Casas que cantan en la selva
Edward James levantó en la mexicana Xilitla un onírico entramado constructivo
Hay un lugar en México que puede parecer el vestigio de una civilización milenaria, pero que no lo es. Eso que se lo dejen a los aztecas, mayas, olmecas y los cientos de ruinas del país. Las Pozas de Xilitla son otra cosa. Llamémosle capricho o quizá el mayor monumento surrealista al aire libre jamás concebido. Lo cierto es que aquí los cuadros de Escher, del muy anterior Giovanni Battista Piranesi, de Remedios Varo o de la también mexicana Leonora Carrington dejan de ser mero territorio del lienzo para convertirse en esa ciudad jardín inhabitable que salió de la imaginación del aristócrata inglés Edward James (1907-1984). Hoy es ese laberinto y esa ciudad sin muros que dialoga con la exuberante vegetación de la selva huasteca de San Luis Potosí.
Fuera de los itinerarios turísticos más convencionales está Las Pozas, allí donde la sierra madre oriental se hace selva, una zona que fue cafetalera hasta que el precio internacional del café cayó y casi desapareció su cultivo hace una década. Éste es el mismo lugar donde el heredero de varias fortunas -y posible nieto bastardo de Edward VII-, Edward James, tuvo una iluminación mientras se bañaba en las piscinas naturales de Xilitla y vio cómo le rodeaban un enjambre de mariposas monarca allá por 1945.
Como en el lenguaje de sus amigos y protegidos, entre los que se cuentan Salvador Dalí o René Magritte, a los que financió durante años, el símbolo se hizo manifiesto. Allí construiría, durante unos veinte años, 30 hectáreas de delirio arquitectónico, donde hay escaleras que suben al cielo, columnas que no sostienen más que aire, arcos que parecen plantas, flores, pájaros, piernas de cemento y humedad. El jardín en que Lewis Carroll hubiera querido ver a su Alicia.
Ideas y quimeras
"Construí este santuario para que fuera habitado por mis ideas y mis quimeras". James dio así la talla de su jardín de arquitectura fantástica. Nada es útil en Las Pozas, pero sí bello. No hay premeditación, pero sí misterio. Las Pozas sobrecogen al caminarlas, al escalarlas, al encontrarte repentinamente ante un precipicio junto a columnas que asemejan bambúes. No es sólo el vértigo físico, sino el de la imaginación.
Pero no sólo fue residencia de sus quimeras. Edward James era un apasionado de las orquídeas y hasta 1962, fecha en que hubo una gran helada en Xilitla, las coleccionó compulsivamente. Entonces empezó el furor constructor, cuando llenó las hectáreas de su propiedad de animales (desde venados hasta ocelotes o serpientes) y se propuso construirles casas sin paredes, jaulas sin rejas. Para ellos y para sí mismo.
James se paseaba desnudo o en su larga bata blanca rodeado de animales, con su guacamaya al cuello imaginando nuevas formas imposibles, pensando cómo llevar a cemento su mímesis selvática, su ciudad invisible, laberíntica y extática. Las Pozas es hoy juego, como lo fue para James.
Como quiso, su obra sigue en construcción. Ya no es su alucinada mano la que imagina el cemento, sino la naturaleza, la humedad de la selva que hace de Las Pozas una obra en proceso. Nunca la acabó. Tampoco es que quisiera. Para ello hubiera necesitado cientos de años y concluir alguna vez alguna de sus ideas. Los hay que temen por la conservación de las construcciones, pero cómo negar su principio antipragmático, el juego con el tiempo que entabló el inglés. Él mismo ansiaba ese diálogo con la naturaleza hasta el punto de desear que alguien llegara a Las Pozas pasados los años y creyera que aquello eran los restos de una civilización perdida, parte neogótica, parte egipcia, parte fruto del empape de surrealismo del que vivió James y, sobre todo, fruto de una mente alucinada y brillante.
El juego surrealista, con su sorpresa y humor, es la materia prima que sostiene las estructuras de Xilitla. Ya dijo Breton que México era un país "naturalmente surrealista". Y no le faltó razón.
El hombre práctico
La ciudad paradójica del inglés no hubiera sido posible sin el Sancho de esta historia, el hombre práctico que acompañó a James desde que comenzara su aventura mexicana, Plutarco Gastelum, un indio yaqui al que reclutó en una oficina postal de Cuernavaca en los años cuarenta y que convirtió en su amigo y administrador. El hijo de Plutarco (a quien llaman Kako) es hoy el encargado de este museo al aire libre.
Tampoco hubiera sido posible sin que Edward James vendiera parte de su vasta colección de arte surrealista y gastara unos cinco millones de dólares. Como tampoco sin la interpretación genial de sus bocetos -que enviaba vía postal desde sus múltiples viajes- por parte del tallador local José Aguilar, que los llevaría a los moldes de madera que se utilizaron en todas las construcciones, y que el arquitecto Carmelo Muñoz Camacho llevaría a cemento. Las Pozas tiene mucho también del genio artesanal de los artistas y albañiles de Xilitla.
Sin duda excéntrico o, como diría Dalí, "el único verdaderamente loco", Edward James sigue siendo en muchos aspectos el hombre de espaldas que retratara Magritte en su cuadro La reproducción prohibida. Un hombre misterioso, cuyo verdadero rostro pocos conocieron, y muchos menos supieron entender, y cuya imaginación no dejó de agrandarse.
"Mi casa tiene alas y a veces, en la profundidad de la noche, canta", escribió James. Tal fue su sueño en Xilitla. En el epitafio de su tumba en su residencia de West Dean, en el Reino Unido, hoy fundación y una de las escuelas de restauración más prestigiosas del mundo, se lee: "Edward James, poeta". Fueron muchos sus versos, recibidos con poco entusiasmo durante su vida, pero fue y sigue siendo su fantasía arquitectónica la gran obra de este niño rico que dijo haber nacido surrealista.
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Prefijo telefónico: 00 52. Población: Xilitla tiene unos 50.000 habitantes. Moneda: peso mexicano (100 pesos equivalen a unos siete euros).Cómo llegar- Xilitla pertenece al Estado de San Luis Potosí (www.slp.gob.mx).- Se llega fácilmente desde México DF, en un autobús directo (compañía Flecha Roja, 55 55 67 62 13) que sale de la estación Norte. El trayecto cuesta unos 15 euros y el viaje dura unas ocho horas. En coche: autopista México-Pachuca, y en Matlapa tomar la desviación a Xilitla.Dormir- La mejor opción para empaparse de Las Pozas (489 365 03 67) es dormir en las cabañas dentro del jardín, que sirvieron de cuartos de los albañiles durante su construcción. La habitación doble cuesta a partir de 22 euros.- El Castillo (489 365 00 38) es otra buena opción. En el pueblo de Xilitla, fue la residencia de la familia de Plutarco Gastelum. Fue él mismo quien lo construyó con estilo neogótico y herencia fantástica. Allí está el fresco que le pintara Leonora Carrington. Entre 50 y 90 euros.Visitas- Las Pozas (489 365 03 67). La entrada a los jardines cuesta 1,50 euros.- Museo Edward James (489 104 15 26). Ocampo, 105. Situado a un lado del castillo, en el pueblo de Xilitla.- Otra visita, fuera ya de la ruta de James, es el ex convento de San Agustín, del siglo XVI.Comer- Restaurante Las Pozas de James, a la entrada del jardín, para comer mariscos y cortes a precio asequible. Unos cinco euros.- La Flor del Café. Restaurante cooperativa de comida local. Probar las enchiladas huastecas. Barato.Información- www.visitmexico.com.
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