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Crónica:Fútbol | Semifinales de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Noche memorable en el Camp Nou

El Barcelona, muy serio y vitalista, contiene al Milan y se clasifica por quinta vez para la final de la Copa de Europa

Ramon Besa

Vibra el barcelonismo, rebosante de felicidad, encantado de la vida, camino de París, después de dejar Atenas en el olvido. El optimismo de Ronaldinho ha sido contagioso en el Barcelona por la misma razón que el Villarreal es hoy presa de la melancolía de Riquelme. Así se escribe la historia del fútbol. Dos grandes jugadores, dos estados de ánimo, dos mundos.

La vitalidad del Barça le pudo ayer al fútbol siniestro del Milan en un partido escalofriante por la tensión que lo presidió, muy propia, por otra parte, de una semifinal europea. El mérito azulgrana estuvo precisamente en su capacidad para aguantar a un adversario que se bate estupendamente en escenarios como el de anoche y que, además, se marcó un partido muy bueno. El currículo del Milan está lleno de encuentros decisivos ganados por su espíritu agonístico en una jugada episódica. Ayer, en cambio, jugó y mezcló mejor que nunca y no pudo revolcar a un rival que se sintió ante la oportunidad de su vida y la defendió con tanto entusiasmo como madurez. No se viaja a París cada día, y el Barça expidió el billete en un ejercicio sorprendentemente práctico y racional en un club tan pasional.

BARCELONA 0 - MILAN 0

Barcelona: Víctor Valdés; Belletti, Puyol, Márquez, Van Bronckhorst; Iniesta, Edmilson, Deco; Giuly (Larsson, m. 68), Eto'o (Van Bommel, m. 88) y Ronaldinho.

Milan: Dida; Stam, Costacurta (Cafú, m. 64), Kaladze, Serginho; Gattuso (Rui Costa, m. 68), Pirlo, Seedorf, Kaká; Shevchenko e Inzaghi (Gilardino, m. 79).

Árbitro: Markus Merk. Amonestó a Costacurta y Edmilson.

Camp Nou. 95.661 espectadores. Clasificado el Barça por el tanteo global de 1-0.

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Le ganó la partida el Barcelona al Milan, un equipo que pone de los nervios por su frialdad, por su oficio, por su calidad física, táctica y psicológica. Al Barça, sin embargo, no le tembló el pulso. A veces incluso pareció un equipo hipotenso: se le puso la cara de Iniesta y jugó con el criterio y la extraordinaria simplicidad con que actúa el manchego. Aunque perdió encanto, color y calentura, fue extremadamente fiable por la exquisitez técnica de sus jugadores y por su cordura futbolística. El hijo ha mejorado al padre y el Barcelona disputará la quinta final de su historia con un plantel superior al que hace 12 años fue ridiculizado en Atenas.

A favor de marcador y, consecuentemente, exento de cualquier heroicidad o de un remonte al uso, al Barça se le planteaba un partido incluso más difícil que ante el Chelsea, un equipo de autor, repleto de futbolistas mercenarios, nada que ver con el Milan, que defiende una cultura de club con independencia del nombre de sus jugadores. Pasan los años, se cambian las plantillas, entran y salen los técnicos y, sin embargo, los rossoneri siempre comparecen en las semifinales de la Champions para despedir al rival que está de paso por Europa.

No es fácil enfrentar al Milan, y menos cuando hay que dar vida a un partido que desde el punto de vista azulgrana se quería acabado antes de salir al campo por más gente que hubiera en la grada. Nunca ha sido el Barça un equipo indeciso y anoche tampoco se acobardó, sino que se fue a por el Milan y le sacudió en su cancha hasta el descanso. La presión de los volantes le aseguró unos cuantos remates y el mando de Iniesta le garantizó una cierta jerarquía. Futbolista lúcido por excelencia, Iniesta gobernaba el encuentro con tanta autoridad como delicadeza. Ni una falta cuando rebanaba el balón, ni un error en el pase.

Iniesta respondió acertadamente a la demanda de cada jugada. A veces retuvo, a veces condujo, cambió igualmente de ritmo, apretó en defensa y filtró pases en ataque. Preciso y rápido, Iniesta condujo a su equipo hasta el área de Dida y Eto'o dispuso de hasta tres pelotas de gol. Ausente Nesta, el camerunés supo ganarse el espacio entre Costacurta y Kaladze a cambio de pifiar el remate. Funcionaba la línea de presión y recuperación barcelonista y, por el contrario, sangraba por los laterales. Asfixiado Pirlo, el Milan se estiró por el flanco de Stam y tiró con Kaká un par de transiciones suficientemente vertiginosas como para hacerse notar en el partido. El Mílan tuvo más empaque que otras veces y jugó siempre de manera tan amenazadora que se le puso cara de funcionario de pompas fúnebres. La replica barcelonista fue, sin embargo, tan excelente que los rossoneri, ayer vestidos de blancos, ni siquiera pudieron forzar la prórroga después de completar una noche preciosa.

El Barcelona, ciertamente, fue perdiendo vigor en un partido que se volvía discontinuo, excesivamente trabado, peleado. A Ronaldinho le costaba entrar en juego porque la marca del Milan fue carcelaria. Reducido el brasileño, los italianos tomaron con el tiempo la pelota y oficiaron el segundo acto con un despliegue intimidador porque combinaron mucho en la medular. Por vez primera, los azulgrana tuvieron que defenderse sin el balón, manejando el gol de la ida y el reloj de la vuelta y al final se aplicaron certeramente, salvo en un cabezazo de Shevchenko que el linier anuló por una falta que no se advirtió. Aunque contadas, las llegadas en una y otra área fueron sobrecogedoras. Sheva rondó el gol, Belletti no llegó a meter la puntera en un centro de Giuly y Dida le sacó un cabezazo a bocajarro a Larsson.

Ancelotti fue cambiando piezas y el Milan llevó la voz cantante hasta el final. Le dio una y mil vueltas al partido y se rindió sólo cuando el árbitro pitó el final. Neutralizado, tendió la mano al Barça, signo de abdicación. Los azulgrana cuadraron un ejercicio defensivo tan estupendo que ni siquiera cargaron con ninguna baja por tarjetas para la final. Acostumbrado a ganar los partidos con sus delanteros, la grandeza del Barcelona estuvo anoche en la capacidad de sus defensas para neutralizar al Milan en una semifinal europea, cosa que hasta ayer sólo se le recordaba al Madrid de Gento. Vuelve Ronaldinho a París para conquistar la ciudad de la luz con un equipo delicioso. Vibra el barcelonismo.

Stam y Ronaldinho saltan intentando alcanzar el balón.
Stam y Ronaldinho saltan intentando alcanzar el balón.REUTERS

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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