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Entrevista:ALBERTO PEÑÍN IBÁÑEZ | Arquitecto

"El PAI es un Ferrari sobre un camino sin señales de tráfico por el que pasa mucha gente"

Miquel Alberola

El ex decano del Colegio de Arquitectos de la Comunidad Valenciana, Alberto Peñín Ibáñez (Gandia, 1941), que recientemente impulsó con sus alumnos una propuesta de nueva centralidad de Valencia hacia el este con motivo de la Copa del América, acaba de publicar el libro Urbanismo y crisis, en el que plantea las bases de un nuevo planeamiento para la nueva realidad de las ciudades.

Pregunta. ¿El urbanismo está en crisis?

Respuesta. Sí, porque está en crisis la ciudad. La ciudad está creciendo a un ritmo vertiginoso y en unas direcciones totalmente al margen de lo que era la ortodoxia. La forma de crecimiento ya no es la mancha de aceite sino puntual y fragmentaria: todo es urbanizable. Si a ello añadimos que el sistema de residencia y familia ha cambiado, pues la ciudad no es que haya desaparecido pero sí es diferente. El urbanismo no ha sabido responder a ese reto. El planeamiento que controlaba todo ha desaparecido y el sector privado ha cogido la sartén por el mango. La Administración no tiene el control de la situación y, en algunos casos, no quiere ni cogerlo. Es un tiempo de mudanza.

"El sector privado ha cogido la sartén por el mango y la Administración ya no tiene el control de la situación"
"Es bueno que haya planeamiento, pero no el de antes. Debe ser más flexible, pensar más en lo estratégico que en el detalle"

P. ¿A peor?

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R. Nunca viviremos peor. El problema es que pueden perderse algunos de los valores en los que basamos nuestra cultura. Y el primero, es la ciudad. La ciudad es el primer invento del hombre, un lugar donde encontrarse, conocerse, refugiarse y protegerse. Yo reivindico esa característica básica: ganar los espacios públicos e integrar los lugares fragmentados sin que desaparezca el vínculo.

P. ¿Qué respuesta debe dar el urbanismo ante ese reto?

R. El urbanismo se encuentra confuso. Es bueno que haya planeamiento, pero no el que había antes. Debe ser más flexible, tener en cuenta los nuevos agentes, pensar más en lo estratégico que en el detalle, dejar de cubrir todo para cubrir sólo lo que a la Administración le corresponda decidir...

P. Usted repasa los planes de algunas ciudades españolas. ¿Qué ha hecho el de Valencia?

R. Ha conducido el crecimiento por donde quería: los espacios del este y los del oeste. Pero no ha planificado los grandes equipamientos.

P. ¿Propone redefinirlo?

R. Sí, porque la intervención de la Administración hoy sólo se justifica por el interés general, y no puede intentar controlarlo todo sino las diez o quince cosas importantes. El plan ha de ser más estratégico y menos determinista. Hay que hacer una nueva visión de una realidad nueva. Por ejemplo, en Canarias hay un nuevo plan general acompañado de un plan operativo, que es el que tiene las alturas, los volúmenes... El plan general es el que dice dónde van los grandes intercambiadores de transporte, dónde va la red de equipamientos básicos de la ciudad, dónde se hacen los espacios públicos, las centralidades...

P. En el caso de Valencia, ¿el plan debería ser metropolitano?

R. En efecto. Y también en algunas zonas como La Marina. El planeamiento debe contemplar esa nueva visión porque la ciudad aislada ha desaparecido ante la ciudad-territorio o la ciudad-región. Y hay estrategias concretas en leyes urbanísticas, como la catalana.

P. Ese nuevo planeamiento requiere consenso político.

R. Sin duda. Precisa ser llevado a cabo en más de los cuatro años de vigencia de una legislatura, ser producto de una mayoría cualificada. Cualquier cosa que modifique lo que es el núcleo del planeamiento, debe ser sometida a la mayoría cualificada. Y si no lo modifica, necesita una información suficiente para que los cambios no se hagan sólo por parte de los interesados.

P. En el libro aborda la polémica Ley Reguladora de la Actividad Urbanística (LRAU).

R. Fue una novedad muy fuerte. El cambio de la ortodoxia en España se hace a través de la LRAU con la liberalización del suelo y la intervención del privado. El problema es que ha generado problemas con los afectados y, además, un plan de escala inferior podía cambiar lo que estaba previsto como protegido.

P. ¿El instrumento, el PAI (Programa de Desarrollo de Acción Integrada), ha resultado más poderoso que la propia ley?

R. Ha sido tan poderoso que despierta más interés el PAI que la LRAU. Uno de los padres de la criatura, Fernando Roger, lo definió como un Ferrari, y yo añadiría que es un Ferrari sobre un camino sin señales de tráfico por el que pasa mucha gente. Es una máquina muy poderosa para dejarla sola. Hay que darle su papel en la nueva formulación. El Ayuntamiento no puede estar al margen de lo que se produzca en el núcleo duro de la ciudad, y además, no por hacer más viviendas se mejora la ciudad.

P. ¿El PAI qué ha mejorado y qué ha empeorado?

R. Es un instrumento que agrupa planeamiento, programación, urbanización y reparcelación, que siempre habían sido zonas separadas. Si el planeamiento es una modificación del plan general, al meterlo dentro estás perdiendo el control de lo que pasa en la ciudad. Hay otras autonomías que han adoptado el sistema, pero nunca sacan el planeamiento a concurso. Yo abogo por la separación porque la ciudad no puede abjurar del planeamiento. Es bueno que hay un instrumento de esta capacidad, que haga intervenir a la iniciativa privada y que pueda modificar determinaciones que no sean importantes en el planeamiento. La parte más negativa es la de los afectados y la del planeamiento.

P. ¿Ha resultado más perjudicial su parte negativa que beneficiosa su parte positiva?

R. Si hubiese sido en un período de crisis económica..., pero ha cogido el período de expansión económica más fuerte: se han apuntado una burrada de planes hechos en muy corto plazo de tiempo. España está construyendo más viviendas que Italia, Francia, Inglaterra y Alemania juntas.

P. En el libro habla de la oportunidad de los eventos para las ciudades. ¿Valencia la está aprovechando con la Copa del América?

R. Nosotros hicimos una propuesta [Valencia 2008, una copa de oportunidades], pero Valencia no está por el debate. Se están haciendo cosas para la ocasión, pero hay que pensar cosas para el día siguiente. Me parece que puede ser una oportunidad perdida porque se está creando una nueva ciudad hacia el este que desconocemos y cuyas estrategias deberían ser definidas.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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