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Reportaje:

Luchando contra corriente

Las dificultades de una bilbaína para criar sola a un niño con cáncer evidencian el escaso apoyo a las familias monoparentales

Raquel Reyes, bilbaína de 32 años, es madre soltera, pero no por elección. A los 27 se quedó embarazada de su pareja y, a pesar de que mediaban tres años de convivencia previa, rompieron a los seis meses de nacer el niño. Desde ese momento, ha tenido que sacar adelante a su hijo sola y con un sueldo de camarera. La historia no sería muy distinta a la del creciente número de mujeres que encabezan familias monoparentales, si no fuera porque, poco después, la vida le puso delante otro muro: hace dos años y medio a su hijo, que hoy tiene cuatro, le diagnosticaron un tumor intramedular.

Reyes dejó su trabajo para estar siempre junto al niño, y, mientras vivía del paro y de sus ahorros, emprendió un infructuoso peregrinaje por las ventanillas de los servicios sociales en busca de apoyo: primero de Santurtzi, donde residía, y desde hace un año de Bilbao. "Si no tienes un buen trabajo y una familia que esté contigo, en esta sociedad una madre soltera tiene muy poco que hacer, porque no te ayudan ni económica ni asistencialmente", reprocha. La mujer vive, sí, pero con estrechez y en casa de su padre en Bilbao, donde ha regresado con su pequeño, después de diez años de independencia económica.

"Una madre soltera tiene poco que hacer sin un buen trabajo y una familia que te apoye"

Las instituciones no ofrecen ayudas específicas para madres solteras. Desde el área de Acción Social de la Diputación foral de Vizcaya, un portavoz explica que existen "un montón" de recursos de apoyo a las mujeres en situación de desamparo, que se conceden dependiendo de la realidad personal de cada solicitante. Pero la experiencia de Raquel lo desmiente.

Por fortuna, el tumor del que su hijo fue intervenido en el Hospital de Cruces era de baja intensidad y el niño no necesitó quimioterapia. Sin embargo, al situarse junto a la médula, la operación le causó graves problemas de movilidad, que le han dejado secuelas en una pierna y le obligan a llevar aparato en la columna. Aún no ha recibido el alta médica, aunque desde septiembre asiste al colegio y lleva una vida relativamente normal, en la que se alternan las revisiones periódicas a las unidades de oncología, rehabilitación y ortopedia del hospital.

Durante los dos y meses y medio que duró su hospitalización, su madre abandonó su empleo para velar su cama día y noche. Raquel afirma que durante aquella época la única ayuda que obtuvo fue un vale de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Vizcaya para comer en el hospital. Pero al regresar a casa con su hijo tampoco pudo retomar su vida laboral, porque el pequeño requería de su atención constante. "No podía andar y teníamos que ir a rehabilitación todas la mañanas. Era un niño enfermo, que no podía jugar con otros niños y con el que había que tener mucho cuidado. Yo no me podía permitir dejarle en manos de nadie, ni pagar a una enfermera para que le cuidara", cuenta.

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Tampoco su madre, que reside en el sur de España, ha podido echarle una mano. "Muchas madres solteras se apoyan en la figura de la abuela para sacar a sus hijos adelante, pero si no la tienes cerca, entonces resulta muy difícil. Todo está establecido para que las familias sean las tradicionales de toda la vida", lamenta. Ni siquiera la necesidad de rehabilitación de su hijo le ha asegurado una plaza en un curso de natación en una piscina municipal de Bilbao. "He tenido que pagar 200 euros por un bono anual para la piscina, lo mismo que una familia normal. Y encima he tenido que cruzar los dedos para que al niño le tocara una plaza en el sorteo", asegura.

Desde hace año y medio, Reyes sólo tiene garantizado un subsidio mensual de unos 300 euros. En ocasiones, recibe otros 200 euros que el padre de su hijo debe abonarle puntualmente por una orden judicial que, critica, incumple a menudo. Afirma que hasta enero las asistentas sociales del Ayuntamiento de Bilbao no le comunicaron que podía resultar beneficiaria de la renta básica, que solicitó ese mismo mes y que aún no le ha sido concedida. Una portavoz del consistorio argumenta que una trabajadora social le informó hace un año, y dejó constancia por escrito, de que podía recibir un complemento económico que elevara sus ingresos oficiales -unos 500 euros- hasta alcanzar el importe de la renta básica. Ella lo niega.

"Durante año y medio, me he mantenido muchos meses con un subsidio de algo más de 300 euros. Es absurdo que si hubiera podido estar cobrando antes la renta básica no lo hubiera hecho, pero nadie me dijo que podía solicitarla hasta enero", argumenta. Según el Departamento de Empleo, el importe de la renta básica es de 549 euros mensuales, pero, si la solicitante tiene un niño a su cargo, puede ascender hasta 706 si no dispone de otros ingresos.

Ahora que el niño va al colegio, Reyes desearía trabajar, pero se encuentra con nuevas dificultades. "Él está en clase de nueve a cuatro de la tarde, pero constantemente tenemos que ir al médico. No sé en qué puesto aceptarían a una trabajadora con ese horario y que tuviera que ausentarse continuamente para atender al niño", reflexiona. Tampoco puede acceder a un piso ni optar al cupo para familias monoparentales que se reservan en los pisos sociales de alquiler de Etxebide, porque con sus ingresos no llega al mínimo exigido por el Gobierno.

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