La quietud de Talavante
Dice Talavante que su referente es José Tomás, y se le nota. No es mal modelo, desde luego. Este joven pacense se queda quieto como una vela, desprecia el riesgo, se pasa los novillos por la mismísima barriga y torea con hondura y gusto. Pero estuvo a punto de irse a pique en el quinto, las cosas como son. De milagro no sonó el tercer aviso, pero, aunque así hubiera sido, había quedado patente igualmente la torería de un novillero que apunta muy alto. Nobilísimo era su primero, comenzó con unos estatuarios con los pies plantados en la arena, siguió por redondos ligados, un cambio de manos seguido del de pecho fue pura plasticidad, alargó la mano en naturales ceñidos y acabó con unas bernardinas de auténtico infarto antes de precipitarse con la espada y emborronar una faena emocionante.
El Ventorrillo / Mora, Talavante, Esteve
Novillos de El Ventorrillo, desiguales de presentación, blandos y nobilísimos; deslucido y áspero el 3º. David Mora: pinchazo y estocada (silencio); casi entera trasera y baja -aviso- (palmas). Alejandro Talavante: dos pinchazos y casi entera (gran ovación); estocada atravesada -primer aviso-, -segundo aviso- y cuatro descabellos (vuelta). David Esteve: estocada trasera (silencio); pinchazo y estocada trasera y caída (silencio). Plaza de las Ventas, 24 de mayo. 15ª corrida de feria. Casi lleno.
De menos recorrido y más aplomado era el quinto, al que tardó en encontrarle el aire, pero siempre quieto, por encima del novillo, hasta que, al final del trasteo, antes de unas ceñidas manoletinas, protagonizó una sinfonía de trincherillas y pases del desprecio de pura gracia sevillana, aunque sea nacido en Albacete. La estocada cayó atravesada, el animal se vino arriba, y lo que pudo ser un triunfo grande tomó por un momento los peores derroteros. Un golpe de verduguillo de auténtica fortuna le salvó de la deshonra de la devolución a los corrales. Quedó, no obstante, en la plaza la sensación de que Alejandro Talavante llama con fuerza porque le adornan un valor estoico y pureza a la hora de interpretar las suertes. Aunque la verónica no es su mejor lance, también se lució por apretadas gaoneras y chicuelinas.
David Mora es un novillero experimentado -ésta es su quinta temporada en el escalafón-, con conocimientos técnicos y valeroso. Pero ante la tardanza de una alternativa de lujo ha preferido intentarlo de nuevo a la espera de que se le abran las puertas de la gloria. Es, además, un novillero de formación moderna, lo que no es buena cosa. Porque la modernidad aboga por un toreo que prima la cantidad y el aburrimiento. A Mora le tocaron dos novillos de carril; el primero, muy noble y de embestida repetidora. Y la faena fue larga y monótona. Ciertamente, hay que ser un exquisito para gustarse con un novillete de tanta calidad, pero, sin duda, no se triunfa si el pico de la muleta es la base de su tauromaquia. Mejoró en el cuarto, al que llevó toreado en algunos momentos, pero no acabó de rematar un trasteo emotivo.
Dos revolcones sufrió David Esteve en su primero, el de viaje más corto y comportamiento más deslucido de la tarde. Quedó el novillero conmocionado por las volteretas, y sólo pudo ofrecer voluntad. Mejor fue el sexto, y más entonado, con buena concepción artística se dio a conocer Esteve. Torea con largura y busca la ligazón. Pronto se agotaron las fuerzas del animal y sólo quedó el buen sello de un torero que, a la postre, tuvo menos suerte que sus compañeros.
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