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El "alma" de Esko Männikkö y la "memoria" de Iñaki Bonillas dialogan en San Sebastián

Los dos fotógrafos recibieron los premios de la Fundación Ordóñez-Falcón

La obra del fotógrafo Esko Männikkö (Oulu, Finlandia, 1959) se mueve entre el documental antropológico y social y la creación puramente estética. El trabajo de su colega Iñaki Bonillas (Ciudad de México, 1981) se detiene de manera recurrente en los ejercicios reflexivos en torno a la luz y el tiempo. Los dos artistas, nombres de referencia internacional, dialogan con la exposición de sus imágenes hasta el 2 de julio en la Sala Kubo de Kutxa en el Kursaal de San Sebastián. Allí recibieron ayer los recién creados premios de fotografía de la Fundación Ordóñez-Falcón.

Männikkö se hizo con el Premio Internacional Ordóñez-Falcón como fotógrafo consagrado, mientras que Bonillas recogió el Premio Isabel, destinado a reconocer la labor de artistas emergentes menores de 35 años. Uno y otro estrenaron los galardones creados este año por la Fundación Ordóñez-Falcón, encargada de organizar DFoto, la Feria Internacional de Fotografía Contemporánea y Vídeo de San Sebastián, cuya tercera edición se celebrará entre los próximos 4 y 7 de mayo.

En el marco de esta feria, el creador finlandés ha viajado a San Sebastián con 75 fotografías tomadas en su país, Suecia, Brasil o Estados Unidos, en las que retrata personajes solitarios, viejas fachadas de casas aisladas, objetos cotidianos o animales muertos. Son imágenes muy pictóricas que destilan tristeza y desolación a los ojos del visitante de la exposición. Pero son también imágenes en las que el autor no renuncia a la belleza.

"Como fotógrafo, no tengo palabras para explicar mi trabajo. Mi trabajo se explica con mis imágenes", comentó Männikkö al comienzo de su presentación ante los medios de comunicación. "La vida en general es muy bella. Es dura, cruel y difícil, pero muy bella. El arte también tiene que ser bello. Eso", subrayó el artista, "es lo que intento decir con mis fotos". Para él, sus imágenes son "una especie de autorretratos", fotos de su "alma".

¿Se pueden calificar entonces como imágenes de desolación y aislamiento? "Realmente no, porque muchas de las personas fotografiadas están solas por elección personal. No necesitan mucha vida social, como me pasa a mí mismo", aseguró el fotógrafo.

Archivo familiar

Junto al trabajo de Männikkö en la Sala Kubo luce la personal propuesta de Bonillas, quien parte de los archivos fotográficos que heredó de su abuelo materno para crear varias instalaciones. El artista mexicano reúne en una de ellas casi mil instantáneas tomadas entre el año 1894 y el 2000 y homogeneizadas luego, al imprimirlas todas al tamaño de 22 por 28 centímetros. Estas imágenes se presentan como "un recorrido por la historia de la familia y, al mismo tiempo, de la fotografía", explicó.

El joven, que se define como "un artista que trabaja con la luz y la fotografía", expone también dos series de cajas de luz. La que está compuesta por ocho unidades muestra imágenes familiares en las que aparece un personaje al que el abuelo del fotógrafo borró el rostro con un plumón de tinta negra. El creador explicó que le "pareció interesante el trabajo que se podía hacer en torno a la memoria" con estas fotografías.

Bonillas apuesta además por exhibir ante el público las impresiones digitales de los reversos de una veintena de fotografías en los que aparecen otras tantas anotaciones. "Una tranquila mañana de domingo". "Ésta era la más guapa". "Otra foto de la playa de Tampico". Son algunas de las frases que se pueden leer y a partir de las cuales "el espectador puede evocar la imagen que quiera", detalló el artista, quien ofrece en esta instalación su cara más conceptual.

La exposición de Iñaki Bonillas se completa con la proyección de una serie de diapositivas en las que relaciona la ciudad con paisajes de aspecto desértico.

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