Autobiografía de los otros
Las "literaturas del yo", marcadas territorialmente por su emisor, resultan un buen terreno abonado para que la crítica de género dirima sus batallas. Si del discurso masculino suele destacarse la linealidad coherente y el carácter público de su autorrepresentación, las confesiones femeninas se clasifican como intimistas, oscuras y fragmentarias.
En Las genealogías, la
LAS GENEALOGÍAS
Margo Glantz
Pre-Textos. Valencia, 2006
236 páginas.
16,40 euros
siempre sorprendente narradora y ensayista que es Margo Glantz escribe sus memorias que son en realidad los recuerdos de su familia judía, exiliada de la Rusia zarista e incorporada al vibrante quehacer de la ciudad de México en la década de los sesenta. Álbum de instantáneas vitales sentido como una arqueología precaria de restos, ternura del rastro rescatado de la disolución, el libro postula la crónica de una inmigración concreta extrapolable a todos los traslados; se articula como una conversación con los muertos; se divide en pequeños cuadros de conmovedora evocación; combina la argumentación y la poesía, la letra y la imagen, la tragedia y la comicidad, la pasión y la erudición, lo cotidiano con embriones de épica y con figuras de soledad. A la vez y sobre todo, el libro perfila un retrato de lo que se pierde y de cómo esas pérdidas nos constituyen.
Sin embargo, su interés en cuanto confesión de mujer no compete exclusivamente a una política de sexo, aunque se haya dicho que Margo Glantz escribe a fin de recomponer un confundido cuerpo femenino, para el cual estructurar y diseñar la pertenencia y el origen es tarea obligada, previa al habla. Es cierto que en él es consustancial el desconocimiento de sí, que pide como primera tarea la reconstrucción y conquista de su derecho a la voz, con una completa documentación emocional y reelaboración del propio archivo, de la cronología íntima.
Pero Margo Glantz se sienta a dialogar con sus padres octogenarios y a sonsacarles su periplo hasta llegar más que a la tierra de México a la circunstancia que es ella misma. El resultado no siempre arroja los resultados deseados y acaba descubriendo otra cosa: la naturaleza inalcanzable y desorientada de todo lo que se busca. Uno puede también reconocerse en el extravío o en la diseminación, experiencias de ausencia capaces de ofrecer otra forma lenitiva de heredad. Pertenecer a una estirpe, una familia o un séquito no se diferencia de producirlo. La identidad es una cuestión de fábulas y de cuentos narrados, de acuerdo con ese doble significado de la voz "genealogía" que es la sucesión de un linaje, pero también el documento mismo que lo argumenta y lo legisla.
Margo Glantz sabe que re-
dactando sobre su origen lo configura y que éste se crea en el gesto de dibujarlo. De hecho, existe una fuerte conexión, un lazo inquebrantable entre la sucesiva y ordenadora escritura y la frágil, delicada identidad. De ese modo, un texto genealógico es sobre todo un autorretrato, ya que somos sólo a partir de las historias que otros cuentan. Nuestra persona, dividida, parcial, se realiza en el entramado de sujetos, de anécdotas, de detalles, cambios, sucesos, casos y casualidades. Los demás hablan y viven, pero nosotros somos su consecuencia o existimos sólo en la certeza relatada de su pasado. Organizar la genealogía de uno es distribuir en una línea de descendencia el caos de los avatares múltiples de los que derivamos como su irregular producto.
Este libro entrañable y entrañado -la escritura de Margo Glantz siempre es interior, sanguínea, de órganos y vísceras implicados- traza un recorrido en tiempo y espacio para contar desde ambos, desde lo anterior y lo lejano, el aquí y el ahora. A la manera de un palimpsesto de la carne, de una autobiografía de los otros, rastrea las huellas borradas de los que ya no están y restaura olvidos significativos para seguir el hilo de aquello que éramos antes de empezar a ser.
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