El nuevo primer ministro iraquí busca el apoyo de dos clérigos clave
Tras entrevistarse en una zona fortificada de Bagdad con el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld y la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice -ambos de visita oficial hasta ayer-, el primer ministro iraquí designado, el chií Nuri al Maliki, viajó ayer a Nayaf. Allí se reunió con el gran ayatolá Alí al Sistani, líder espiritual de los chiíes en Irak y hombre de enorme influencia política. Sistani desbloqueó la semana pasada tras meses de disputas la formación del Gobierno ante el rechazo que suscitó en kurdos y suníes el candidato designado en febrero, Ibrahim al Yafari.
Al Maliki declaró después a los periodistas que espera cerrar pronto las negociaciones con los demás partidos y presentar su Gobierno al Parlamento en una semana (tiene hasta 30 días). Prometió que Defensa e Interior estarán en manos de independientes.
"El próximo Gobierno deberá realizar el máximo esfuerzo para recuperar la soberanía plena", advirtió Sistani a Maliki, según informó uno de sus portavoces. El ayatolá está muy preocupado por la violencia sectaria que ha asola al país desde el 22 de febrero, cuando un atentado destruyó parcialmente la mezquita dorada de Samarra, de culto chií. Al Maliki dijo que cumplirá una de las peticiones hechas por Sistani para que las armas estén bajo el control del Ejército y de la Policía y no en manos de las milicias. Éste debió de ser uno de los asuntos tratados con Múqtada al Sáder, con quien Al Maliki se entrevistó también en Nayaf, donde tiene su residencia no lejos de la de Sistani.
El Ejército del Mahdi
El clérigo radical Al Sader, cuyo movimiento político pertenece a la Alianza chií, coalición que ganó las elecciones de diciembre, dispone además de una milicia, el Ejército del Mahdi, que se ha enfrentado a tiros en dos ocasiones (en abril y agosto de 2004) a los norteamericanos. Al Sáder calificó la visita de Rumsfeld y Rice como "una inquietante intervención en los asuntos iraquíes".
Por otra parte, el caso del soldado australiano Jacob Kovko ha conmocionado a su país y obligado al primer ministro, John Howard, a pedir disculpas. Muerto la semana pasada en Bagdad, en un accidente con armas de fuego (la primera baja del contingente de Australia), el cuerpo fue trasladado a una base en Kuwait para su repatriación. Pero en el féretro enviado a su viuda no iba el cadáver de su marido sino el de otro soldado. El cuerpo de Kovko fue descubierto el miércoles, traspapelado en la morgue de la base.
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