21.000 entradas para París
Quedaban los minutos del descuento, se oyó una traca en el cielo de Barcelona y un clamor: "Sí, sí, sí, nos vamos a París". El árbitro silbó el final de partido y el estadio lanzó un atronador rugido. Los jugadores empezaron a saltar y a abrazarse en el círculo central mientras varios del Milan, que han jugado tres finales en los últimos cinco años, se quedaron petrificados. Alguien no quiso protagonismo: Frank Rijkaard saludó y abrazó a su colega y amigo Carlo Ancelotti y se fue, abrochándose el traje, a los vestuarios.
O era el gran drama o el éxtasis. Y los 90 minutos se hicieron eternos, con el corazón en un puño, con una devoradora angustia que a veces delató al Camp Nou con momentos de un silencio sepulcral. No había más posibilidades en un estadio obsesionado con ganar la Liga de Campeones desde que el Milan le clavara cuatro goles, esculpidos aún en la memoria azulgrana, hace 12 años en la triste final de Atenas. Entonces fue el final del Dream Team y París abre ahora las puertas al Barça de Ronaldinho y Rijkaard.
Con la Liga casi ganada -le basta sumar cinco puntos sobre 15-, tan amarrada que el club teme incluso que la afición no la valore, el Camp Nou se llenó para saldar cuentas con su propia historia. Un majestuoso mosaico, con el lema Més que un club, precedió al partido que al final no contó con la presencia de un ilustre invitado, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, al que el club siempre espera, pero que nunca llega aunque si estará en París. Silvio Berlusconi, dueño del Milan, excusó su ausencia por tener una reunión en Roma y no pudo ser el primero de los 5.000 hinchas rossoneri, cuyo cántico por excelencia, el estribillo de la película El golpe, quedó casi siempre ahogado en el Camp Nou.
El Milan tardó segundos en avisar que vendería cara su eliminación con un chut peligrosísimo de Kaká, pero Eto'o replicó con otro despejado por Dida y tuvo más ocasiones. El Milan aceptó con elegancia la derrota, celebrada por Ronaldinho, desnudo de cintura para arriba y con la camiseta blanca de Seedorf en la mano, lanzando un puño al aire.
Después, 5.000 aficionados festejaron el paso a la final de París en la fuente de Canaletas. El Barça dispondrá de 21.000 entradas para el Stade de France, que se empezarán a vender el 3 de mayo en las taquillas del club y a través de la agencia de viajes del RACC.
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