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Tribuna:VISITA DEL PAPA
Tribuna
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Mercaderes del templo

Menuda se está armando con la visita del Papa a Valencia. El pasado fin de semana, y ya casi cada día, los atascos obturan las vías de tránsito en una ciudad que no puede prescindir de todos los carriles del puente de Monteolivete. Acosada por los informes, supuestamente partidistas (?), de la Dirección General de Tráfico, la alcaldesa responde que "lo primero es lo primero". Siempre me han encantado las tautologías porque, pese a su escaso interés argumentativo, suelen traer de cabeza al personal, el cual cae subyugado ante la sutileza retórica de las mismas. Esto es así porque esconden la vaciedad del contenido bajo la rotundidad del continente. Como la fórmula "A es A" no puede resultar menos cuestionable (claro: un pez no puede dejar de ser un pez y una rosa, una rosa), resulta que aquello a lo que refieren pasa a ser indiscutible. El problema es que en el mundo hay peces y rosas, pero no primeros per se. Qué sea lo primero depende del punto de vista adoptado y de qué sea lo segundo, lo tercero, etc.

¿Debemos considerar la visita del Papa lo primero para los ciudadanos valencianos, cualesquiera que sean sus creencias religiosas? Lo dudo: que una ciudad -que para colmo acaba de salir del colapso circulatorio de Fallas como quien dice- se vea convertida en un infierno de contaminación, de bocinazos y de horas perdidas tan solo porque durante tres días vayamos a tener lo que en el Ayuntamiento llaman "una cita mundial" es un disparate. Seguro que si se hiciese un referéndum, el municipio perdería por goleada. Bueno, tal vez la visita papal sea lo primero para la economía valenciana. Lo vuelvo a dudar: lo único que se ha generado con ella es una subida especulativa de los alquileres durante un periodo máximo de una semana y un lleno hotelero que, por lo demás, está siendo habitual en Valencia desde que la ciudad se convirtió en referencia turística obligada. Pero, aquí viene lo más sangrante de todo, es que tampoco creo que esta visita sea lo primero para los católicos. Un encuentro mundial de las familias debería preocuparse de estas, no del oropel del convocante. No nos visita el Papa porque sí, lo hace para encabezar un encuentro de familias, como cuando el rey viene a presidir una final de la Copa. Hay en todo este asunto un planteamiento escandalosamente obsceno que, estoy seguro, espantaría al propio Benedicto XVI si supiese lo que está pasando. Aquí no nos preocupa otra cosa que el brillo mediático del evento y sobre todo lo que van a gastar las susodichas familias. Vamos, que se nos argumenta con la visita papal en los mismos términos que si estuviéramos hablando del premio motociclista de Cheste, solo que a lo grande. Los discursos institucionales, los carteles, los planteamientos relativos a infraestructuras, todo, se obstina en tratar la visita del Papa como la Copa del América, como una movida que puede lanzar la imagen turística de Valencia en el mundo. En otras palabras, que el evento solo parece ser lo primero para los políticos que se están aprovechando de la visita y que la usan como un arma arrojadiza contra el Gobierno central.

Es un error. Quienes vengan a Valencia lo harán enrolados por sus organizaciones eclesiales o movidos por convicciones personales, de forma que lo mismo les daría la Valencia de España que la de Venezuela, es decir, no difundirán la imagen de nuestra ciudad, sino la del Papa. Esto no es malo, lo grave sería que no fuese así: al fin y al cabo, vienen en nombre de una religión que expulsó a los mercaderes del templo. Puede que en los tiempos que corren este mensaje anticonsumista y anticapitalista les suene insoportablemente retro, pero así fue. Por eso, yo le daría a Benedicto XVI un consejo en su bávaro materno, para que sólo se entere él y no se me enfaden en el Ayuntamiento: "Valencia?: I wüade's mia mal nachdenken!".

Ángel López García-Molins es catedrático de Teoría de los Lenguajes de la Universidad de Valencia. (lopez@uv.es)

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