Apología del franquismo
La impunidad con la que se mueven en nuestro país los panegiristas del franquismo es tal, que cuando un grupo de historiadores tratan de bucear en el pasado para restituir la memoria de quienes hasta eso perdieron, surgen por bandadas quienes les acusan de estar reabriendo heridas, de estar llenos de odio, de alimentar rencores, todo ello con el propósito de que el olvido y la "versión oficial" continúen siendo la cárcel en la cual convivamos todos como hermanos sordos, mudos y ciegos. Empero, ha llegado el momento de que empecemos a llamar a las cosas por su nombre.
La Segunda República Española fue un régimen democrático que -en un contexto nacional e internacional extremadamente difícil- trató de acabar con la vieja política caciquil, iniciando para ello una serie de reformas encaminadas a la educación del pueblo para que éste fuese el dueño de su destino. Durante la Segunda República se produjeron desórdenes públicos, no mayores a los habidos durante la Monarquía de Alfonso XIII ni superiores a los de países como Francia. Hubo una serie de generales, o sea, de funcionarios a sueldo de la República, que rompieron sus juramentos y la disciplina propia de la institución militar para sublevarse contra el Gobierno legítimo, provocando una de las guerras más crueles de nuestra historia. Fue Franco, qué duda cabe, el español más cruel, el más ruin, el más frío, quien más españoles ha matado a lo largo de nuestro durísimo devenir.
La democracia española no se puede permitir que se siga alabando al tirano; es preciso que en las escuelas se enseñe el verdadero rostro criminal del Caudillo, que la apología del franquismo se tipifique como delito en el Código Penal. Democracia y fascismo no son compatibles.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.