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Tribuna:NACIONAL
Tribuna
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Bush, padre e hijo, unidos

Críticas al nombramiento del general Hayden como jefe de la CIA

Uno de los Bush lo consiguió no entrando en Bagdad, subiendo los impuestos y reduciendo el déficit. El otro lo ha hecho entrando en Bagdad, bajando los impuestos e incrementando el déficit. Pero quizá era inevitable que padre e hijo acabaran bailando un tango edípico en el mismo punto: el 31%. Tras intentar no emular en modo alguno la presidencia de su padre, George W. Bush lo ha imitado de la peor manera posible y ha acabado convertido en una figura venida a menos y con unos índices de popularidad lacerantes.

En la encuesta más reciente de The New York Times / CBS News, la asombrosa implosión de George W. lo ha hecho quedar empatado con el punto más bajo alcanzado por su papá, en julio de 1992, cuatro meses antes de que la ciudadanía lo cambiara por Bill Clinton. En el nuevo sondeo, incluso los fieles del partido se muestran sombríos. Sólo al 45% de los cristianos evangélicos, al 69% de los republicanos y al 51% de los conservadores les gusta la forma en que George W. lleva el negocio. Un 70% considera muy negativo el camino que está siguiendo el país y dos tercios piensan que la nación está peor ahora que cuando subió al poder.

Tras intentar no emular la presidencia de su padre, Bush lo ha imitado de la peor manera posible y ha acabado con índices de popularidad lacerantes

En relación con las cuestiones que valieron a Karl Rove su apodo de Niño Prodigio -valores y seguridad nacional-, el cambio es notable. El 50% de los entrevistados considera que los demócratas se acercan más a sus valores morales, frente al 37% que dice sentirse cerca de los republicanos. El número de encuestados que piensan que hicimos bien en invadir Irak desciende de manera constante, y aumenta el de quienes opinan que no deberíamos haber intervenido. Muchos estadounidenses sencillamente han perdido la fe en la ingeniosidad del Gobierno. Sólo la cuarta parte de los encuestados tiene mucha confianza en la capacidad de George W. para gestionar una crisis; tan solo el 9% está seguro de que podamos poner fin a la guerra en Irak, y un mísero 4% piensa que la Administración tiene un plan definido para impedir que suba la gasolina.

La presidencia de Bush se ha convertido en la aseveración de una voluntad vacua. La Casa Blanca desdeñó las advertencias realizadas por los republicanos en el Congreso acerca del nombramiento del general Michael Hayden como jefe de la CIA. Uno sabe que tiene problemas cuando a los conservadores les preocupa que el Ejército esté adjudicándose demasiado poder. Si a George W. realmente le importaba obtener buena información secreta para esta guerra contra el terrorismo, jamás debería haber nombrado a Porter Goss. Eso desperdició más de 18 meses que podrían haberse empleado en reformar un organismo disfuncional, e hizo que algunos buenos funcionarios se marcharan.

'Pelota' de Cheney

Goss, el pelota de Cheney, fue nombrado porque George W. y el vice querían que fuera a Langley y asestara un golpe hostil para eliminar a todos los sospechosos de filtraciones (en especial, los colaboradores de Kerry), a los descontentos, a los detractores de la guerra o a cualquier otro que no estuviera a favor del programa.

Antes de la invasión de Irak, la cuestión era manipular la información de espionaje en favor de la política. Ahora se trata de nombrar afectos y reforzar lealtades. Antes, los combatientes de Bush no querían unos buenos servicios secretos, porque les habrían dicho que estaban equivocados respecto a las relaciones de Sadam con Al Qaeda y las armas de destrucción masiva. Y ahora les interesan todavía más las luchas de poder que quienes dicen la verdad, o que encontrar a alguien -cualquiera- que nos pueda decir dónde está Osama. (¿qué Osama?).

Incluso Denny Hastert, el portavoz republicano, tacha el nombramiento de Hayden de "apropiación de poder" por parte de Negroponte. El general es un camarada de Cheney que defendió el derecho de la Casa Blanca a ser inconstitucional y aprobaba el atroz espionaje no autorizado. Eso le convierte en uno del equipo y en alguien listo para el ascenso o para una medalla a la libertad. No cabe duda de que se mostrará complaciente cuando Cheney se acerque a Langley para acechar a los analistas y supervisar las pruebas que demuestren la necesidad de enviar bombas a Irán en lugar de diplomáticos.

Ahora que nos enfrentamos a un presidente iraní desquiciado, que sueña con las armas nucleares y escribe una carta de 18 páginas que recuerda a una versión islámica del éxtasis antiisraelí, ¿no sería genial que nuestros agentes secretos pudieran dejar de pelearse y salieran a espiar a alguien?

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