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Reportaje:

"Esto es impresionante"

Valverde, que corre desde hoy el Tour de Romandía, goza del momento

Carlos Arribas

A Alejandro Valverde, que no tiene cuerpo de escalador ni el porcentaje de grasa de un fondista, que mide 1,78 metros y pesa 64 kilos, que gana al esprint a gente tan rápida como Óscar Freire, que gana al final de los más duros repechos de las Ardenas a gente como Paolo Bettini o Damiano Cunego; a Alejandro Valverde, que hoy cumple 26 años, que no es especialmente escalador, ni rodador, ni contrarrelojista, no le extraña en absoluto que, después de victorias tan espectaculares como las conseguidas estos días en la Lieja-Bastoña-Lieja o la Flecha Valona, le pregunten más que nada por el Tour de Francia.

Es lo que tiene Alejandro Valverde: que sabe que vale para todo, que no se pone límites en ninguna de sus incursiones, que desde que era juvenil, desde que le bautizaron como El Invicto, ha ganado carreras de todo tipo, de todo color. Y hasta una etapa de alta montaña en el Tour por delante de Lance Armstrong. Ha ganado de todo. Ha estado en el podio de dos Mundiales, en el podio de una Vuelta a España... Pero emoción como la que vivió el domingo en la cumbre de la cuesta de Ans, en las afueras de Lieja, dice que muy pocas veces antes la había sentido.

"En el podio estaba como aturdido", recuerda su director, Eusebio Unzue. "Es que esto es impresionante", responde el aludido; "había ganado antes muchas carreras en España, en carreras menores, y pocas fuera porque estaba en un equipo que no salía. Pero ahora, estando en uno grande, he comprobado que también soy bueno fuera".

El cambio de equipo, del peleón Kelme, tácticas de siempre delante, impaciencia, ataque, ataque, al Caisse d'Épargne, un conjunto con el sello de Echávarri, que hace de la virtud paciencia, de la solidez, ha supuesto también un cambio en la mentalidad del fenómeno de Murcia. "Hay que correr con tranquilidad", dice, como un viejo sabio, consumado estratega; "hace falta que no se te vea nada, dar un solo golpe y no fallar".

La transformación de Valverde, cuentan en su equipo, también ha sido técnica, fisiológica. Por ejemplo, ha aumentado su cadencia de pedaleo en seis-siete pedaladas por minuto -92 fue la media de esta última LBL-, lo que supone un menor daño muscular, una mayor eficiencia; también ha trabajado con un especialista en aerodinámica, ha mejorado su posición sobre la bicicleta. "Y estas dos cuestiones, la cadencia y la aerodinámica", junto con una mayor mentalización, me han servido especialmente para mejorar en la contrarreloj, como se demostró en la Vuelta al País Vasco".

La contrarreloj será clave esta semana en el Tour de Romandía, la última carrera en que participa Valverde antes de tomarse un mes de reposo en mayo y en la que una prueba de 20 kilómetros el domingo en Lausana será determinante. Pero, claro, hablar de contrarreloj es también hablar de Tour de Francia, con lo que se cierra el círculo. "Pero, pese a lo que parezca, al agobio en que se me quiere meter, pese a la impaciencia de la afición, yo estoy muy tranquilo", dice Valverde; "Intentaré ganar alguna etapa y clasificarme bien. Tengo 26 años, que no es nada".

Después del descanso de mayo, Valverde reaparecerá en competición en junio, en la Dauphiné Libéré. "Aunque antes, pero no sé cuándo, quiero recorrer las etapas clave del Tour y concentrarme unos días en Sierra Nevada. Pero ahora lo único que tengo claro es que el 1 de mayo me tomo tres días de descanso y que el 14 estaré en Montmeló viendo a Fernando Alonso en el gran premio de fórmula 1".

Alejandro Valverde.
Alejandro Valverde.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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