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Reportaje:

De taller a multinacional

El grupo cooperativo Mondragón celebra con 71.000 empleos los 50 años de su fundación

El grupo Mondragón Corporación Cooperativa (MCC) es un especie de sueño que ha superado cualquier previsión. El empeño de un sacerdote, José María Arizmendiarrieta (1915-1976), y de cinco discípulos hace 50 años ha generado casi 71.000 puestos de trabajo en todo el mundo, de los que el 49% se encuentran en Euskadi y 7.500 se generaron en el pasado ejercicio. Probablemente todos los cooperativistas de Mondragón no comparten el espíritu de su fundador, pero en su origen hay está el humanismo cristiano y la aplicación de la doctrina social de la Iglesia.

De las seis personas que pusieron en marcha el proyecto -Arizmendiarrieta, Jesús Larrañaga, Luis Usatorre, Javier Ortubay, Alfonso Gorroñogoitia y José María Ormaetxea- sólo sobreviven los dos últimos. En sus últimas apariciones en los medios de comunicación siempre han reiterado la importancia de la Iglesia en la época y la búsqueda de un modelo empresarial social, basado en el reparto de la riqueza. En 1955, los fundadores compraron a Máximo Beltrán de Heredia su empresa de cocinas eléctricas de Vitoria por 400.000 pesetas. Al año siguiente la transformarían en Ulgor, germen de Fagor, con un taller en Mondragón donde se fabricaron las primeras estufas y cocinas de petróleo con un éxito desigual.

Industria, distribución y finanzas son los tres pilares en los que se sujeta el imperio MCC, primer grupo empresarial vasco y séptimo español, con una fuerte presencia internacional -un 12% de su empleo se ubica en el extranjero-, unas ventas internacionales que suponen la mitad de las del grupo industrial y 37 plantas en el exterior. El grupo cerró el pasado año con un aumento del beneficio del 8%, lo que le permitió alcanzar los 542 millones de euros. Las ventas totales del grupo superaron los 10.400 millones de euros tras crecer el 8,3%.

Los fundadores se niegan a mitificar lo que hoy suponen las cooperativas, pero centran en la visión de su fundador el presente del grupo. Arizmendiarrieta impulso que un grupo de jóvenes de Mondragón estudiase, facilitó que pudieran compaginar sus estudios con el trabajo y finalmente consiguió que cinco elegidos pusiesen en marcha una empresa que en 1959 se transformó en cooperativa y que no ha parado de crecer, pese a los pronósticos agoreros de algunos industriales y personas de prestigio en la época.

Todo empezó con la industria y fueron la necesidad y las ideas de Arizmendiarrieta las que hicieron posible el crecimiento. En contra del criterio de sus discípulos, consideró necesario dar una cobertura financiera a un proyecto industrial que empezaba a crecer. Así se creó Caja Laboral en un piso de Mondragón en 1959. Pocos años después se desgajó Lagun Aro, que se encargaba de todas las prestaciones sociales del grupo. La tercera pata, la distribución (Eroski), nació de la cooperativa de consumo San José en los años 60, aunque el impulso real se lo dio el ex presidente de MCC Antonio Cancelo, en la siguiente década.

"El éxito de MCC viene también por otros factores: la tradición industrial de Mondragón, la impronta empresarial que dimos a las cooperativas desde el principio, sin olvidar la capacidad de Arizmendiarrieta para crear estructuras con anticipación", señalaba Gorroñogoitia hace unas semanas en una entrevista con este diario.

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Esta visión de Arizmendiarrieta llevó al grupo cooperativo a crear su actual sede siguiendo el ejemplo del grupo francés Compagnie Génerale de Tèlegraphie Sans File. Esta empresa tenía sus instalaciones principales en un parque en Rocquencourt, a unos diez minutos de París. Así, nació la sede actual de MCC en la ladera de un monte frente al Udalaitz en Mondragón. La idea se pudo completar en 1974. Todas las cooperativas compartían sede e intereses, pero carecían de una superestructura que les diese cobertura. La creación de la corporación, de MCC, como un paraguas al que se asociaban todas las cooperativas, llegó en 1991. Jesús Catania, quien proviene del grupo industrial, es el actual presidente. Arizmendiarrieta falleció sin conocer la sede y probablemente sin imaginar la dimensión del grupo que fundó.

"Vino a hacer el bien"

"La vocación social que don José María Arizmendiarrieta nos inculcó es que la empresa no es para que uno se haga muy rico, sino para hacer ricos a muchos. Queríamos una sociedad igualitaria, sin clases". "No se trataba tanto de buscar un empleo, sino de la aplicación práctica de la doctrina de la Iglesia. Trasladar el control de la empresa y sus economías a quien la trabaja". El primer entrecomillado corresponde a Alfonso Gorroñogoitia, uno de los fundadores del grupo cooperativo, y el segundo, a uno de sus compañeros, José María Ormaetxea.

Ninguno de ambos se ha hecho rico, aunque han ocupado todos los puestos de responsabilidad en el grupo. Creen en el proyecto y se han propuesto llevar a los altares a Arizmendiarrieta, un cura que llegó con 26 años a Mondragón desde Markina. El pueblo dependía de la ya desaparecida Unión Cerrajera y su escuela de aprendices. El cura encauzó sus primeros pasos en el pueblo en el Centro de Acción Católica y su equipo de fútbol.

Eran tiempos en los que cerca del 1% de los chicos del pueblo iban a la universidad. Arizmendiarrieta apostó porque fueran 12 jóvenes y les abrió las puertas para poder estudiar en Zaragoza y trabajar en el pueblo.

"Le veíamos como un gigante por sus conocimientos. No tenía brillantez al expresarse, pero era tan grande su magnanimidad, generosidad y capacidad de trabajo,... Lo que hizo en Mondragón lo hubiera hecho en cualquier sitió. Vino hacer el bien", aseguró en 1998 Ormaetxea a este diario.

Si entre los 70.000 trabajadores actuales de MCC hay de todo, cooperativistas, empleados por cuenta ajena y nacionales de China o Marruecos, la filosofía de Arizmendiarrieta perdura todavía entre una parte de los cooperativistas, especialmente los que residen en Mondragón. Muchos de los altos cargos de las cooperativas podrían haber marchado a otras empresas y han preferido mantenerse en el grupo. En esta época de deslocalizaciones empresariales, los cooperativistas aseguran que su negocio está ligado a sus socios y que si algo se lleva a producir a economías con recursos más baratos, es sustituido en sus fábricas por productos de mayor valor añadido. Siempre con el objetivo de crear empleo.

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