Detenido un hombre tras matar a una mujer y atrincherarse con otra en un bar
El arrestado confesó a la policía que había arrojado por la ventana a la fallecida
Mario P. H, búlgaro de 26 años, fue detenido a las 17.30 de ayer por la policía tras atrincherarse y retener a su novia búlgara, Eugenia Georgia A., de 21 años, en un bar. Confesó además que una hora antes había tirado por la ventana de un segundo piso a la rumana Nicoleta Alina, de 27 años. Los tres vivían juntos en una vivienda de la calle de López de Hoyos. El cuerpo de la fallecida fue hallado por los vecinos en el patio interior del inmueble. Nicoleta Alina residía ilegalmente en España, al igual que la pareja. Según fuentes de la investigación, la fallecida estaba embarazada.
El supuesto homicida trabaja como portero en un club de alterne de la calle de María de Molina, Executives. Vivía con su novia, también búlgara, y con la fallecida, de nacionalidad rumana, en un piso que esta última había alquilado a una mujer española. A su vez, la fallecida había realquilado una de las tres habitaciones del inmueble al agresor y a su pareja. Sobre las 15.30, el hombre tiró presuntamente por la ventana interior del piso, en una segunda planta, a la rumana Nicoleta Alina. Después, salió huyendo junto a su novia, que también se encontraba en el piso.
Nicoleta Alina quedó tendida, muerta, en el patio del inmueble. Sólo llevaba puestas unas bragas. Fuentes de la investigación señalaron que, a falta de que lo confirme la autopsia, la víctima estaba embarazada. "Hemos escuchado unos gritos. La mujer decía: '¡Que no, que no!'. Luego, un golpe seco. Nos hemos asomado y la hemos visto tirada en el patio y hemos llamado a la policía", explicaron ayer los vecinos.
A la fallecida la describieron como "muy guapa, alta, con el pelo negro que le caía por la espalda". De él se limitaron a decir que muchas veces estaba bebido. El portero del inmueble añadió que la pareja de búlgaros sólo llevaba viviendo en el piso un mes y que a veces se les oía discutir. A través de una ventana de las escaleras, se podía ver parte del salón de la casa donde ocurrió el homicidio, decorado con una bandera roja de Madrid 2012.
Dos kilómetros descalza
Después de cometer el supuesto homicidio, el agresor y su novia huyeron a pie del piso, en el número 180 de la calle de López de Hoyos, hasta un bar que está al lado del club de alterne donde trabajaba él, en María de Molina esquina con la calle de Claudio Coello. Caminaron dos kilómetros. "Por el camino él iba autolesionándose con un cuchillo de cocina. Ella iba andando descalza", explicó un testigo.
La mujer entró, antes de llegar al bar, en una gasolinera que hay en la calle de María de Molina y pidió un teléfono porque quería hacer una llamada. "Pero nadie en la tienda le hizo caso. Hablaba de que había muerto una mujer o algo así, pero no la entendíamos bien. Luego salió corriendo", según explicó uno de los dependientes.
En la gasolinera conocen al supuesto homicida porque éste trabaja como portero en un local de alterne que hay enfrente. "Viene mucho por aquí por la noche a comprar cosas para las chavalas: sándwiches y cosas así. Nunca está alterado", explicaron en la gasolinera.
Ya dentro del bar, Mario P. H., y su novia se sentaron en unos taburetes. "Él le hablaba a ella muy cerca del oído. La agarraba del cuello, y le ponía un cuchillo de sierra muy cerca de la cara. Nos hemos asustado y hemos llamado a la policía", explicó Natasha, la camarera del bar. En ese momento, en el bar había un par de clientes, que salieron del lugar rápidamente. Mario P. H. se quedó a solas con su novia y con la camarera. Con el cuchillo en la mano, obligó a la camarera a salir de detrás de la barra. "Si no sales te mato", le dijo. La camarera salió asustada, mientras él tenía cogido del cuello a su novia.
"Soltó un momento a la chica porque ella se revolvía y me agarró a mí. Tenía cortes en el brazo y me manchó de sangre", contó Natasha, mientras mostraba la espalda de su camiseta llena de manchas rojas.
En medio de la tensión, llegaron los agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Éstos intentaron convencer al hombre de que dejase a las mujeres en paz y saliese del recinto. Fue entonces cuando confesó a gritos que había matado a Nicoleta Alina una hora antes y que pensaba en suicidarse. ¡"Que me mato aquí, lo juro!", gritó Mario P. H., a las puertas del establecimiento. El hombre empezó a hacerse pequeños cortes en el cuello y en las muñecas delante de los policías con grandes aspavientos. Durante más de media hora se negó a salir, pero finalmente se dio por vencido y fue detenido.
Los médicos de Emergencias Madrid atendieron de cortes superficiales a la joven, que además necesitó de los servicios de un equipo de psicólogos por crisis de ansiedad. A éstos les contó que durante un tiempo había mantenido una relación sentimental con el agresor, pero luego quiso aclarar que, según ella, ya no estaban juntos.
"El detenido fue sedado porque se mostraba muy agresivo", señalaron desde Emergencias Madrid. Fue escoltado y trasladado por la policía hasta el hospital de la Princesa, donde anoche permanecía ingresado.
Un piso realquilado
"¡Nicoleta, Nicoleta, que no me coges el teléfono!", gritaba ayer Margarita -la casera del piso donde vivían los tres implicados en el suceso- por su teléfono móvil. Esta mujer, muy enfadada, se acercó ayer hasta su vivienda alertada por la policía.
Margarita, agarrada a su bolso, contempló con el gesto torcido cómo la policía había destrozado la puerta de su vivienda. "¿Y a mí ahora quién me paga esto?", se quejaba esta mujer mientras caminaba de un lado para otro.
La dueña del piso lo tenía alquilado a Nicoleta. Y ésta, a su vez, lo realquilaba a otras personas con el consentimiento de la dueña. "Nicoleta siempre me pagaba puntual, del día 1 al 5. Menos este mes, ya sabía yo que había algo raro", contó ayer esta mujer, sin saber aún, en la confusión de los primeros momentos, que su alquilada era la mujer que habían tirado por la ventana.
Las quejas de Margarita a los agentes de policía eran numerosas. Y todas se referían a la puerta rota y contra Nicoleta. "¡Si es que no la puedo echar, tiene firmado el contrato!". Un policía, ya cansado de las quejas de Margarita, le soltó: "Señora, cállese. Esto le pasa por permitir el realquiler de habitaciones".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.