La tinta no engaña
Dos investigadores de la UB analizan la química de los billetes de euro para detectar sin error las falsificaciones
Quienes falsifican billetes de euro han topado con un enemigo inesperado y considerado infalible: la química. Dos investigadores de la Universidad de Barcelona, José Francisco García y Anna Vila, han encontrado un nuevo sistema para detectar billetes falsos que se basa en el análisis de su composición química.
El aparato ya se conocía y tiene un nombre complicado: espectroscopio de infrarrojos. La aplicación es sencilla. "Se emite un haz de luz que interacciona con los materiales de la superficie. Parte de la luz regresa y obtenemos un espectro en la pantalla del ordenador", explica García, que además de químico es profesor de pintura.
Vila introduce en el microscopio uno de los billetes falsos de 50 euros que les facilitó la policía científica para llevar a cabo la investigación. En poco más de un minuto, aparece una especie de gráfico irregular en el monitor. A continuación, carga los datos de un billete auténtico, de los que emite el Banco Central Europeo. El resultado salta a la vista: las dos líneas siguen rutas completamente divergentes. "¿Lo ves? El malo tiene ruido de fondo", dice Vila.
Dicen que este sistema tiene tres ventajas. La primera, que es rápido. La segunda, que no es "destructivo", ya que otros procedimientos requieren tomar un trozo del billete y disolverlo. Y tercero: que nunca falla. Al menos eso sostiene García: "No me cabe en la cabeza que alguien pudiera averiguar la composición química. ¡Sería casi como acertar la fórmula de la Coca-Cola!".
Los investigadores emplean el infrarrojo en cuatro zonas del billete: el color azul de la bandera de la Unión Europea, el holograma, el espacio en blanco en el lateral del billete y las iniciales del BCE en cinco variantes lingüísticas.
"Algunas veces pueden aproximarse en el azul, o incluso tener suerte en el plástico del holograma. Pero con las cuatro pruebas resulta infalible", dice Vila.
La clave, según explican, está en la tinta, que de hecho es el "material de superficie" que se analiza. Han estudiado billetes emitidos desde cuatro países distintos: Francia, Alemania, Italia y España. Y pese a las distancias geográficas, los espectros que generan son todos idénticos entre ellos. Incluso entre billetes de distinto valor. Los investigadores tienen una hipótesis: "Creemos que toda la tinta que se utiliza se fabrica en el mismo lugar, aunque el BCE no ha querido confirmar si esto es cierto o no", explica García.
La detección de billetes falsos es sólo una aplicación colateral de una tesis que prepara Vila desde hace cuatro años. En realidad, el estudio estaba enfocado al análisis de grabados artísticos contemporáneos. A veces, los estudios de los expertos, aunque conozcan muy a fondo a un autor, resultan insuficientes. Es entonces cuando se recurre a investigar la composición química.
Algo similar ocurre con los billetes de euro. Según explica García, la mayoría pueden detectarse a simple vista, o a través del tacto, o con un simple fluorescente ultravioleta de los que hay en los hipermercados. Cuando se esmeran más, los falsificadores utilizan papel de algodón. "Así pueden lavarlo y dar al billete una apariencia de vejez que resulta muy útil", dice García. Pero nada del otro mundo.
La aplicación desarrollada por estos dos investigadores de la UB aún no es de vital importancia. Por eso, las policías científicas no la han adoptado. García lo tiene claro: "La tienen como stock. En el caso de que las falsificaciones mejoren mucho en el futuro, ésta es una tecnología límite". Por cierto que, aunque la composición química es exacta a las demás, parece ser que los franceses imprimen algo peor sus billetes.
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