_
_
_
_
Reportaje:TEATRO

Microactores en Liliput

Javier Vallejo

Qué fue primero, el actor o el titiritero? La fiereza impostada que el guerrero exhibe ante su enemigo, las gansadas que el joven hace para impresionar a la moza que le gusta son pautas pantomímicas arcaicas compartidas con otras especies: el palomo en celo se infla para parecer el doble de lo que es a la hembra que pretende montar, el gato se convierte en una bola erizada temible cuando se ve entre la espada y la pared. Estas conductas son puramente instintivas, pero los animales actúan, es decir, modelan su comportamiento para crear una realidad aparente. Una pata silvestre llamó mi atención al cruzar un arroyo. Pasaba sin verla, cuando comenzó a aletear penosamente sin levantar el vuelo. Imantado, caminé hacia ella. Se retiró unos metros, batiendo alas con estrépito. Volví a acortar la distancia, y se alejó otro tanto. Sentí que algo no encajaba, di la espalda al ave mientras redoblaba su aleteo y vi tres patitos minúsculos justo en el punto por donde acababa de cruzar el regato. ¡Su madre estaba haciendo toda esa representación para atraerme y apartarme de ellas! Sonreí al animal instintivamente y seguí mi camino más feliz de lo que venía.

El impulso de actuar probablemente sea, pues, anterior a nuestra especie. El primer acto teatral genuinamente humano consistió en representar a otros animales utilizando objetos o moviendo las manos desnudas como si tuvieran vida propia. El niño anima piedras o palitos: los mueve de acá para allá, los pone a abrevar, combatir, aparearse. También mima con todo su cuerpo, pero ¿es ésta una facultad exclusivamente humana? ¿No imitan los monos? ¿No reproduce el arrendajo el canto de otras aves, el claxon de los coches e incluso las melodías de los teléfonos móviles? En cambio, no hay animal, salvo el hombre, que transfiera su alma a los objetos. Las culturas primitivas son animistas. El titiritero arcaico, como el primer actor, es un sacerdote. Cuando talla su marioneta, confía en que conserve el espíritu del árbol. Cuando la mueve, le transfiere el suyo.

El teatro de títeres permanece más pegado a sus orígenes mágicos que el de actores. Es más fácil encontrar espectáculos de muñecos que toquen al público por derecho que hallarlos en el teatro al uso. En Titirimundi suele caer alguno todos los años: en España, es el festival de títeres por antonomasia. Entre lo más pequeño y sensible del programa de su vigésima edición, figura Mikropodium. El escenario de esta compañía unipersonal es una mesita sobre la cual el húngaro Lénárt András manipula a la vista marionetas minúsculas, dúctiles como un ensueño. La compañía rusa Tehb trae el Gran Teatro de Liliput, reproducción detallada a escala del exterior y el interior de un teatro de ópera con su telar, telones, bambalinas, platea, artistas y público. Tehb representa El gran diluvio universal, espectáculo que incluye una microversión de El misántropo ideada por Anatoli Vassiliev (sí, el director de la Medeamaterial que se vio en el Mercat de les Flors) y la alucinación de Tonino Guerra que da título al espectáculo. En El diluvio, mientras se suceden escenas sobre la destrucción del mundo, el agua desborda las candilejas, inunda la platea y anega al público liliputiense. Los espectadores de verdad, sólo cinco por función, lo ven todo desde el exterior, a través de ventanales. La misma compañía presenta una versión musical de Orfeo, coproducida por la Taganka, de Moscú, y el Ensemble Opus Posth.

El compromiso, de Axioma

Teatro, es la antítesis de El diluvio. Lo recomiendo. En cinco escenarios simultáneos, la compañía almeriense representa con 400 títeres y 22 escenografías la historia de una niña de posguerra, educada en los hogares del Auxilio Social. En esta edición, Titirimundi ha programado en Segovia a 48 compañías. Parte actúan también en Madrid, Salamanca, León, Ávila, Soria, Zamora, Palencia, Miranda de Ebro, Aranda de Duero, Villafranca del Bierzo y Laguna de Duero. Paralelamente, Lleida celebra la 17ª edición de su Fira de Titelles. En su programación destacan The Huber Marionettes, el teatro de sombras de Valeria Guglietti y Yaël y Revital, dos mujeres que incorporan partes de su cuerpo a los muñecos.

Titirimundi. Segovia. Del 9 al 18 de mayo. Fira de Titelles de Lleida. Hasta el 7 de mayo.

Imagen del Gran Teatro de Liliput, de la compañía rusa Tehb.
Imagen del Gran Teatro de Liliput, de la compañía rusa Tehb.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_