Bienvenido a la gran atracción de Darfur
Recorrido en Sudán por el campo de desplazados que más visitan los políticos extranjeros
Bienvenidos al campo de desplazados más famoso de Darfur. Tal vez el más populoso de África. Y, por supuesto, el más conocido de Sudán, el país más grande del continente. Entre estas dunas han caminado los secretarios de Estado norteamericanos Colin Powell y Condoleezza Rice; el secretario general de la ONU, Kofi Annan; el ministro de Asuntos Exteriores británico, Jack Straw; su homólogo español, Miguel Ángel Moratinos, y el Alto Representante de la Unión Europea para Política Exterior, Javier Solana. ¿Visitaron todos ellos Darfur? Bueno, visitaron el campo de Abushok, que no es poco.
Traten de olvidar las moscas, ábranse paso entre los camellos, los burros y echen un ojo al mercado. Sí, aquí, en uno de los lugares más necesitados del mundo, encontrarán casi de todo: cereales, patatas, fruta, galletas, leche... Son los mismos víveres que las organizaciones humanitarias les han regalado en sacos donde pone muy claramente "prohibida la venta". O sea, que hay gente dentro del campo que se lucra. "Eso es verdad", admite un coordinador del centro. "Pero también es verdad que hay quienes viven de lo que le quieren dar otras familias. Son los que llegaron después de que se hiciera el último recuento oficial".
"Hay mujeres que no reciben suficiente comida en el campo de Abushok. Por eso se prostituyen", precisa el líder tribal Omar Adam Eshacg
"Si esta tragedia pasara en España", comenta un trabajador humanitario, "a ver cuántos de nosotros iban a quedarse sin revender la comida"
Ése es el caso de Magbola Nmair Bashert, de la tribu de los zagaua, con 27 años y cuatro hijos. Llegó cuando los yanyauid (los jinetes musulmanes árabes que, entre 2003 y 2004, apoyados por los aviones del Gobierno, atacaron a la población musulmana de etnia africana) mataron a su marido, un comerciante que tenía una piara de 98 camellos. "Tardé 15 días en llegar desde mi pueblo a Abushok. Caminábamos de noche".
Uno de los mayores atractivos del campo para los políticos es que sólo dista cinco minutos en coche del aeropuerto de El Fashir, con lo cual no tienen que aventurarse por peligrosos caminos polvorientos, controlados por el Gobierno o por los rebeldes. El otro gran atractivo político es que aquí viven 50.000 personas desde hace casi tres años, una buena tajada de los dos millones de desplazados que hay en Darfur.
Los niños nos gritarán ¡jauaia! mil veces. Así es como nos llaman a los blancos. Las mujeres pasarán en burro con sus vestidos rojos, violetas, amarillos, azules, menta... y gritarán riendo que quieren llevarse a un jauaia a casa. Uno no tiene la impresión de llegar a un sitio donde la gente perdió a su gente y sus tierras, ¿verdad? Hay mucha fuerza, mucha vida en las calles. Pero sí que sufren, sí. Ahí tenemos, por ejemplo, a Alí Yagoub Abdela, de 54 años, quien llegó a Abushok con sus tres mujeres y 18 hijos, después de caminar tres días. Un torbellino de yanyauid, caballos y helicópteros pasó por su aldea. Mataron a su hermano y le quitaron todo. "Ahora andamos escasos de comida. A veces paso hambre", comenta.
Vivir de la caridad internacional tampoco es lo que muchos de los desplazados quieren. Mohamed Ahmed, de 52 años, quien logró llegar a Abushok con sus dos mujeres y los 11 niños, muerto de hambre y de sed, después de cargar durante cuatro días con dos hijos a la espalda, explica sus razones. "Las ONG me tratan bien. Pero me siento como un animal en una jaula. Paso los días enteros sin saber qué hacer. En mi casa era una persona libre".
Las casas del resto de los campos en Darfur son chozas de pajas. Aquí, sin embargo, la gente se ha ido haciendo sus casitas de adobes usando el agua potable de los pozos. A la ONU no le gusta eso. Hay muchos desplazados que además se dedican a vender ladrillos. Y no es esa la única actividad ilegal. En Abushok, donde hay cinco mezquitas grandes y 30 pequeñas, y donde las relaciones sexuales están aparentemente restringidas a la parcela del matrimonio, se practica la prostitución. "Hay mujeres que no reciben suficiente comida. Por eso se prostituyen", precisa el onda o líder tribal Omar Adam Eshacg, de 55 años.
Las palabras de Omar
El onda Omar, que llegó al campo con sus tres mujeres y 17 hijos, cuando saludó a Condoleezza Rice no perdió la oportunidad de quejarse: "Le dije que cuando nuestras mujeres iban a recoger leña, los soldados que vigilan el campo las violaban; le dije que estábamos escasos de comida y que la policía se llevaba arrestada a la gente. Las violaciones en el campo han parado. Los detenidos continúan. Y la comida aumentó en 15 kilos al mes por persona, pero sólo duró cinco meses".
A esta altura del recorrido tal vez sea preciso indicar que Darfur es una zona desértica, sí, pero hay grandes áreas ricas en agua, donde se cultivan cereales, naranjas y mangos. Las noches huelen a jazmín. El rojo intenso de las buganvillas resalta en las esquinas de los pueblos entre el amarillo apagado de la arena. Todo eso, los aromas, la tierra y los frutos de la tierra, le está vedado a una gente que se quedó recluida y sin paisajes. Es cierto que hay quien se las apaña para cultivar sus terrenos a escondidas y recibir la comida de las ONG. Pero que levante la mano quien crea que no trataría de hacer lo mismo. "Si esta tragedia nos pasara en España", comenta un trabajador humanitario, "a ver cuántos nos íbamos a quedar sin fabricar ladrillos o sin revender la comida".
Así es Abushok. Ya ven lo cerquita que queda del aeropuerto. Antes de que se hayan dado cuenta estarán muy lejos de aquí.
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