Palos al urbanismo sin alternativa clara
Esta semana ha sido aprobada por unanimidad la Ley de Patrimonio Arbóreo de la Comunidad Valenciana que permitirá proteger los ejemplares botánicos de excepcional interés cultural, histórico o científico. Con ello, suponemos, dejarán de ser objeto de tráfico mercantil para ornato de jardines privados o, lo que es peor, víctimas de la indolencia. Con esta nueva norma se mejora el arsenal de leyes autonómicas relativas al territorio y medio ambiente, como son la de Ordenación y Protección del Paisaje, Suelo no Urbanizable, prevención de la Contaminación y de la Calidad Ambiental, exponentes de una singular actividad legislativa en este apartado, por otra parte tan cuestionado.
Las mencionadas leyes, además de las que la misma Consejería de Territorio y Vivienda anuncia como inminentes acerca de Conservación del Medio Natural, Campos de Golf y Prevención de la Contaminación Lumínica, sumadas todas ellas a la reciente-por más que discutida- Ley Urbanística Valenciana, nos debieran persuadir de que nada hemos de envidiar a los países más avanzados por su sensibilidad y reglamentación de dos capítulos tan complejos y necesitados de tutela como son el urbanismo y su contexto paisajístico y ambiental. Sobre todo en un espacio como el nuestro, tan frágil, flagelado y escaso. Otros cargos se le podrán formular al titular del citado departamento, pero no el de falta de laboriosidad legislativa y empeño por tejer consensos.
Sin embargo, en contraste con este dinamismo legal y ordenancista, resulta llamativa la penosa imagen que proyecta el urbanismo y la actividad inmobiliaria que se desarrolla por estos pagos. Ahora mismo, y a propósito del fenómeno marbellí, se vienen evocando las concomitancias con el País Valenciano debido a las millonarias -en metros y euros- recalificaciones y reclasificaciones de suelo. Tres profesores de la Universidad Politécnica escribían días pasados en estas páginas sobre "la borrachera inmobiliaria más repugnante y colosal de la historia del urbanismo español", refiriéndose a cuanto acontece en el litoral mediterráneo, y por ende en nuestras costas. No sería difícil reunir un nutrido compendio de juicios similares igualmente severos.
De ello podríamos colegir que, en punto al urbanismo en vigor, nos hemos abocado a un maniqueísmo sin matices. De un lado, la política que ampara el Consell, apostando por el ladrillo con la presunta cohorte -y presión- de grupos inmobiliarios crecientemente poderosos, munícipes cómplices de todos los colores partidarios, arquitectos genuflexos y, obviamente, periodistas complacientes responsables de una opinión pública indiferente, resignada o anestesiada. Los docentes antes aludidos formulan un análisis -si así convenimos en describirlo- parecido.
De otro lado nos encontramos con los críticos, partidos y ecologismos varios, impotentes ante un fenómeno que les ha desbordado y que han convertido en el muro de sus lamentaciones. Con excepción de las autoridades europeas, estableciendo pautas jurídicas a los abusos cometidos con los PAI, la verdad es que no se conocen alternativas urbanísticas distintas a la exigencia de una moratoria general poco menos que inviable. Quizá el mercado con una eventual atonía o crisis podría ralentizar la furia constructora y acaparadora de territorio, pero eso sólo sería una pausa y no una solución. Menos todavía una política. Los planes y propuestas para enmendar -que no subvertir- la actual dinámica se ignoran, no existen o no se divulgan.
O sea, que podemos seguir dándole palos al urbanismo que se viene practicando y poner a caer de un burro al titular actual de la Consejería de Territorio y al Consell en pleno. Pero poco o ningún crédito se conseguirá si todo queda en eso: acidez y algarabía. El cambio, que previamente ha de ser político, debe comprometerse en los papeles y programas, pues de otro modo estamos autorizados a pensar que, de producirse, sólo será más de lo mismo. Bueno, ya no será tan igual: los árboles monumentales se salvarán, si se elabora el catálogo -que ya anuncian- y el reglamento.
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