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Columna
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El dinero

Ha venido un poeta al País Vasco a hablarnos de dinero. El filólogo Agustín García Calvo, cuentan las crónicas, ha estado en la Facultad de Bellas Artes del Campus de Leioa para conferenciar sobre Arte y Dinero. Nada más pertinente en estos días, cuando dinero y arte andan enmarañados como nunca (siempre anduvieron cerca uno de otro, pero ahora se confunden hasta indiferenciarse) que el que venga un poeta para hablarnos del maldito parné. Hay mercado del arte y hay industria del arte y mucho rico (no necesariamente artista o fabricante de arte) enriquecido a cuenta del dinero que genera el negocio del arte.

"Antes vivíamos del hierro y del acero y ahora de la cultura y el turismo", explicaba el alcalde de Bilbao el pasado domingo en estas mismas páginas. Eso quiere decir que un concejal hirsuto se transforma en un Médicis gracias a los impuestos de los ciudadanos en menos que canta un gallo. Ellos eligen. Ellos deciden. Ellos sancionan. Ellos son los que pintan a la hora de elegir arquitecturas, diseños, pinturas y esculturas. Por supuesto, ellos designan a sus asesores. Ellos van al mercado del arte y ellos llevan la cesta de la compra de mimbre o de titanio. Por eso, entre otras cosas, el poeta Agustín García Calvo no se fía ni poco ni mucho de las llamadas políticas culturales y de la sumisión, en las democracias avanzadas, del arte al capital, como él dice (desde que no hay marxistas, cada vez menos gente habla del capital, como si no existiera). Pero el gran Agustín García Calvo, además de filólogo ácrata, es un poeta serio que habla del capital tranquilamente.

Por su buena cabeza lo descabezaron junto a Tierno Galván y Aranguren en 1965. Él ha sabido traducir como nadie los sonetos de Shakespeare; él ha escrito teatro y ha auscultado el lenguaje y ha hablado de la lógica matemática empleado palabras contadas, es decir, empleando palabras sin número. Todo con una rítmica cordial y una respiración y una prosodia propia de un maestro de la lengua. Quiero decir que admiro a Agustín García Calvo. Por eso no me extraña que haya venido a hablarnos del dinero, que es en última instancia de lo que debe hablarnos un poeta. Hace años, además, recuerdo que Agustín García Calvo tuvo un lío importante con Hacienda. El poeta más grande del siglo pasado, el norteamericano Ezra Pound, también hablaba mucho de dinero, pero sus líos no fueron con Hacienda, sino más bien con Roosevelt, que al final de la guerra lo metió en una jaula por traidor a la patria. El maldito dinero, como siempre, por medio.

Ha tenido que ser un poeta (ha tenido que ser García Calvo) el que venga al país de los vascos para hablar del dinero y maldecirlo porque "se ha convertido en la realidad de realidades y ocupa el lugar de Dios". Hasta los abertzales simpatizantes de ETA andan como posesos en busca de dinero para sanear las arcas de la banda. Se ofrecen bonos de 60 euros y se recurre a la mercadotecnia, bisutería con el hacha y el bicho, pegatinas, camisetas y cosas. Todos quieren, necesitan dinero. Todos sueñan y piensan en él y a todos preocupa. Sin embargo, como advierte Agustín García Calvo, el dinero no es, como nos quieren interesadamente hacer creer, lo material, sino la apoteosis de lo inmaterial, "lo más impalpable que se pueda imaginar". El oro circula porque tiene valor, decía Marx, pero el papel moneda tiene valor porque circula. La ingeniería financiera es humo. Luego hablan de intangibles y resulta que Roca, el asesor urbanístico de Marbella, tenía en el cuarto de baño de uno de sus palacios un cuadro de Miró con el que, suponemos, amenizaba sus deposiciones.

Aunque no seamos Roca, parece que estamos locos por tener toda clase de cosas, de modo que vivimos endeudados. El 59% de los españoles consigue llegar a fin de mes tirando de tarjeta. Vivimos por encima de nuestras posibilidades y estamos enganchados al consumo. Las hipotecas suben. La usura hace su agosto. El dinero, apunta Saramago, es como una adicción. Pero los únicos que perecen por síndrome de abstinencia son los pobres. Es que el dinero mata, dispara García Calvo: "Mata las cosas sensitivas, sentidas y palpables que están por debajo de las ideas, en los dedos, los ojos y los labios..." Hay algo, contaba Bertold Brecht, peor que robar un banco, y es fundarlo. Sin embargo el dinero, hoy por hoy, es el sistema métrico por el que nos regimos y la única religión que nos une.

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