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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A la sombra del fuego

John Berendt es un periodista que se dio a conocer con un libro titulado Medianoche en el jardín del bien y del mal, libro que tentó tanto a Clint Eastwood como para hacer una película con él. Trataba de un asesinato cometido en la fiesta de un prominente personaje de la ciudad de Savannah y consiguió un notable éxito gracias a su habilidad para entreverar personajes singulares en el corazón de una ciudad. Este libro que ahora comentamos repite el mismo esquema; la ciudad es Venecia y los personajes son ciudadanos de Venecia y norteamericanos residentes, pertenecientes casi todos ellos, como el protagonista de Medianoche... a la riqueza y a familias de abolengo salpicados por algún que otro menestral de larga tradición.

LA CIUDAD DE LOS ÁNGELES CAÍDOS

John Berendt

Traducción de Cruz

Rodríguez Juiz

Mondadori. Barcelona, 2006

368 páginas. 20 euros

Este libro no es una novela; de hecho es una especie de crónica periodística bastante sofisticada que se sirve de un pretexto muy distinto al de su primer libro, como es la quema del teatro de La Fenice y su reconstrucción. Alrededor de este asunto se mueven una serie de personajes que sirven de pretexto para ocuparse de unos cuantos lugares venecianos que atraen la atención y la curiosidad del autor. No hay, pues, intriga dramática de ninguna clase y, de hecho, puede decirse que se trata de capítulos aislados, enlazados por las relaciones sociales de los personajes conductores de cada secuencia, con frecuentes desviaciones hacia el pasado; concretamente, Berendt se detiene de manera especial en Henry James, ilustre visitante del palacio Barbaro, que usará para su novela Las alas de la paloma, y en Ezra Pound, sobre cuya figura y la de su compañera Olga Rudge monta un capítulo excelente en el cual se reproduce, aplicado a los papeles de Pound, la historia de Los papeles de Aspern, de Henry James.

La ciudad de los ángeles caídos es, en realidad, un libro sobre Venecia de un buen cronista enamorado de esta ciudad. No hay un recorrido extenso por la ciudad, pues se limita a unos pocos lugares, pero sí está interesado en atrapar el espíritu de la ciudad y de sus habitantes. La técnica de Berendt es la de fijar su atención en personajes muy singulares, cuando no pintorescos, con el fin de ponerlos en acción para extraer de ellos aspectos de la esencia de la ciudad, del modo de vida y del sentido del mundo que nace de la ciudad misma. Son, por así decirlo, pretextos -pretextos muy bien dibujados, sin concesiones al facilismo- para introducirse en el espíritu de lo veneciano. Tiene tendencia a ser muy enumerativo, es muy meticuloso en la información que ofrece, lo que hace que, en los peores momentos, sea más un constatador que un seductor y, sin embargo, en los mejores (los dedicados a James, Pound, el poeta Stefani, el Hombre Rata de Treviso...) la capacidad de seducción de su prosa es extraordinaria. El estilo de Berendt es elegante, preciso, convincente, pero su atractivo depende mucho del asunto elegido. Por ejemplo, todo lo referente a la destrucción y reconstrucción de La Fenice parece un artículo de prensa bien escrito y bien documentado, sin más. En cambio, cuando implica a personajes, por ejemplo, la familia de cristaleros de Murano, el relato se carga de calidades literarias, el interés humano penetra la información y la transforma en narración y el interés se aviva de inmediato.

Lo mismo puede decirse de

la parte que cuenta el conflicto de intereses que se crea entre las dos entidades norteamericanas encargadas de restaurar Venecia; es un conflicto que no pasa de ser una buena crónica hecha por un buen profesional; en cambio, el relato de la pasión por la conservación del palacio Barbaro y los diferentes puntos de vista que adoptan los miembros de la familia de norteamericanos expatriados que lo mantienen, trasciende la crónica y resulta verdaderamente cautivador. Todo lo cual quiere decir que no estamos ante un texto literario que trata a la realidad como ficción, al estilo de un Capote o de un Sebald, sino de un libro sobre Venecia formado por secuencias diversas, más o menos enlazadas entre sí por hilos internos y a la que arropa, de modo un tanto externo, la destrucción y reconstrucción del teatro de La Fenice. Al término del libro no tenemos una visión de Venecia al estilo del Venecias de Paul Morand sino unos apuntes cuidadosos y detallados que parecen tan bien elegidos como aislados, muestras de una fragancia aunque no la fragancia en sí, aunque posean una soltura expresiva realmente envidiable y creen una atmósfera que poco a poco impregna al lector; una atmósfera tan bien creada en ocasiones que hace añorar un libro más trabado, más contundente y más trascendente del que Berendt nos ofrece. Lo cual no se dice en demérito del autor sino a favor del deseo que despierta en el lector.

Vista aérea del teatro de ópera La Fenice de Venecia, tras el incendio de 1996.
Vista aérea del teatro de ópera La Fenice de Venecia, tras el incendio de 1996.AP

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