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Columna
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Ni bancos, ni política, ni Dios

Juan Urbano, nuestro filósofo enamorado de cada jueves, cerró el libro que estaba leyendo, que era el Tratado de la reforma del entendimiento, de Baruch Spinoza, y como si creyera que podían oírle en el siglo XVII, le dijo al autor: "No tienes ni idea".

Es que acababa de encontrarse con un párrafo en el que se afirmaba que el secreto del placer es "gozar lo suficiente como para conservar la salud", y él consideraba que, en ese terreno, conservar la salud es lo que hacen los que no se atreven a perder la cabeza, así que le dio a Spinoza con su propio libro en las narices, abrió el periódico y se puso a leer una noticia sobre un estudio de la confianza que se había llevado a cabo en 12 países de tres continentes. Y la verdad es que las conclusiones eran raras.

En lo que más confiamos los españoles es en la Cruz Roja y en los científicos, a los que le damos un 7,3 sobre 10 cuando nos preguntan, respectivamente, sobre las instituciones y los profesionales a los que damos más valor.

En la parte baja de la tabla, nos dan muy mala espina las autoridades religiosas musulmanas y los políticos, que suspenden con un 2,3 y un 3,7, o sea, más o menos como un estudiante que hubiera puesto en un examen que el nombre de pila de Cervantes era Mariano o que el Pisuerga pasa por Jaén.

"Vaya, vaya", pensó Juan Urbano, así que los españoles, "digan lo que digan Roco y sus hermanos, no le daríamos la espalda a la religión en una calle oscura, porque de los cinco últimos lugares de la lista cuatro los ocupan las autoridades musulmanas, las judías, la Iglesia protestante y la católica, que recibe un 4,6, o sea que está a punto de bajar a segunda división...".

Pero lo que más le llamó la atención no fue la cola de la clasificación, sino la cabeza. "De modo que confiamos en los científicos... ¿Y no será porque la Ciencia es justo lo contrario de la Religión?", ponderó mientras cerraba los ojos y sentía en la piel el pacífico sol de las terrazas de Madrid.

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En realidad, si lo pensaba bien, las parejas que establecía esa lista de la confianza eran muy reveladoras: por arriba, la Cruz Roja, Greenpeace y las organizaciones no gubernamentales, ONG, los científicos, los médicos y los maestros; por abajo, las iglesias, las empresas multinacionales y la banca, los políticos, los religiosos y los funcionarios...

Un poco más allá, en estas mismas páginas municipales, los grupos ecologistas volvían a oponerse al plan del Ayuntamiento para remodelar el llamado eje Prado-Recoletos, algo que pasa por un nuevo crimen verde, puesto que supondrá la muerte de cientos de árboles de gran valor.

Y una delegación del Parlamento Europeo iba a venir a evaluar las obras de la M-30, cuyo impacto medioambiental siguen denunciando como si clamasen en el desierto IU, el PSOE y, otra vez, desde Ecologistas en Acción.

Los políticos de los que nos fiamos un 3,7, nos ofrecen jardines del Retiro cada 10 minutos, van a hacer ya mismo Madrid en el que un mono podría columpiarse de Puerta de Hierro a Atocha sin tocar el suelo, y juran que por cada bosque que arrasan van a plantar 100, pero una promesa ya es media mentira.

Pero lo cierto es que lo único que hacen es leña.

Y después estaba lo de los maestros. Los españoles tenemos confianza en los maestros, a pesar de las fatídicas leyes de educación en las que se debaten como en una red, y les damos un 6,9, muy cerca del 7,3 y el 7,1 de los científicos y los médicos.

Pero en la foto vecina, se veía una manifestación de profesores en la calle de Alcalá.

La protesta era ante la Consejería de Educación del gobierno de la capital, con perdón, y lo que exigían los reunidos era que se mejorasen los sueldos de los 47.000 docentes de la enseñanza pública que hay en la Comunidad de Madrid.

Los manifestantes cantaban una canción un tanto críptica que decía: "Esperanza, Esperanza / sólo sabe bailar el chachachá", así que ya pueden imaginarse su estado de ánimo.

Juan cerró el diario y se dijo que ese estudio sobre la confianza era también un estudio de la distancia. "Eso es, la distancia que hay entre los ciudadanos y los políticos. Nosotros confiamos en Greenpeace y ellos cortan nuestros árboles. Nosotros confiamos en los maestros y ellos les pagan sueldos ofensivos porque no creen que sean tan importantes. Nosotros desconfiamos de las iglesias y ellos las financian. A nosotros no nos gusta la banca y ellos son la banca...". Se detuvo y pidió bicarbonato al camarero.

Empezaba a sentirse mal. Luego se puso a pensar en su chica capicúa y se sintió algo mejor.

Muchísimo mejor, de hecho.

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