pero resultó ser nobilísimo y dócil. Tardó el torero en cogerle el aire en la muleta y el trasteo fue largo y desigual. Sólo al final se olvidó del pico, arrastró el engaño y una tanda de naturales fue de calidad suprema, a cámara lenta, gustándose de verdad en cada pase. Una trincherilla, un pase del desprecio, un farol y un desplante dieron paso a una oreja de poco peso. Faltó la codicia del toro, y al torero le faltó conjunción. Casta tenía el sexto, y allí estuvo El Cid que si sí, que si no, unos rápidos redondos, un intento fallido de naturales, un punto de desconfianza, el molesto viento, muchos enganches, y el toro que se fue con las orejas. Claro, que ésas eran orejas de mucho peso. No fue triunfal, ni mucho menos, la tarde del sevillano, aunque su toreo sigue estando lejos, muy lejos, de la torería andante.
Martín / Esplá, Encabo y El Cid
Toros de Victorino Martín, desigualmente presentados -anovillado y muy noble el 3º-, blandos y descastados. Luis Francisco Esplá: media tendida y un descabello (silencio); tres pinchazos y media (silencio). Luis Miguel Encabo: estocada atravesada (silencio); pinchazo, media tendida y un descabello (silencio). Manuel Jesús El Cid: estocada caída (oreja); estocada y un descabello (ovación). Plaza de Las Ventas, 2 de junio. 24ª y última corrida de feria. Lleno.
Tampoco triunfó el ganadero con una corrida muy desigualmente presentada, blanda, mansa y complicada, a excepción de ese novillete tercero que nunca debió salir al ruedo venteño.
Hay que reconocerle a Esplá que tiene sentido de los tiempos, y se le agradece la brevedad, lo que no es mala cosa, con lo pesados que se ponen algunos. Luce Esplá esa estampa añeja que dan 30 años de alternativa y, a estas alturas, parece imposible pedirle que se salga de su canon y trate de buscar el triunfo como si acabara de comenzar. Tiene la carrera hecha, un prestigio bien ganado, un sello indeleble como torero de Madrid y, además, se anuncia con los victorinos, que no lo hace cualquiera. Pero su arte lo derrama con cuentagotas. Ayer dejó constancia de su facilidad con las banderillas, sobre todo en un par de poder a poder en el cuarto, y ahí se acabó el magisterio del alicantino. Movida y destemplada fue la faena al primero, en la que se vio obligado a rectificar tras cada pase; le molestó el viento y el toro era pegajoso, pero quedó el misterio de lo que hubiera ocurrido con una actitud de más entrega. Muy manso fue el cuarto, y no está Esplá para perseguir a cobardes por la plaza de Las Ventas.
No se le puede negar a Encabo el esfuerzo, pero queda siempre la duda de si le falta ambición o capacidad. Maneja el capote con gusto y coloca banderillas sólo correctamente. Con la muleta no acaba de romper, ofrece desconfianza, retrasa el engaño y su labor queda desvaída con un punto de sosería que todo lo desluce. Debió estar mejor con el gazapón e incierto segundo toro de la tarde, y sólo pudo estar decoroso ante el quinto, que llegó sin fuelle al tercio final. Tras dos topetazos contra las tablas y un duro castigo en varas.
Terminó la feria con la cara y la cruz, y un mal sabor...
Babelia
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