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LA NUESTRA
Columna
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Tesis: una foto

La intensidad de la televisión que podemos ver depende casi exclusivamente de una aceleración de los estímulos que es lo que de hecho atrapa nuestra atención, al margen del interés que a cada cual le pueda merecer aquello que se le lanza. Porque es un bombardeo y se produce a una velocidad que no deja tiempo ni espacio, no ya para tomar una mínima distancia respecto de lo que se nos viene encima, sino ni siquiera para verlo de verdad. Puede que sea esa la razón de que dejar en pantalla más de cinco segundos una imagen fotográfica sin manipularla, respetando el tiempo del telespectador para hacerse cargo de ella, llegue a constituir todo un acontecimiento. Y eso ha pasado esta semana en Canal Sur. Vale la pena subrayarlo.

Fue en la entrega del programa Tesis que se ha visto semana. Uno de los bloques del programa estuvo dedicado al estado de la libertad de prensa en todo el mundo (todo: no sólo Cuba) y en él intervino Fernando Castelló, de Reporteros sin Fronteras: dio cifras de periodistas asesinados, torturados o encarcelados por el hecho de ejercer su profesión con independencia. Y también señaló que en el horizonte más inmediato se cierne sobre la libertad de prensa una sombra tan eficaz como la muerte (eso sí, más limpia): la concentración del poder sobre los medios de comunicación. El periodista independiente fue en el siglo XX el Ojo Público: y así se llamaba una excelente película de 1992, escrita y dirigida por H. Franklin e interpretada por Joe Pesci. Envuelta en una trama sentimental, la película dejaba bien clara la necesidad de que en el Nueva York de 1942 alguien viera por los demás, de que pudiera salir a la luz todo lo que quiere permanecer fuera del alcance de las miradas ajenas. La de aquel fotógrafo de sucesos era una misión imprescindible.

Hoy le llamarían el testigo incómodo. Y así es como Tesis tituló el reportaje dedicado a un periodista gráfico extraordinario, el único español que ha recibido el Pulitzer de periodismo: Javier Bauluz. El relato que hizo de su carrera atrapaba de inmediato: sencillamente, Bauluz asume que no basta con tomar conciencia de las miserias y los desastres del mundo, porque "el sentimiento y el pensamiento, sin la acción, no son nada". Por eso convirtió el descubrimiento de la fotografía casi como un juego en su tipo de acción. Y ha sido ese testigo incómodo en El Ejido, Ruanda, Tenerife, Palestina, Marruecos, Bosnia, Kosovo, etc. Sus imágenes son poderosas, cuentan mucho.

Especialmente una hecha en Tarifa en el siglo XXI. Bauluz asume la afirmación de Saramago de que estamos a punto de perder la capacidad de indignación, y esta fotografía de que hablo parece un test para comprobarlo. Está hecha en una playa de Tarifa. El fondo lo ocupan unas rocas al pie de las cuales hay una pequeña cala de arena fina y cálida. En el centro de la imagen, una pareja en traje de baño con su nevera al lado y bajo una sombrilla de colores. A la derecha, más lejos del ojo de la cámara, una masa oscura en la arena: es un hombre de raza negra envuelto en sus trapos, muerto. El test de indignación no hay que aplicarlo a la pareja de la foto, sino a nuestra capacidad de soportar la imagen completa.

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